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“Copenhague es obsoleto”

Faltan 50 días para que comiencen las negociaciones sobre Cambio Climático en Copenhague. Colombia puede crear energía y exportarla, dependiendo de los recursos de cada región, dice Brown.

Juan Camilo Maldonado Tovar
12 de octubre de 2009 - 10:00 p. m.

En un artículo reciente, en el diario The Washington Post, Lester Brown tiene un tono considerablemente positivo. Pese a la lentitud con que la comunidad internacional avanza para crear un nuevo pacto climático este diciembre, en Copenhague, el experto en medio ambiente argumenta que los países están avanzando individualmente a pasos agigantados para transformar sus sistemas energéticos. Celebra, entre otras cosas, que Estados Unidos y China, dos de los más grandes calentadores globales, estén reduciendo considerablemente su consumo de combustibles fósiles (el primero) y desarrollando megaproyectos de energía eólica “nunca antes vistos” (el segundo).

Se trata de una buena noticia para un hombre que durante décadas ha dedicado todas sus energías a establecer los mecanismos más eficientes para evitar el calentamiento global y de manera paralela reducir la pobreza. Esta semana, el director del Earth Policy Institute dio una conferencia virtual en Bogotá, durante el Segundo Congreso Internacional de Medio ambiente, donde presentó Plan B 3.0, su más reciente libro, en el que propone una hoja de ruta para “salvar nuestra civilización”.

Hace unas semanas, en Nueva York, los líderes del mundo prometieron grandes cambios de cara a la nueva conferencia sobre cambio climático que se llevará a cabo en Copenhague, Dinamarca, y que remplazaría el Tratado de Kioto, ¿qué tan en serio toma usted sus declaraciones?

Las cosas más importantes que están pasando en el mundo no están relacionadas con las negociaciones internacionales. En los EE.UU. hemos cortado las emisiones 9% en los últimos dos años. Parte por la recesión económica, pero en parte también por el incremento en la eficiencia y la sustitución del carbón por la energía eólica. Muchas cosas están pasando de las que los estadounidenses no son conscientes.

¿Lo saben los negociadores que van a Copenhague?

Tampoco. Ellos, al igual que nuestros congresistas, están pensando en el pasado. Por ejemplo, nuestro Congreso habla de cortar las emisiones de carbono en un 17% para 2020, cuando ya lo hicimos en un 9%. Otro ejemplo: en nuestro país estamos muy cerca de declarar una moratoria en plantas de energía nuclear. Y los líderes de ese movimiento, los miembros del Sierra Club, nunca dijeron “eliminaremos las plantas de energía nuclear si China lo hace y si India lo hace”. No, ellos sólo lo hicieron porque es lo que mucha gente en este país quiere que pase, no porque era el fruto de unas negociaciones internacionales.

Así que el mundo está yendo más rápido que los líderes en Naciones Unidas…

Exacto.

¿Qué fuerzas están causando que las sociedades reduzcan sus emisiones de dióxido de carbono?

Es una mezcla entre cambio climático, los problemas de salud causados por la polución de las plantas de energía y las oportunidades de inversión que aparecen con las tecnologías verdes. Wall Street ve demasiado riesgo en las inversiones en plantas de carbón porque todo el mundo sabe que en algún momento en el futuro va a haber un precio a las emisiones. Y esa incertidumbre no es atractiva para los inversionistas. Por eso ahora están poniendo su dinero en las granjas eólicas. La inversión dura para siempre, mientras que en una mina o en un pozo de petróleo las reservas eventualmente acaban.

Así que las tecnologías verdes son un elemento seductor y viable dentro del mercado…

Sí. De hecho, en 2008, por primera vez la inversión global en energía verde excedió a la inversión en combustible fósil.

Y si así vamos bien, ¿por qué se invierte tanta energía en las negociaciones de Copenhague?

Buena pregunta. Las negociaciones en cierta manera son obsoletas. Aunque no digo que no vayamos a Copenhague. Pero no deberíamos asumir que Copenhague va a salvar a la civilización. Tenemos que ir más allá.

El desbordante crecimiento de China genera desequilibrios en muchos niveles, ¿le cree al presidente Hu Jintao cuando promete reducir “considerablemente” sus emisiones?

