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El día que no ardió París

La lucha por la ciudad, en la que las guerrillas urbanas desempeñaron un papel fundamental, fue una confrontación  política y militar.

Ricardo Abdahllah / Especial para El Espectador, París
22 de agosto de 2009 - 08:58 p. m.

Pierre Georges, alias Coronel Fabián, disparó contra el intendente alemán Alfons Moser en la estación de metro Barbés-Rochechuart el 21 de agosto de 1941. El oficial estaba desarmado y cayó muerto de inmediato.

Como no pudieron capturar al tirador, los alemanes procedieron a ejecutar a varios “rehenes”, que en realidad eran sindicalistas, comunistas, simpatizantes de Charles de Gaulle o transeúntes que habían sido detenidos por sobrepasar la hora del toque de queda. El método de represalia se repetiría cada vez que los ocupantes sufrían una pérdida y contribuiría a que buena parte de la población francesa no simpatizara con los métodos de guerrilla de los miembros de la Resistencia.

Entre los que recibieron a los alemanes con vino e invitaciones a cenar estaban los germanófilos de siempre y los que simpatizaban con las ideas nacional-socialistas. También los que, en nombre de las viejas rivalidades anglo-francesas y puestos a escoger, preferían leer “Eintracht Platz” a “Concorde Square” en las flechas de dirección que veían en sus calles. Aunque sabían diferenciar entre la Wehrmacht, el ejército alemán y las SS, la mayoría de los parisinos intentaban evitar problemas y seguir su vida.

La situación comenzó a cambiar en 1943, cuando las tropas alemanas fueron derrotadas en Estalingrado y África del norte y el gobierno ocupante comenzó a racionar los víveres. Las filas en los centros de aprovisionamiento se volvieron entonces parte del paisaje. En la primavera de 1944, los habitantes de la ciudad tenían derecho a 90 gramos de carne por semana.

Los alemanes eran el tema de esas conversaciones en voz baja de la familia Peraldi. El hijo mayor, Marcel, militar de carrera, combatía en alguna parte de África con la Segunda División Blindada, “la 2DB” para los amigos. Su hermana, Jeanine, estudiante de trabajo social, recibía de vez en cuando postales sin muchos datos específicos más allá de un “estoy bien”. Más allá de eso, confiaba en las transmisiones de la BBC, que escuchaba clandestinamente y contrastaba con lo que escuchaba en Radio París, autorizada y proalemana.

La gran noticia llegó dos semanas antes del inicio oficial del verano de ese año: los aliados habían desembarcado en Normandía y la 2DB se preparaba en Inglaterra para seguir la ruta que los americanos y los ingleses habían abierto. Mientras los medios oficiales como Le Petit Parisien informaban que el ataque ya había sido contrarrestado y que las fuerzas del reich “empujaban a los aliados hacia el mar”, no dejaba de crecer el rumor de que la avanzada era recibida en cada pueblo de Normandía y Bretaña.

El plan de retoma

Ni Churchill ni Eisenhower estaban interesados en liberar a París de inmediato. Las unidades aliadas no se habían probado para el combate urbano y los tanques americanos, que funcionaban bien en pueblitos con una sola calle principal, tendrían problemas de movimiento en las callejuelas de la capital. Más aún, mientras los alemanes ocuparan la ciudad, la vida de los parisinos era su responsabilidad, pero desde el momento en que los aliados entraran a la ciudad, sería su deber garantizar la alimentación de un millón de habitantes.

El plan inicial era rodear la ciudad. Los aliados confiaban en que, sin posibilidad de ser aprovisionados o de retirarse, los alemanes terminaran por rendirse y París fuera recuperada sin combatir. El general Charles de Gaulle, quien había reorganizado el ejército francés, pero no tenía ningún control sobre los movimientos de las tropas, estaba en contra de la idea. Su principal razón era política: París no sólo debía ser liberada, sino que esa liberación debía ser vista como un logro de sus hombres. Si los aliados se limitaban a asfixiar la capital, los americanos podrían entrar en cualquier momento, instalar su puesto de comando y nombrar un gobierno que les fuera favorable

El 13 de agosto de 1944 los diarios colaboracionistas escaseaban y los oficiales nazis, que el fin de semana anterior todavía se dedicaban a conquistar parisinas, andaban en grupos con los fusiles expuestos. Temiendo que algunos policías decidieran utilizar sus armas para realizar atentados aislados, soldados alemanes visitaron las comisarías de los barrios “problemáticos” e incautaron las armas de dotación.

Esa semana, la familia Peraldi sólo pudo escuchar la BBC, la Radio Nacional había suspendido sus transmisiones.

