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Operación Caribe

En 2002, Colombia cerró importantes embajadas en el Caribe. Hoy está regresando a las islas con servicios del Sena, ¿por qué?

Juan Camilo Maldonado T.
16 de junio de 2009 - 11:21 p. m.

A finales de mayo pasó por Colombia Vincent Cerf, subdirector de la compañía Google, mejor conocido como “El padre de internet”. El veterano ingeniero, miembro del equipo que en los setenta creara Arpanet, fue invitado por el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena) para hablar sobre nuevas tecnologías. Su presencia causó revuelo en los medios locales y en todos aquellos amantes de la red que sienten por Cerf una veneración hipnótica.

Pero su  presentación en Bogotá recibió mucho más bombo que una cita virtual que el también jefe de evangelización de Google tenía en Cartagena; se trataba de una teleconferencia con representantes de nueve países del Caribe hispanohablante, convocados por el Sena y la Cancillería, para una jornada de trabajo que hace oarte de una ambiciosa estrategia diplomática que busca fortalecer el regreso de Colombia a la cuenca del Caribe a través del establecimiento de programas de asistencia educativa.

Este  semestre ha sido  particularmente agitado para Colombia en esta región. Tras una sorpresiva y rápida estrategia, el país logró hacerse con la presidencia de la Asociación de Estados del Caribe, organización a cuyas cumbres el presidente Uribe nunca había asistido. Dos meses después, en marzo, la Cancillería organizó una reunión de trabajo en Kingston, Jamaica, con representantes de 16 países caribeños (la mayoría islas), en las que Colombia se comprometió en la transferencia de conocimiento, especialmente en los programas que el Sena maneja relacionados con tecnologías de la información. 

Entre tanto,  el Ministerio de Defensa afianzaba también  su estrategia, y con el viceministro Sergio Jaramillo a la cabeza, adelantó labores de entrenamiento a la fuerza pública de República Dominicana y concretó el envío de 27 policías a Haití, como parte de la misión de estabilización de Naciones Unidas liderada por Brasil.

Los movimientos caribeños del Gobierno sorprenden a todos aquellos que señalan la distancia  histórica existente entre Colombia y estas islas. En las últimas dos décadas, las relaciones con estos países  fueron una prioridad solamente para  la cancillería de Noemí Sanín quien, en 1994, emprendió una infatigable gira por la cuenca, prometiendo proyectos de entrenamiento deportivo y eduación a nombre de Colombia. Así aseguró  los votos de estos países en la Organización de Estados Americanos y logró la elección del presidente César Gaviria como Secretario General de este organismo.

Tras ese brote de apertura diplomática, los países no hispanohablantes de la cuenca volvieron a desaparecer del mapa. Tanto, que en septiembre de 2002,  una de las primeras decisiones del gobierno de Álvaro Uribe fue cerrar “por austeridad” las Embajadas  en  Haití, Barbados, Belice, Guyana y Trinidad y Tobago. Éste  último, uno de los países con más peso dentro de la comunidad de islas anglófonas.

El regreso

“Con el Presidente decidimos que  era importante  que  la representación de Colombia en el Caribe, en vez de darse en términos de embajadas y consulados, se diera en términos de una presencia efectiva del Sena”, explica Darío Montoya, director de la entidad y responsable de la ejecución de la estrategia.

Fue un proceso de lenta maduración que se fraguó en el seno de la misma OEA, con la iniciativa del entonces embajador, Camilo Ospina, el presidente Uribe  y  Montoya. Una alta fuente diplomática en este organismo le confesó a El Espectador que a comienzos de 2007, y viendo el poder que en poco tiempo había adquirido el gobierno de Hugo Chávez entre muchas de estas islas, el Presidente, el embajador y el director del Sena convinieron en que expandir las actividades de esta entidad  sería la mejor manera para asegurar la presencia colombiana entre las islas. 

