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“Latinos en lugares difíciles”

Investigación de una colombiana que prueba cómo el espíritu inmigrante de los latinos se abre paso en el mundo.

Redacción Internacional
04 de agosto de 2009 - 10:57 p. m.

El mundo es ancho y ajeno porque nadie sabe dónde está el destino. A sus 23 años, graduado en Negocios Internacionales de la Universidad de Florida, el bogotano Leonardo González se codea con los grandes ejecutivos del Golfo Pérsico como asesor de finanzas en Dubai. En otra esquina del planeta, en la golpeada Luanda, la arquitecta barranquillera Juliana Ramírez y el ingeniero civil bogotano José Manuel de Uribina ofician como abnegados cooperantes en una cruzada internacional que busca para Angola que cicatricen las heridas que ha dejado la violencia.

Además de su nacionalidad colombiana, los tres profesionales tienen algo más en común: a imagen y semejanza de otros inmigrantes, testifican la inteligencia, la disciplina y el talento de la patria latinoamericana en permanente intercambio. La mayoría de sus pares eligen las grandes capitales del mundo. Pero muchos escogen lugares difíciles. Como el enfermero Germán Angulo, oriundo de Barrancabermeja, pero hoy situado en el cabo de Buena Esperanza, en la lejana Johannesburgo, porque allí descubrió su misión de vida atendiendo a los enfermos de sida.

En el valle de Katmandú, en la mítica Nepal, al otro lado del orbe, otra colombiana enorgullece su presente. A sus 26 años, graduada en comunicación social, María Cristina Pinto Arbeláez está vinculada con el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y en medio de oleadas del hinduismo o el budismo devocional imperantes, despliega su carisma bogotano en las tierras del Himalaya. Lo mismo que acontece con el ortoprotesista Carlos Alberto Delgado, un manizaleño que presta tareas de asistencia a la población minusválida que atiende el CICR en Tiflis, capital de Georgia.

Son más y están regados por el mundo desarrollando nobles o fructíferas causas. La ingeniera civil Elsy Patricia Martínez en Pristina, capital de Kosovo, ayudando a la reconstrucción de un país que despedazó la guerra; Nancy Pulido Villegas, desde hace 20 años en Osaka (Japón), oficiando como traductora para las comunidades de habla hispana; Miguel Antonio Caro, entre Camerún y Egipto, multiplicando su profesionalismo en el sector energético. Como los argentinos, chilenos, venezolanos o peruanos, son latinos en tierras arduas, unas exuberantes pero otras en permanente conflicto.

“Latinos en lugares difíciles”, como tituló su investigación la periodista colombiana que se encargó de encontrarlos. Blanca Marlene Huertas, una corajuda mujer con su propia historia. Antes del 3 de abril de 1996, cuando repartía sus días entre el baile, la literatura y el periodismo económico; y después de esa fecha forzosamente sometida al destino de inmigrante para someterse a un intenso tratamiento en el Centro Internacional de Restauración Neurológica en La Habana (Cuba), tras sufrir un accidente automovilístico que estuvo a punto de dejarla cuadripléjica.

Hoy, 13 años después, con secuelas de hemiplejía, sin movimiento en su mano derecha y un caminar lentísimo pero erguido, Blanca Marlene Huertas hace público su homenaje a quienes como ella un día dejaron su patria latinoamericana, pero siempre llevaron consigo su fortaleza vivencial. Chilenos, uruguayos, salvadoreños, mexicanos, dominicanos, brasileños, en la isla de Chipre, en la isla de Java, en Manila, en Ulsán (Corea), en la neogótica Budapest, en San Petersburgo, en Chad. Nadie es profeta en su tierra y los latinos son una buena evidencia.

Un testimonio vivo del tesón que caracteriza a los nacidos en América Latina, un homenaje a las labores que desarrollan en los lugares más desconocidos de la Tierra, una prueba contundente de que las huellas de los nacidos entre la vasta geografía que abarca desde el río Bravo en México hasta la Patagonia en Argentina, siguen dejando un legado de generosidad y trabajo. Son los latinos en sitios remotos, unidos en costumbres, valores o actitudes de vida, pero dispersos porque el destino terminó por convertirlos en los eternos inmigrantes.

Por Redacción Internacional

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