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Las letras de un perro herido

A cinco años de la muerte de Roberto Bolaño. Su novela ‘Los detectives salvajes’, publicada por Anagrama, fue comparada por algunos críticos, como Elvio Gandolfo, con ‘Rayuela’.

El Espectador
15 de julio de 2008 - 09:20 p. m.

Solía definirse como un perro romántico, apaleado y rabioso que iba por el mundo en busca de afecto. Y escribía, tal vez, para encontrar ese afecto a través de personajes que veían la vida como un largo e infinito punto gris del cual sólo se despegaban por el amor, pues su amor, sus propios amores, fueron su mayor profundidad. “Él vivía para su hijo Lautaro, y para su esposa Carolina, y de cuando en cuando se desbocaba para encontrarle salida a la existencia”, decía Jovanna Skarmeta, su agente literaria en sus últimos tiempos.

Por ello una de las páginas que más lo demoraron en su largo andar de letras fue aquella de los Detectives Salvajes en la que Bárbara escribía en tono pausado que su marido llevaba años sin trabajar, dedicado a la cerveza y al fútbol y a instruir a los jóvenes sobre las verdades de la vida.

Sus verdades fueron sus conflictos, sus peleas. A  los escritores chilenos de su época los llamó “Donositos”. A Isabel Allende, “escribidora”, aunque a ella poco le importó. Sólo dijo que “Roberto Bolaño hablaba mal de todo el mundo, y el hecho de que esté muerto no lo hace mejor persona. Siempre fue un señor bien desagradable”. A García Márquez lo definió como un “hombre encantado de haber conocido a tantos arzobispos y presidentes”, y sobre el fútbol decía: “Un gol, salvo si uno se llama Pelé, es algo eminentemente vulgar y muy descortés con el arquero contrario, a quien no conoces y que no te ha hecho nada”.

 Sus amigos, tan atorrantes como él, tan díscolos e idos como Nicanor Parra, lo calificaban como “Un príncipe dulcísimo”. Con esas mismas palabras, Parra lo enterró el día de su muerte, el 15 de julio cinco años atrás. La vida los había unido una década antes. Estaba escrito en alguna parte que el poeta mayor de los irreverentes chilenos y el escritor de los marginados se conocieran y hablaran y fueran entrañables.

Bolaño nació en Santiago y  vivió hasta los 15 años en Los Ángeles, un pueblito al sur de Chile. En el 68 se lo llevaron a México porque a sus padres los habían trasladado, y allá, desconcertado, deprimido, como perro herido, decidió que nunca en su vida volvería a pisar un salón de clases. Entonces comenzó  a  transformarse, según el escritor Gonzalo Contreras, en el “mejor y más informado crítico de la literatura actual”, o como lo calificó su editor, Jorge  Herralde, en un autor del más alto culto.

Por El Espectador

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