En ese momento se planteó, incluso, el establecimiento de  “una presencia física de oficinas de cooperación del Sena”, cuenta  Montoya, cuyos planes siguen en marcha.  Jamaica y Haití han solicitado la construcción de sedes de la entidad. Y aunque el canciller Jaime Bermúdez asegura que esto “hasta el momento no está previsto”, Montoya sostiene que el tema “debe quedar andando este año”. Cuenta, además,  que una cementera colombiana con operaciones en el Caribe ha manifestado interés en participar en la construcción del Sena en Haití. “Estamos evaluando y estoy seguro de que aprobaremos algunos de esos proyectos. Son opciones muy buenas para la entidad”, asegura Montoya.


Adicionalmente, y tras las reuniones de este año en Kingston y Cartagena, Colombia se ha comprometido a becar a estudiantes y profesores de la cuenca, darles asistencia técnica en varias áreas, especialmente en tecnologías de la información y comunicación y continuar con la capacitación de estudiantes. Actualmente, 8.000 de ellos  toman cursos virtuales del Sena desde sus lugares de origen.

“Nosotros no tenemos petróleo para regalarles, ni plata para prestarles, pero tenemos el conocimiento del Sena, y eso lo han entendido ellos muy bien”, reflexiona Montoya, haciendo  alusión a la punta de lanza del gobierno de Hugo  Chávez en el Caribe, la petrodiplomacia, estrategia que le ha permitido ganar terreno a través de iniciativas como Petrocaribe y la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA).    

 En 2005, Venezuela estableció un convenio de venta de petróleo  con 14 países caribeños (Haití se sumaría dos años más tarde). Y aunque hoy los precios del crudo y la crisis económica le han diezmado margen de maniobra, Venezuela le ha vendido miles de barriles a los miembros de Petrocaribe a precios bajos, con posibilidades de pago de dos décadas y comodísimas  tasas de interés.

Con Estados Unidos poniendo sus ojos en Medio Oriente, y México, el otro grande del Caribe, inmerso en una  guerra contra las drogas que parece no tener ni límites ni final, Colombia pareció verse obligada a reconocer el error del cierre de sus embajadas y emprender su propia estrategia para reconquistar a un grupo de países con los que poco ha tratado.

“Se dieron cuenta de que  un aislamiento de Colombia del Caribe en medio de la demanda con Nicaragua y con una Venezuela muy protagónica es absolutamente inconveniente, los vecinos no pueden ver a Colombia como un extraño en la región”, afirma Socorro Ramírez, experta en política exterior de la Universidad Nacional y ex miembro de la junta directiva de la Coordinadora de Investigaciones Económicas y Sociales del Gran Caribe.

A esto se suma el entorpecimiento del TLC con Estados Unidos, que ha obligado al país a buscar nuevos socios comerciales, así como el incremento de la utilización de las islas del Caribe como lugares de tránsito para la exportación de cocaína colombiana a Estados Unidos y Europa.

Nada de esto parecía tan claro en septiembre  de 2002, cuando Colombia se despidió diplomáticamente del Caribe. Hoy, tras cuatro años de intensa petrodiplomacia venezolana, Colombia  afina su propia versión en la cuenca: la tecnodiplomacia. 

La aventura caribeña del presidente Chávez

“El Caribe será un mar de resistencia contra el imperialismo de los Estados Unidos”. Con esta frase Hugo Chávez inauguró Petrocaribe, un pacto con 15 países caribeños, asfixiados por los altos precios del crudo.

Con Petrocaribe, Venezuela se comprometió a vender petróleo a los países miembros cobrándoles sólo el 60% del valor del barril. El resto puede ser pagado a una tasa de 1% durante un período de 25 años.

Diariamente son vendidos 56.000 barriles de petróleo a los países del Caribe, en una alianza que esta semana cumplió cuatro años y celebró su sexta cumbre. El objetivo venezolano es conformar una alianza energética latinoamericana llamada Petroamérica.

Por Juan Camilo Maldonado T.

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