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Perfil del retratista venezolano Vasco Szinetar

Expone 30 fotografías en el Festival Malpensante.

Liliana López Sorzano
27 de junio de 2009 - 03:58 a. m.

Paradójicamente, ese corto instante resumido en un clic y un flash durará para siempre. Vasco Szinetar se mueve en ese arte donde se ofrece eternidad a lo efímero, donde se pasean los límites de la verdad y las apariencias y donde se mezcla la realidad con la imaginación.

Joan Manuel Serrat, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Geraldine Chaplin, Álvaro Mutis, Jorge Luis Borges, Fernando Botero, entre muchos otros, son personajes que se han asomado a su lente.

Más que un profesional de la fotografía, es ante todo, un gran retratista, que ejerce un oficio centrado en lo humano y  un encantador ladrón de instantes y de poses que congela en el tiempo. “La fotografía es una relación entre dos, es un intercambio de afectos, de memorias, que se da en un tiempo y espacio corto y dura para siempre. Es una forma de no morirnos”, asegura Vasco, con un acento que lo delata venezolano a pesar de su descendencia judío-húngara.

En su adolescencia solía llevar los artículos de su abuelo político a los periódicos y la curiosidad lo llevó a adentrarse en los cuartos oscuros y a descubrir lo que se revelaba en esos laboratorios fotográficos. Esa pasión por las imágenes hizo que estudiara cine, primero lo hizo en la escuela León Schiller, de Lodz, Polonia, y terminó en la escuela International Film School de Londres. Cuando regresó a Venezuela, paralelamente a la cinematografía, empezó a retratar a sus amigos escritores. Una de esas fotos fue publicada en el diario Nacional de Caracas y desde entonces las solicitudes se fueron incrementando y comenzó una carrera que hasta ahora no se ha detenido.

Su ambiente familiar siempre fue rodeado por políticos y escritores, lo que explica su relación tan cercana al mundo de la cultura. Según Vasco, en su casa  se discutía y se hablaba tanto de literatura como de política y además todos estos personajes desfilaban por la sala. Así que no es extraño que sus obsesiones hubieran sido y sean esas personas cargadas de historias, con una fuerte presencia en lo colectivo como  los artistas, los políticos, los cineastas y escritores latinoamericanos e hispanoamericanos principalmente.

En el marco del Festival Malpensante fue invitado para exponer algunas de sus fotografías extraídas de las series Frente al espejo y Cheek to Cheek (cachete con cachete), las cuales cuentan cada una con alrededor de 300 personajes que viene atesorando desde 1980.

Las dos hacen parte del universo del autorretrato, pero en la primera el personaje se refleja en un espejo creando planos que ponen en cuestión el espacio y un lugar que implica lo lúdico. Al respecto de este fascinante efecto, Fernando Savater, quien también fue retratado, dijo: “Sus fotografías no sólo cristalizan la sombra de nuestra sombra, sino que además prefieren obtenerla del espejo, que ya en sí mismo no manifiesta sino la fugacidad inestable de un reflejo”.

Para Vasco, el espejo tiene dos connotaciones. Primero está todo lo referido al mito de Narciso, y segundo, hay una investigación sobre el paso del tiempo, sobre el deterioro del fotógrafo que siempre es el mismo con sus canas que se multiplican y  las arrugas vividas. Es un inventario tanto de jovialidad como de vejez y hace referencia a la indagación propia y la del otro. Es, al fin de cuentas, una confrontación consigo mismo de lo que fue y de lo que es, un autoanálisis de sus actitudes, su cambio de humor a veces melancólico, efusivo y tantas veces matizado por el humor.


Cabe resaltar que en la mayoría de los casos, el espejo se encuentra en un baño y muchos se preguntarán cómo hace para  convencer a todas estas celebridades intelectuales para que entren a damas o caballeros. “Con el transcurso del tiempo uno tiene ciertas armas para llevar a la gente a ser retratada,  porque el gran aliado es la vanidad del otro. Uno da afecto, amor y está poniendo al servicio del otro la imagen... está construyendo parte del imaginario de esa persona”, asegura jocoso. Y es que como cazador de imágenes sabe de técnicas y argucias. Observa a su presa, se acerca, la  acecha y la atrae para que caiga en su red suavemente. De país  en país y de evento en evento siempre anda buscando  sus personalidades. Su mayor habilidad es seducir a los personajes y, sin embargo, no es todopoderoso y hay personas que por timidez o por aprehensiones de tipo político no acceden a retratarse.

Su carta de presentación, su ángel de la guarda y su personaje paradigmático fue sin duda Jorge Luis Borges. Haberlo retratado fue realmente extraordinario, porque le ha permitido incorporar un universo más amplio de personalidades en su trabajo. Vasco recuerda que lo conoció en la visita insólita que hizo a Venezuela porque siendo ciego fue a ver una corrida de toros. Estando en la casa  del escritor  Miguel Otero Silva, Borges  estaba asediado por los periodistas pero Vasco se quedó  retirado a propósito y empezó a hablarle a María Kodama, quien fuera su esposa. “La seduje y Kodama me lo llevó al baño”, asegura haciendo gala de su suave artimaña.

De sus experiencias gratas, recuerda la del reconocido mimo francés,  Marcel Marceau, quien con mucha gracia participó del autorretrato. Vasco asegura que dentro de los personajes, hay unos que intervienen de manera creativa en la foto y otros que son más bien alejados y difíciles como lo fue el escritor portugués  Antonio Lobo Antunes.

La segunda serie, Cheek to Cheek (cachete con cachete) son fotos que se toman con la otra persona abrazada. Es un ejercicio lleno de sentido lúdico e irónico a la vez  porque pone a la persona en un trance de intimidad muy particular como si el fotógrafo y el personaje fueran cercanísimos, cuando en realidad se acaban de conocer.

En sus  fotografías los momentos no tienen color. El blanco y negro le resulta mucho más interesante porque libera la imagen de ruidos, de efectos paralelos y la convierte en un espacio más trascendente y limpio. Se considera un fiel monógamo a la marca  Nikon y ahora usa digital porque va con los tiempos. La tecnología le resulta  circunstancial, pero la mirada sigue siendo la misma.

Sus retratos no tendrían sentido en el anonimato, cobran interés porque están ligados a la historia y la cultura. Muchos están abordados desde el humor porque según Vasco,  “es el antídoto más eficaz que tienen los mortales para enfrentarse al poder”. Dentro de sus tareas pendientes estuvo Susan Sontag y aún está un ícono que lleva adentro: Woody Allen.

 Sus fotos resultan apasionantes porque nos muestran a estos míticos y célebres  personajes desnudos frente a la imagen, cómo se miran así mismos en un espejo o cómo se acercan a otro en un espacio y en situación de vulnerabilidad.

Vasco Szinetar hace historia con la historia, debatiéndose entre una sombra, un reflejo, un instante del tiempo, un espejismo que se niega a aceptar la muerte.   Ese es su leitmotiv.

Por Liliana López Sorzano

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