El Magazín Cultural
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Un nuevo lenguaje

Constanza Macras, con su grupo Dorky Park, presenta ‘Brickland’.

Liliana López Sorzano
18 de marzo de 2010 - 10:14 p. m.

Apenas llegó a Europa, Constanza Macras vivió momentos duros, de soledad y depresión. Solía poner una cámara para grabarse mientras comía sola. Después, al ver las imágenes de estos momentos tristes y algo patéticos, la risa salía. Este tipo de humor, que se para en la fina línea de la tragedia y la comedia, es el que más le interesa y el que suele proyectar en sus obras.

Para Brickland, la obra que trae a Colombia se inspiró en los barrios cerrados que existen en algunas ciudades del mundo, en especial en su natal Buenos Aires, los cuales se pusieron de moda por la proliferación de la violencia y los robos que se generaron a partir de la crisis. La gente empezó a emigrar hacia este tipo de urbanizaciones que ofrecen mucho verde, deportes y aparente seguridad. Este fenómeno de las urbes latinoamericanas es interpretado por Macras a través de un proceso de creación, que es como le gusta llamar a sus obras. Le da este nombre porque si bien el corazón de sus presentaciones es la danza contemporánea, los actores, los músicos, los videos, los textos, el diseño del vestuario y del escenario tienen un papel igual de importante. Todo se acompaña, todo se relaciona, todas las facetas se comunican y nada está realmente suelto.

En este caso, actores y bailarines encarnan estructuras familiares y personajes típicos de los barrios como la pareja sin hijos, la mujer que siempre espera a que el marido vuelva, el jardinero y el guardia. La mirada crítica e irónica de Macras se para sobre ese muro que rodea las casas para descubrir a esos personajes y sus nuevas reglas de juego, así como ese nuevo contacto con la realidad que se genera ahí adentro, en esa especie de utopía. Las tensiones que salen de los opuestos siempre le han interesado, salir de lo público para entrar en lo privado, poner en el terreno del escenario, la periferia y el centro, o la alta cultura con lo popular.

Con saltos, movimientos dislocados, cuerpos que se encogen y se expanden en el espacio, el lenguaje de Macras está lleno de poder, lleno de vida y de fuerza. La danza es enérgica, las parejas forman duetos que impactan por la fuerza que evocan con los brazos que cortan el aire y las piernas que se alzan y caen con estrépito sobre el piso. Con rodilleras y un estado físico ineludible, sus bailarines, que vienen del mundo entero, se levantan y caen de manera casi brutal. “El movimiento en sí mismo no me interesa, tiene siempre que ver con cada personaje y con las situaciones”, sostiene Macras.

A partir de recortes de periódicos sobre los barrios cerrados, de algunos propios para las situaciones cotidianas, los filosóficos y los literarios se fue creando el hilo narrativo. La música en vivo se desarrolla con los músicos y se crean adaptaciones clásicas o se incluyen temas populares. No hay una estructura definida, todo evoluciona con el tiempo. Aunque siente haber sido tocada por la influencia de la danza teatro de Pina Bausch, Macras lo resuelve a su manera y con un estilo propio en un trabajo de creación, donde la obra viene primero y los libretos sólo salen al final.

Lo suyo está lejos de la intelectualización de los movimientos o de la danza conceptual a la que considera hermética para la audiencia, algo arrogante desde la mirada del arte sólo por el arte. Sus creaciones están para que la mayoría de la gente se atreva a ir al teatro y experimente un espectáculo que reúne un pedazo de las diferentes artes en un escenario.

Por Liliana López Sorzano

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