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Con un 10 así no hay 'Lio'

El estreno mundialista de Diego Maradona como entrenador tuvo en Lionel Messi al jugador diferente que hizo recordar por momentos al capitán albiceleste del 86.

Fabián Rozo / Johannesburgo, Sudáfrica
12 de junio de 2010 - 08:00 p. m.

Nunca le preguntó a José Pekerman la razón por la cual tuvo que soportar la eliminación del pasado Mundial desde el banco de suplentes del Olímpico de Berlín. Por más que supiera que ya a esas alturas podía darle una mano a Argentina, prefirió esperar otro momento, el suyo y ese le llegó cuatro años después a Lionel Messi.

De Alemania 2006 se despidió con la camiseta 19 intacta, nueva, sin sudarla. Ahora en Sudáfrica llegaba con la 10 puesta, heredada de su ídolo y ahora entrenador, quien tampoco tuvo mucho para decirle y sólo tuvo necesidad de mencionarle una palabra: jugá.

Y eso fue lo que justamente hizo el rosarino este sábado en el Ellis Park de Johannesburgo, un estadio que pareció hecho a su medida, pequeño pero con algo especial y si se quiere mágico, además de encerrar historia y tradición, condiciones que la albiceleste suele ostentar.

Frente a Nigeria se necesitaba eso y algo más para empezar con pie derecho en Sudáfrica 2010 y fue una zurda la que dio esa cuota extra, la de La Pulga que recién escuchaba el pitazo inicial cuando ya estaba metiéndole miedo al arco de los africanos, a quienes no dejó ni acomodar.

En realidad, cualquier defensa se descuaderna ante tanta gambeta pura y la de Messi con más razón hizo estragos, suficientes para que su primer remate al arco propiciara la jugada del único gol con el que su selección se estrenó con victoria.

El arquero nigeriano, Vincent Enyeama, le ganó a puro reflejo el duelo al del Barcelona, pero nada pudo hacer en el tiro de esquina que generó su volada porque Juan Sebastián Verón transformó en pase-gol un centro a la cabeza de Gabriel Heinze.

Luego no tuvo tanto contacto con el balón como al principio, pero fue por él y hasta se dio el gusto de quitarle uno al rival en terreno propio. Compromiso irrestricto y sobre todo, en plan de protagonista, el que tanto se le reclamó durante la eliminatoria.

Era tal la confianza de Messi, que hasta en repetidas ocasiones, no menos de tres, hizo la jugada ‘Made in Barcelona’, enganche hacia adentro para encontrar perfilada su zurda, remate con efecto y toda la exigencia para el Uno rival. Con ellas y hasta con el mano a mano a 10 del final, silenció las vuvuzelas por un ‘ohhh’ prolongado en las gradas que reconoció así, con admiración desbordada, el talento del mejor del mundo.

Él hizo la diferencia y de paso dejó un interrogante que deberá empezar a resolverse cuanto antes para determinar las posibilidades albicelestes: ¿Qué tan dependiente es Argentina de su 10?

Por ahora mucho, tal cual lo fue la selección campeona del mundo y no debe ser la única preocupación de Maradona porque dudas hay, como Jonás Gutiérrez de lateral derecho, la participación de Ángel Di María por el otro costado en los tres del medio y la responsabilidad ofensiva de Gonzalo Higuaín que parece todavía pesarle.

Al menos el entrenador no le da toda la responsabilidad a su estrella porque para echarse la selección al hombro, como le tocó al Pelusa en México 86, tiene a varios para hacerlo y quienes aparte de liderazgo, garantizan criterio con la pelota desde la primera línea: Verón y Mascherano.

Igual soltar la presión del debut con triunfo de por medio vale más que cualquier consideración y este sábado en el mismo lugar donde los sudafricanos década y media atrás comprobaron que los sueños pueden ser realidad, nació una ilusión vestida de azul y blanco que tiene por ahora una ecuación simple: Con el 10 en el banco, más el otro en la cancha, podrá haber cien por ciento de esperanza.

Tal vez por eso el abrazo al final de juego entre Maradona y Messi sea el símbolo del primero de los siete pasos que les distancian de la gloria, esa que cada quien ha saboreado por separado y que ahora desean volver a disfrutar juntos.

Por Fabián Rozo / Johannesburgo, Sudáfrica

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