El Magazín Cultural

"Soy decidora de poesía"

La Casa de Poesía Silva trae a Colombia a Tachia Quintana, inspiradora de ‘El coronel no tiene quien le escriba’.

Angélica Gallón Salazar
20 de abril de 2009 - 11:00 p. m.

Su casa fue el refugio de miles de escritores inmigrantes que estudiaban en París, en tiempos en los que ella y Gabo vivían juntos. En las décadas en las que compartían romances y penurias en un pequeño apartamentico, en donde se cocinaron los detalles de El coronel no tiene quien le escriba. 

Tachia Quintanar, esa novia del nobel colombiano en cuya intimidad entró El Espectador el pasado 21 de junio de 2008, cuando tocó a su puerta en París  para develar cómo eran esos días en los que ella le llevaba sobras del restaurante en el que trabajaba, para que él comiera algo sin despegarse de su máquina, estará esta semana en Bogotá. La ha invitado La casa de Poesía Silva para que dé dos recitales. Y ahora no es su casa, sino su cuerpo el que se ha convertido en nuevo refugio de escritores, esta vez poetas ya muertos, algunos ya olvidados.

“No hay una palabra para designarme. En España le llaman rapsodas, yo quisiera decir: !soy decidora de poesía!, no hago más que decir en alto lo que el poeta ha escrito, yo trato de reproducir su silencio cuando considero que ellos han escrito un silencio”, confiesa esta mujer vasca que se entrenó en la actuación, pero que fue entre versos como armó su destino

Su voz se empodera, y con una pizca de teatralidad que le da más aliento a la palabra, Tachia, que está pronta a cumplir 80 años recita: “Se le vio, caminando entre fusiles,/ por una calle larga,/ salir al campo frío,/ aún con estrellas, de la madrugada./ Mataron a Federico/ cuando la luz asomaba.”, y en tanto, no puede evitar que en su piel se haga carne el desgarro que sintió Machado cuando le dedicó estos versos a Lorca. “La preparación es simplemente leer y leer, una y diez veces más. La poesía es como la pintura abstracta, al principio, ves garabatos y luego la miras y miras y un día la entiendes. En la poesía pasa  igual, de repente te encuentras con una percepción que no habías notado la primera vez que leíste aquel poema”, explica Quintanar.

Para sus recitales sólo elige grandes poetas, porque asegura que “la poesía o es buena o no es poesía” y confiesa que más allá de conquistar teatros en Rusia, Alemania, o el mismo senado de París, —como lo ha hecho—, lo que quisiera es decir la poesía en el mercado, en la puerta de la iglesia, en esos lugares a donde va la gente, “pero el mundo está hecho así, si lo hiciera me tomarían de loca, pero estoy segurísima que la gente, incluso la de poca cultura, estaría más cerca de la poesía y de su belleza si pudiera oír declamada la poesía”.

Pero entre Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Antonio Machado y Gustavo Adolfo Bécquer, hay un poeta que trata de no olvidar nunca en sus recitales, el español Blas de Otero. No sólo por la grandeza de sus letras y porque últimamente ha caído en el olvido, sino sobre todo porque fue su primer amor. “Cuando Gabo supo que él había sido mi novio anterior me dijo: usted donde pone el ojo pone la bala”, comenta con gracia Tachia como queriendo excusarse por haber tenido tan famoso repertorio amoroso.

Tachia nunca le declamó a Gabo, por esa época su figura delgada y siempre atractiva estaba atrapada en el mundo de las tablas, pero ahora que ha pasado tanto tiempo y que su quehacer está más cerca del que fuera su gran amor, lo evoca, lo inmortaliza y se confiesa ante él cuando recita sus versos al finalizar cada acto.

Jueves 23 de abril en el Gimnasio Modernos a las 7:00 p.m.Valor entrada: $15.000. Viernes 24 de abril en la Casa de Poesía Silva6:30 p.m. - Entrada libre

Por Angélica Gallón Salazar

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