El Magazín Cultural
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Humor blanco en caricatura abstracta

Este artista nacido en Corozal, Sucre, en la actualidad es el responsable de las ilustraciones en ‘El Economista’, de España.

Juan Carlos Piedrahíta B.
26 de enero de 2010 - 09:33 p. m.

Un óvalo grande, dos círculos más pequeños a lado y lado, y una boca gigante. De esta manera se define Turcios en términos caricaturescos, el lenguaje artístico con el que mejor se expresa este hombre nacido en Corozal, Sucre, que pasó por varios medios de comunicación en Colombia y actualmente reside en España.

Para Ómar Figueroa, nombre que está un poco refundido gracias a su segundo apellido (Turcios) con el que ha colonizado escenarios tan complejos como el arte y el humor, la caricatura es una disciplina mágica porque carece de toda lógica matemática. En las escuelas de dibujo le dieron las bases para hacerlo mejor, pero el principal componente de su trabajo ha sido siempre el instinto.

Cada personaje es distinto y a Turcios le gusta jugar con el orden de sus facciones, lo que no se puede hacer en el retrato porque ahí se deben respetar ciertos cánones reales.

“En la caricatura no se trata de dibujar fea a la gente, simplemente resaltamos los rasgos característicos y si esa persona es maluca, pues ahí yo no tengo la culpa. Se miran, de manera humorística, las dos únicas partes que se mueven de la cara, que son los ojos y la boca. Yo nunca he escuchado que alguien diga: ‘Hoy me amaneció una oreja más triste’, pero sí he oído que dicen: ‘Tal persona tiene una mirada triste’ o que el gesto de su boca es de rabia. Con eso es que trabajamos nosotros”, comenta Turcios, quien comenzó imitando a Jairo Linares, después se inclinó por el estilo de algunos caricaturistas argentinos y brasileños hasta que en 1996 encontró su propia voz para sobresalir en este oficio.

Con sus primeros trabajos para medios impresos como El Heraldo, El Tiempo y El Espectador comprendió que lo que sus editores denominaban “abstracto” era lo que lo hacía diferente de los demás caricaturistas y, a la postre, ha sido la faceta que más ha explorado en los concursos a los que ha enviado sus trabajos y que, gracias a esa misma abstracción, han resultado ganadores en diversos países de América y Europa.

“Lo que sin duda me atrae de la caricatura es que, además de hacer nuevos planteamientos, incluye trabajos de plástica porque uno le puede poner color y se puede hacer en diversos soportes como el lienzo o el papel. Cada vez que empiezo una caricatura no sé cómo va a acabar y eso es lo que más me seduce de este oficio. Siempre es un reto”, asegura este artista caribeño que tiene la misión de ilustrar algunas secciones del diario El Economista y también es el responsable de realizar las “fisionomías” de las figuras más importantes de la vida pública de España.

La acuarela es su técnica favorita, el colorido le apasiona, pero cuando la exigencia mediática ejerce presión sobre él, Turcios recurre a la plumilla y al escáner. De esta manera ejercita su cabeza, piensa muy bien lo que quiere decir y su mano simplemente se deja llevar por el instinto.

“A mí la política no me gusta. Yo siempre he hecho humor gráfico general pero muy blanco y hago personajes de todas las ramas de la vida pública, pero nunca voy más allá y no me pongo a opinar. Eso no es conmigo y ese espacio ya está copado por los mejores”, dice entre risas.

En Colombia Turcios se dio a conocer en las primeras versiones de la Feria del Libro, cuando, lápiz en mano, se dispuso a dibujar a todo aquel que se le sentara en frente. Así se empezó a ganar la vida y tanto le gustó que lo incorporó como su actividad principal. En muchos concursos ha ocupado el primer lugar con su ingenio y con su inconfundible estilo y, gracias a su figuración internacional, es uno de los invitados de honor al Carnaval de las Artes de Barranquilla, en donde se sentará a jugar con las facciones de todos los que quieran ser inmortalizados por su pluma.

Tal vez Ómar Figueroa o Turcios siempre será un gran óvalo lleno de creatividad y disposición para el arte y el humor.

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

 

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