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"No me gusta ver la palabra violación junto a mi nombre"

Primera entrevista de Julian Assange, fundador de Wikileaks, después de salir de la cárcel en Londres.

Joseba Elola/Especial de ‘El País’, Norwich
20 de diciembre de 2010 - 10:00 p. m.

La estancia de Julian Assange en la prisión de Wandsworth contiene una historia inquietante. Un día, a la hora de comer, atacó un plato de arroz cuando, de pronto, notó que algo se quebraba en su boca. Adiós a un diente. Un objeto metálico se lo partió. “No sé si había sido colocado allí o fue un simple accidente”. Al llegar a su celda de aislamiento, envolvió el diente en un papel de color blanco. Salió por espacio de una hora. Cuando volvió a la celda, el diente había desaparecido. “Pronto estará a la venta en Ebay”, bromea el australiano, en la cocina de la mansión de su amigo Vaughan Smith, su protector en suelo británico, el hombre que le ha proporcionado un domicilio en el que pueda estar localizado durante su período en libertad bajo fianza.

 ¿Cómo se encuentra?

Es maravilloso haber abandonado el confinamiento. Me siento muy determinado. He visto que hemos recibido un apoyo a escala mundial, especialmente en Suramérica y Australia, y parece como si todo el mundo  nos apoyara. Pero cuanto más cercano está un hombre al poder, menos predispuesto está a apoyarnos, probablemente porque tienen más que perder. En los últimos diez días hemos visto a gente, incluso cercana al poder, que nos ha mostrado su apoyo.

¿Como el presidente Lula?

Como Lula. Es un caso especial, porque se ha retirado, y eso le permite ser más directo de lo que habría sido. Ya no tiene que rendir ninguna pleitesía a EE.UU.

Varias figuras representativas de la política estadounidense han dicho que había que acabar con usted públicamente. ¿Recibe otras amenazas?

Recibo amenazas de muerte todo el tiempo. Mi abogado las recibe, mis hijos también. La mayoría parecen provenir de miembros de las fuerzas armadas de EE.UU.

¿Cómo fueron esos nueve días en prisión?

Fui transferido tres veces. Primero estuve en las celdas introductorias. Al contrario que otros presos, mi celda estuvo cerrada durante todo este período. Luego me transfirieron al ala Onslaw, que tiene 350 prisioneros y son los que tienen un peligro físico para otros prisioneros o guardas: gente que supuestamente ha sido condenada por delitos sexuales, asesinatos de niños... Yo no podía salir de mi celda, pero muchos presos deslizaban cosas bajo mi puerta. Había mucha curiosidad.

¿Notas, misivas?

Sí. Todos los presos que hay en Wandsworth  están esperando a ser extraditados. Me pasaban actas de extradición norteamericanas. Pero se consideró que seguía siendo muy peligroso para mí seguir en Onslaw por el peligro de que alguien me atacara o me matara. Así que me movieron a la unidad de aislamiento, bautizada eufemísticamente como La Unidad de Cuidado y Separación... donde son enviados los prisioneros más díscolos.

¿Cambiaban las condiciones de una celda a otra?

Sí, cada vez eran más duras. Cada celda tiene una cámara. Cada prisionero está aislado. Hubo días en que  estaba solo en esa unidad. Había pederastas enloquecidos que gritaban toda la noche sobre sus crímenes. El sistema de la prisión era muy “soviet”. Muy burocrático. Para poder hacer una llamada de teléfono había que iniciar procedimientos que duraban una eternidad. Un oficial me entregó una tarjeta en la que había escrito: “Sólo tengo dos héroes en este mundo: Martin Luther King y usted”.

‘The Guardian’ reconstruyó cómo fueron sus días en Estocolmo en agosto, cuando se gestaron las dos denuncias que existen contra usted en Suecia. Dan todo tipo de detalles y en un momento dicen que usted mantiene relaciones, sin usar preservativo, con una persona que estaba dormida...

Es una declaración ante la policía. Un alegato que es falso. Como la mayor parte en este caso.

¿Usted diría que nunca ha violado a nadie?

No me gusta ver la palabra violación junto a mi nombre. Yo nunca he tenido una relación sexual con nadie sin consentimiento.

¿Quién está detrás de toda la campaña de descrédito?

No quiero decir que haya una cadena de órdenes desde Hillary Clinton hasta llegar a un periodista que trabaja en The Guardian, eso es ridículo, las cosas no funcionan así en el mundo real, que es mucho más interesante y sutil. En cada organización o grupo puede haber directrices, pero cada individuo y grupo actúa del modo que percibe que maximiza sus propios intereses. Carreras ambiciosas, fama, mantener y crear alianzas, hacer favores, favores a amigos, parientes o miembros de un mismo partido... hacer las cosas por el miedo, sin que te las hayan pedido... todas esas cosas crean un ambiente.

Por Joseba Elola/Especial de ‘El País’, Norwich

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