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En vía de extinción

El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, coincidió con su homólogo venezolano: la lucha de las Farc debe terminar. ¿Es el final de la historia para la guerrilla colombiana?

David Mayorga
14 de junio de 2008 - 04:26 a. m.

En menos de una semana, la guerrilla colombiana de las Farc recibió dos duros golpes que parecían más puñaladas por la espalda: sus supuestos aliados, los presidentes suramericanos Hugo Chávez Frías y Rafael Correa, se mostraron a favor de un posible final a la lucha del grupo armado.

Era una jugada que se veía venir. Las denuncias del Gobierno colombiano sobre los vínculos de las Farc con Venezuela y Ecuador habían creado un ambiente hostil en las relaciones diplomáticas y comerciales de dichos países.

Según Eric Tremolada, docente investigador en Derecho Internacional de la Universidad Externado de Colombia, era necesario marcar distancias: “Tanto Chávez como Correa quieren demostrar que el socialismo puede llegar al poder sin utilizar la lucha armada”.

Sin embargo, las declaraciones presidenciales no significan la sentencia de muerte para las Farc. En sus palabras, ambos mandatarios se negaron a calificar al grupo guerrillero como terrorista y se reservaron el derecho de intervenir para cuestiones humanitarias, un juego semántico que, en el fondo, mantiene el apoyo en el aspecto ideológico.

“Al declararse neutros, de una u otra manera están reconociendo que hay un sujeto de por medio. Si no lo fueran, deberían rechazar la existencia de un grupo insurrecto que intente derrocar al gobierno legítimo”, opina Tremolada.

A pesar de este caso de “puerta a medio cerrar”, el panorama para las Farc en América Latina se está achicando. Su inclusión en la lista de grupos terroristas por parte de la Unión Europea y E.U., sumado al secuestro de políticos, soldados, policías y extranjeros, ha hecho que esta agrupación pierda el apoyo internacional ganado durante las conversaciones de paz en el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002).

La historia parece repetirse, y las Farc terminarían como otros grupos insurgentes de la región, que nacieron como respuesta a la desigualdad social, económica y política.

En el Brasil de los años 20, el general Luiz Carlos Prestes, junto a un puñado de militares, puso en jaque al presidente Arturo Bernardes. La aventura duró algo más de dos años. Prestes disolvió la famosa columna al comprobar que sus hombres cometieron excesos contra la población que juraron proteger.


Hacia mediados del siglo XX, las guerrillas aumentaron en el continente debido a las dictaduras promovidas por el poder regional: Estados Unidos. Eran los años de la Guerra Fría, cuando el país del norte se disputaba el poderío mundial con la Unión Soviética.

El triunfo de la Revolución Cubana supuso el desafío a este esquema y el apoyo económico y militar a la insurrección armada. Pero el envío de armas, hombres y recursos se detuvo con la desintegración del gigante soviético en 1991. Para Tremolada: “A partir de los 90, cuando Cuba deja de ser donante y tiene que concentrarse en su problemas, todos los conflictos se desactivaron. Si no hay financiación, no hay conflicto”.

Colombia ha sido una excepción a esta regla. Si bien desde finales de los 80 se firmaron acuerdos de paz entre el Estado y los grupos armados, a la ecuación entró un nuevo elemento.

Según Tremolada: “¿Por qué perdura el conflicto colombiano? Porque lo nutre el narcotráfico. Mientras lo siga nutriendo habrá violencia”.

En la Latinoamérica de hoy no se piensa en lucha armada sino en integración regional, y las frases de Chávez y Correa se suman a las pronunciadas por Fidel Castro en los últimos años de su gobierno: la guerra de guerrillas es historia.

Qué hacer sin los mejores aliados

Alfonso Cano, el nuevo comandante de las Farc, tiene un duro trabajo por delante. Sus dos principales apoyos, los presidentes Hugo Chávez y Rafael Correa, acaban de pedirles  públicamente que abandonen la lucha armada porque los movimientos guerrilleros no son posibles en el siglo XX. El anuncio es grave para la organización terrorista pues, según analistas, si Chávez abandona a las Farc, los rebeldes tendrían que replegarse hacia Ecuador, cuya frontera con Colombia es más agreste y porosa. Pero ahora sin Chávez y sin Correa, no se sabe qué van a hacer los guerrilleros. Algunos analistas políticos apuestan por un cambio de estrategia dentro de la organización: la entrega sin condiciones de secuestrados  y un proceso de paz con una supervisión internacional, que garantice el cumplimiento de los acuerdos alcanzados.

El único obstáculo a esta alternativa sería un tercer periodo de Álvaro Uribe en el poder.

Por David Mayorga

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