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El hombre versátil del piano mágico

El artista británico se presentó la noche del jueves en el auditorio de Corferias, donde demostró su grandeza. Fue prácticamente un recital de piano en el que no hizo falta ningún otro instrumento. Él solo es una banda. Todos los clásicos de este caballero del imperio británico fueron interpretados.

Jaime Andrés Monsalve* / Especial para El Espectador
31 de enero de 2009 - 04:00 a. m.

Los músicos que han tenido la oportunidad de estar acompañados por grandes bandas saben el riesgo que implica la desnudez de la ejecución solista. Que un artista de trayectoria decida enfrentarse al público mundial tan sólo con los argumentos que su voz y sus manos pueden ofrecer, habla bien de gente que uno asumiría más cómoda amparándose en su propia leyenda.

Ese interés de reinventarse en versión unipersonal a sus 61 años fue, precisamente, lo que el público bogotano pudo detallar en todos sus pormenores la noche del jueves pasado, cuando luego del simple anuncio de su nombre, muy en punto de las 10:15 de la noche, hizo su aparición Sir Elton John en el escenario de Corferias. Un saludo y de inmediato la ejecución del clásico Your song sirvieron de antesala a una velada en la que los argumentos musicales deberían haber sido los únicos valederos. Hubo otros, sí, que sin embargo no logran descalificar una experiencia, una carrera y una entrega que son indiscutibles y que la noche del jueves tuvieron un segundo eco en la ciudad, luego de una primera visita del músico inglés, en noviembre de 1995, al lado de Sheryl Crow, que en ese entonces sí le hizo justicia al cartel abriendo el concierto.

¿Le hizo falta algo al recital del jueves si se le compara con el de hace 13 años? Seguramente si hubo algún faltante, fue el ornato. La parafernalia, por decirlo de alguna manera. Como todos los músicos de su generación, procedencia y dimensión, Sir Elton ha estado mejor que bien rodeado. ¿Pruebas? Nombres: Tom Costello, Leslie Duncan, ese monstruo de la percusión llamado Ray Cooper y hasta el célebre creador de bandas sonoras James Newton Howard, que han sido componentes de la banda del pianista y vocalista inglés por años. Ayer ninguno de ellos ni sus demás colegas estuvieron presentes. Pero a veces vale más solo que bien acompañado. Y esa noche fue así.

No es descabellado decir que el recorrido de Elton John por su lista de éxitos fue relativamente cronológico. Your song es un sencillo de 1970, al que siguieron buena parte de clásicos tempranos de esa misma década como Border song, Daniel, Honky Cat y Rocket Man. A medida que iba avanzando el repertorio, y dependiendo del ritmo de la canción de marras, ora balada ora rock’n’roll duro y puro, el cantante de Middlesex, Inglaterra, iba dejando que se asomaran efectos eléctricos en el piano y duplicaciones de su propia voz, que daban el énfasis necesario, en el momento necesario. Por supuesto la ausencia


de percusión hace que los temas más fuertes de su repertorio tengan que sufrir metamorfosis o, simplemente, ser excluidos de la noche. Por cuenta de eso, muchos fanáticos se quedaron esperando piezas como Saturday night’s alright for fighting o I’m still standing. Pero a cambio, en algunos momentos se sintieron los ecos de temas de Pat Boone y Bill Haley.

Una hora y media de concierto en el que se escucharon posteriormente otros de sus temas bandera como I Guess that’s why they call it the blues, Don’t let the sun go down on me, Nikita, Sacrifice, Benny and The Jets y, probablemente el momento cumbre del recital, una introspectiva versión de ese himno del rock optimista llamado Tiny Dancer, hablaron con suficiencia de la destreza del músico frente a su instrumento y del gusto de verse sentado ahí, y aquí. Su voz ya no acusa la lozanía de años atrás, y es lógico, pero los años y la tranquilidad de su vida en las últimas décadas la han llevado hacia un registro más cercano al del barítono, en una suerte de proceso de maduración que, lejos de restarle fuerza a su reconocido timbre, le suma hoy en ternura y complejidad.

Hace un tiempo, en toda suerte de videos y registros en vivo de antaño, no resultaba difícil encontrarse sobre el escenario al pequeño y rubio Elton John ataviado con vestidos multicolor y gafas que apenas permitían verlo cantar. Su personaje de Maestro de los Juegos de Mesa (Pinball Wizard) en la ópera rock Tommy (1975) de The Who, era exactamente su referente on stage. Hoy, tan discreto como su instrumento, su empeño en seguir usando gafas cada vez menos estrafalarias es algo así como quien se inventa una manera abreviada de firmar. Los excesos de antaño fueron reemplazados por un vaso con agua al lado del piano. Cada tanto, entre canción y canción, brindaba desde lejos y, de nuevo, al piano.

Más allá de la motivación filantrópica del evento Buchanan’s Forever, que lo trajo al país y que determinó la recolección de fondos para familias de un sector de escasos recursos en la muy contrastante Cartagena, Elton John llevó a la práctica su propia definición de generosidad. En total discurrió más de hora y media frente al piano, cerrada con la enérgica Crocodile rock y a la que le sumó como bis una de las piezas que hicieron parte del clásico animado El rey león. Quienes iban con la intención de reparar tan sólo en su música salieron (salimos) más que satisfechos.

Al final, Elton John y Buchanan’s Forever abrieron la posibilidad de muchas cosas. La menor de ellas, que el famoso galpón insonoro de Corferías sí puede funcionar como sala de conciertos cuando la organización se lo propone. La mayor, la inolvidable segunda visita de una leyenda del rock con mayúsculas, de esas que han estado en las letanías de los melómanos hasta estos tiempos, en los que por fortuna podemos ver cómo los escenarios de Colombia se abren al mundo.

* Editor internacional de la revista ‘SoHo’.

Por Jaime Andrés Monsalve* / Especial para El Espectador

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