Los republicanos siguen saboreando el triunfo electoral del martes con la mirada puesta en las presidenciales de 2012. Para eso, comienza la operación de rehabilitación del ex presidente George Bush, imprescindible para que los conservadores tengan aspiraciones de reconquistar la Casa Blanca.
La delicada operación comienza la próxima semana, cuando se pondrá a la venta el libro de memorias escrito por el ex mandatario y titulado Decision points. Bush defiende en sus páginas los aspectos más criticados de su gestión, incluida la decisión de atacar Irak; reconoce que consideró la posibilidad de aceptar la dimisión de su vicepresidente Dick Cheney y se presenta, en términos generales, como un hombre honesto y sencillo, quizá equivocado en algunas de sus actuaciones como presidente, pero cálido, entrañable y extraordinariamente humano.
Esa es la imagen que el ex presidente tratará de difundir durante la gira por el país que emprenderá en los próximos días para la promoción de su libro. Los republicanos y el propio Bush consideran que este es el momento propicio para salir del aislamiento. El clima político del país ha cambiado y así lo demuestran las recientes elecciones. La guerra de Irak quedó en el olvido y hoy la gente parece más preocupada del paro que de la trasgresión de los principios democráticos cometida durante la anterior administración.
Parece, por tanto, el momento adecuado para rehabilitar al ex presidente y quitarles a los demócratas un argumento para su próxima campaña electoral. Bush es todavía un pasivo dentro de esa fuerza y un flanco aún vulnerable. Un 30% de los que acudieron a votar el martes todavía considera a Bush el responsable de la actual situación económica, por delante de Obama (un 26%) y sólo por detrás de Wall Street.
Rehabilitar a Bush significa, además, rehabilitar algunas de sus políticas que los republicanos quieren hoy seguir, como las rebajas de impuestos que se aprobaron durante su mandato, y rehabilitar a algunas figuras con las que los republicanos quieren contar, como Karl Rove, que ya ha publicado sus propias memorias, y muchos de los nuevos líderes de la Cámara de Representación.
La operación de rehabilitación continuará en los meses sucesivos con la publicación de otros libros de dos de las figuras más controvertidas del anterior Gobierno: Donald Rumsfeld, ex secretario de Defensa, y el propio Cheney. Cheney tiene ya, personalmente y a través de su hija Liz, una gran influencia dentro del Partido Republicano.
Pero su figura es todavía demasiado controvertida como para exhibirla entre otros sectores que no sean el de la militancia conservadora más extremista. Los republicanos necesitan desprenderse de esa imagen radical en los dos próximos años y tienen, por tanto, que reparar la imagen que dejó su último paso por la Casa Blanca. La misión no es sencilla. Los republicanos ya intentaron hacer lo mismo con Richard Nixon y jamás lo consiguieron.
Obama reconoce su responsabilidad en la derrota demócrata
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, salió este miércoles a reconocer sus errores. Admitió que se equivocó y que por esos errores el Partido Demócrata sufrió la fuerte derrota en las urnas el martes. “He sufrido un buen revolcón, pero prometo hacer las correcciones adecuadas para recuperar la sintonía con los ciudadanos”.
Obama se mostró dispuesto a trabajar de la mano con los republicanos, quienes a través de John Boehner, el próximo presidente de la Cámara de Representantes, ya le hicieron saber lo que sigue: “Esperamos que el presidente esté dispuesto a trabajar con nosotros en esas prioridades: limitar el gobierno, limitar el gasto y acabar con la monstruosidad que es la reforma sanitaria”.