Internet es el campo de batalla

La ofensiva informática de los seguidores de Wikileaks contra las empresas que como Visa y MasterCard retiraron su apoyo al portal dieron pie para que en el mundo se comience a hablar de ‘Ciberguerra’.

Rosa Jiménez Cano/Especial de ‘El País’ de España
11 de diciembre de 2010 - 08:59 p. m.

El término parece propio de la ciencia ficción: “ciberguerra”. Pero los bandos están muy definidos. Por un lado, Wikileaks, la web que ha difundido las filtraciones de documentos secretos de EE.UU., ha recibido constantes ataques que la han obligado a trasladar el servicio a nuevos servidores; por el otro, las empresas que han roto con la web sufren las iras de los numerosos partidarios de Julian Assange, el líder de Wikileaks.

Como paradoja en esta guerra, los adalides de la libertad de expresión, que dicen luchar contra la censura, a su vez hacen lo posible para silenciar las páginas de empresas como Visa y MasterCard. Muchos contienen la respiración porque nadie está a salvo de las presiones políticas, pero tampoco de sufrir la ira de los internautas, que no requieren ya grandes conocimientos para participar en las refriegas.

Las declaraciones de John Perry Barlo, cofundador de la Electronic Frontier Foundation, una organización sin ánimo de lucro que trabaja para proteger los derechos civiles y la libertad de expresión en el mundo digital, han prendido la mecha: “La primera guerra informática ya empezó. El campo de batalla es Wikileaks”, escribió en Twitter.

¿Es posible que se dé esta circunstancia? Miguel Suárez, experto en seguridad informática de Symantec, cree que ya estamos inmersos en ella: “Y va a ser mucho más común en los próximos años. De hecho, cada vez es más normal que no solo compañías, sino también los Gobiernos recurran a consultores a la hora de definir los planes de protección”.

“Si se diera una ciberguerra se nos haría entender que la red es global, pero causa efecto local. La estrategia ya no es con un ejército, un mapa y una brújula”, indica Antonio Miguel Fumero, investigador de la Universidad Politécnica de Madrid.

Chema Alonso, que se presenta como “un informático en el lado del mal”, opina que los gobiernos se preocupan cada vez más por este factor. Conocido por sus demostraciones públicas, en las que es capaz de entrar en sistemas de seguridad de servicios financieros, cree que la red es un nuevo campo de batalla: “Tendríamos que tener un ejército de internet, igual que lo hay de tierra, mar y aire”.

Tanto EE.UU. como Israel gastan grandes cantidades de dinero no sólo en reclutar expertos sino en adquirir programas para defenderse de agresiones. Es el caso de los programas Día cero (0 days, en inglés), cuyos precios pueden superar el millón de euros. Su valor reside en que son capaces de entrar en computadores con fuerte protección y con los últimos parches de seguridad actualizados. EE.UU. designó un responsable, el “ciberzar”, cargo que desde la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca ostenta Howard Schmidt.

En 2003, Taiwán recibió un supuesto ataque del que siempre culpó a China, sin pruebas, que dejó sin servicio varias infraestructuras básicas como hospitales, la Bolsa y hasta los semáforos. En 2007, Estonia acusó a Rusia de diversas embestidas que alteraron la normalidad de medios, bancos y estamentos gubernamentales. A finales de septiembre, Irán también registró un intento de agresión a su programa nuclear. El programa que se infiltró recibió el nombre de Stunex. Sin un origen claro, el régimen siempre ha acusado a Washington de su autoría.

Esta vez los simpatizantes de Wikileaks y defensores a ultranza de Julian Assange decidieron tomar la justicia por su mano. La denominada Operación PayBack (‘Venganza’, en inglés), ha decidido atacar en primer lugar a la fiscalía sueca, pero también a MasterCard, Visa y Paypal en primer término. Las tres se negaron a seguir teniendo como cliente la página de filtraciones.

El grupo que promueve la acción a favor de Wikileaks es Anonymous. Se organizan a través de un popular foro de entusiastas de la seguridad informática, 4Chan (www.4chan.org). Allí se reúnen varios millones de usuarios y, con un lenguaje propio e incluso un peculiar sentido del humor, debaten cuál será la siguiente víctima.

En su web (http://anonops.net/anonops/Main_Page), que está sufriendo caídas frecuentes, han explicado los motivos y muestran su objetivo en cada momento. El miércoles era MasterCard. Esa misma noche consiguieron hacer que cayera la página web de Visa.

Diego Guerrero, autor del libro Fraude en la red, relativiza el efecto de esta caída: “Es publicitario, para hacer ruido. Echan abajo la web de las tarjetas de crédito, pero no el servicio en sí, que sería delito. Es decir, la gente puede seguir comprando. Sólo generan perjuicio de imagen y económico”.

Los seguidores de Wikileaks más molestos con la detención de Julian Assange no cesan de dar enlaces en Twitter con herramientas para que más internautas se sumen a la acción.

Lo que le está pasando factura a este grupo es, precisamente, la constante demostración de lo mucho que pueden hacer. En la mañana del miércoles celebraron en Twitter el bloqueo de la página de MasterCard. Las consecuencias llegaron poco tiempo después. El sistema cerró la cuenta llamada @Anon_Operation. Los activistas crearon una nueva minutos después. Duró pocas horas en línea. Este cierre, junto con la acusación de censura, han convertido a Twitter en un nuevo blanco.

El sistema de Twitter no ha caído, pero sí que ha sufrido varios intentos de denegación de servicio. Algo parecido ha ocurrido con Facebook tras cerrar la página de estos activistas.

Los actos de apoyo a Julian Assange comienzan a tener eco en el mundo real. Más allá de la ciberguerra, este caso abre el debate sobre el derecho que tienen las compañías para escoger a sus clientes a partir de decisiones oficiales.

Por Rosa Jiménez Cano/Especial de ‘El País’ de España

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