Un tiro de gracia

Muy pocos parisinos conocían quién era en realidad el hombre que firmaba como ‘Rol’. Algunos habían escuchado hablar de él y casi nadie sabía dónde estaba, pero en la tarde del 18 de agosto su nombre estaba en todas las conversaciones. La Resistencia había pegado por toda la ciudad afiches donde el “Comandante del Gran París” invitaba a todos los habitantes a sublevarse como pudieran contra los ocupantes.


‘Rol’ era en realidad Henri Tanguy, otro sindicalista ex combatiente de la guerra civil española que la víspera del desembarco aliado había recibido la misión de coordinar las fuerzas de la Resistencia en la región parisina. Horas después de su llamado, comenzaron las primeras escaramuzas en las calles.

Una semana después Rol-Tanguy terminó de instalar su puesto de comando en las Catacumbas de París. No era un lugar impredecible, pero los alemanes estaban demasiado ocupados con los combates callejeros. El comandante alemán en París, Dietrich Von Choltitz, había logrado ponerse de acuerdo con algunas de las autoridades francesas para una tregua. Pero ‘Rol’ se encargó de difundir que las personas que la aceptaran traicionaban a Francia.

De Gaulle, sin embargo, estaba de acuerdo. Por un lado, sus informantes menospreciaban la capacidad de combate de la Resistencia; por otro, el tiempo ganado permitiría que al menos un destacamento del ejército llegara a tiempo para los combates y cumpliera con su misión de salvar la capital. El 21 de agosto el general entró a la tienda de campaña de Eisenhower y le dijo que con o sin su autorización y con o sin sus refuerzos, la 2DB tomaría camino de inmediato hacia la capital. Un día después su colega norteamericano autorizó que su Cuarta División de Infantería brindara auxilio a los franceses.

El 23 de agosto el general Von Choltitz, quien no le pasaba al teléfono a Hitler, porque sabía que el führer le preguntaría si ya París estaba ardiendo de acuerdo con sus instrucciones en caso de derrota, ordenó la destrucción del Grand Palais, ocupado por la Resistencia. Mientras tanto, los Peraldi escuchaban en la BBC que la 2DB había entrado en París cuando en realidad se encontraban decenas de kilómetros al sur y eran recibidos con una euforia tal que les costaba trabajo abrirse camino entre los que salían a festejar su paso.

Pero la ayuda aliada nunca llegó. En las calles, una columna de cinco tanques alemanes que avanzaba lentamente por la Rue de Rivoli se estacionó frente al ayuntamiento. Estaban tan seguros de que nadie tiraría, que un oficial se asomó por la escotilla para hablar con su escolta que lo precedía. Entonces se escuchó un disparo, el hombre de la motocicleta cayó muerto al mismo tiempo que el oficial se escondía en su tanque y el cañón comenzaba a girar apuntando hacia el edificio. Los alemanes dispararon una vez mientras los franceses miraban por las ventanas. De repente, retrocedieron.

Curiosamente fue otro tanque la señal definitiva de que los aliados habían entrado a la capital. Al resto de la división le tomaría toda la noche, pero ya las campanas de París habían comenzado a sonar anunciando la liberación de la ciudad. Al día siguiente, Von Choltitz sería tomado prisionero y firmaría el acuerdo de rendición junto a Rol-Tanguy.

De Gaulle no ocultó su molestia al ver en el acta la firma del comandante de la Resistencia. Sabía que en las horas siguientes se definiría quién gobernaría Francia y su proyecto dependía de que ‘Rol’ y sus hombres fueran lo menos notorio posible. Su facilidad para improvisar un discurso memorable, sus 1,93 metros de estatura y su jugada política al incumplir la cita había organizado la Resistencia y mostrarse como único responsable, lo convirtieron en la estrella del desfile que recorrió los Campos Elíseos.

Dos días después el teniente Marcel Peraldi golpeó en la puerta de su casa. Jeanine se unió a la 2DB como asistente social y los dos pertenecieron al mismo cuerpo hasta que Marcel fue declarado desaparecido en acción en Indochina.

París conmemora su liberación

El próximo 25 de agosto se cumplen 65 años de la entrada de las tropas aliadas en la París ocupada por el ejército alemán. Las fuerzas liberadoras entraron en la capitál francesa en 1944, a la cabeza del general Leclerc, jefe de la Segunda División Blindada, bajo el orden de Charles de Gaulle. entonces, la Segunda Guerra Mundial entraba en su fase final.

La ‘Ciudad luz’ está lista para recordar el evento con una ceremonia tradicional en el Hotel de Ville, sede histórica de la alcaldía. Con un desfile militar y una evocación histórica se rendirá homenaje a los liberadores y a los pocos supervivientes, que hoy siguen siendo el símbolo de la resistencia francesa contra los invasores extranjeros.

Por Ricardo Abdahllah / Especial para El Espectador, París

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