No sé qué querrá significar en términos de emisión de carbono. Pero sí sé que China está llevando la energía eólica a estadios nunca antes vistos: cerca de dos terceras partes de los calentadores solares de agua están en China y el país es el más grande fabricante de celdas solares. Se han movido rápidamente a la vanguardia.

A Estados Unidos le reprocharon que no asumiera un liderazgo frente a la reducción de las emisiones. En la era Obama, ¿tenemos razones para pensar que el país cambiará su política, transformará sus leyes, ratificará un nuevo tratado y cooperará más con el resto del mundo?

Creo que el liderazgo de EE.UU. es importante, pero no depende de su legislación. En Estados Unidos ya tenemos una reducción del 9% de emisiones y muchas quedan establecidas en políticas públicas. Por ejemplo, Barack Obama anunció en mayo los nuevos estándares de eficiencia de combustible para carros. Esa eficiencia debe subir en un 42% para 2016. También se establecieron estándares de eficiencia para los electrodomésticos. Una de las cosas que la gente no sabe es que durante los últimos años la administración de Bush nunca convirtió las leyes sobre eficiencia de electrodomésticos en regulaciones que pudieran ser usadas por la industria. Una de las cosas que hizo Obama a penas llegó a la Casa Blanca fue ordenar al Departamento de Energía que empezara a emitir regulaciones basada en las leyes anteriores y en las nuevas, incluidas en el paquete de estímulo. Así que veremos mucho progreso en estas áreas. También veremos una más rápida transición a carros eléctricos y de energía eólica. Yo creo que para 2020 vamos a estar andando en ellos.

China ha propuesto que los países industrializados donen el 1% de su PIB a un fondo de US$300 mil millones anuales para mitigar el cambio climático, ¿en qué regiones y en qué programas invertiría usted ese dinero?

La región prioritaria debería ser África Subsahariana y el subcontinente indio. Me enfocaría en estabilizar la población y erradicar la pobreza. Porque si el crecimiento continúa en esos países, no habrá solución humana al otro problema. Para eso tenemos que invertir en educación para garantizar que niños y niñas tengan al menos educación primaria. Y luego invertir en vacunas y en salud. Brasil es un modelo: en un programa, las mujeres que mantienen a sus hijos en la escuela reciben mensualmente un pago por esto.

Usted plantea en su libro que hay un hilo directo entre la pobreza, el subdesarrollo y el calentamiento global, ¿en qué consiste?

Los cuatro componentes del Plan B son estabilizar el clima, estabilizar la población, erradicar la pobreza y restaurar los sistemas de apoyo de la tierra: los bosques, los suelos, etcétera. Estas son metas interdependientes; probablemente no alcancemos una de ellas sin alcanzar las otras. Si no podemos estabilizar a la población, no podremos estabilizar el clima. Y si no podemos estabilizar el clima, las cosas se van a salir de control y no vamos a poder erradicar la pobreza. Por ejemplo, es necesario que incrementemos los niveles de educación en la población femenina, y por esa vía reducir el tamaño de las familias y lograr así un ciclo positivo que se retroalimente a sí mismo una vez lo pongamos en marcha.

Usted compara este momento de la historia con los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, ¿cómo debería acomodarse nuestra economía de cara a la catástrofe climática?

Es interesante, porque los Estados Unidos evitaron involucrarse en la Segunda Guerra y no fue sino hasta los ataques de Pearl Harbor, en diciembre 7 de 1941, que declaró la guerra. En su discurso del estado de la unión, el presidente Roosevelt estableció las metas de producción de armas y propuso construir 45 mil tanques, 60 mil aviones y varios miles de barcos. La gente estaba asustada por esos números: seguíamos en crisis económica. Pero el gobierno cayó en la cuenta de que la capacidad industrial más grande de Estados Unidos era la industria automotriz. Así que los llamó y les dijo que contaba con ellos para cumplir con las metas de producción de armas. Ellos le dijeron que lo intentaría, pero que lo veían difícil porque tendrían que seguir vendiendo carros. Y él les dijo: “Ustedes no entienden, la venta de los automóviles privados queda prohibida”.

Y hoy, ¿qué deberíamos dejar de producir y a qué sectores económicos deberíamos buscar para lograr el desarrollo de todo el “armamento” verde que necesitamos?

Tenemos tanto exceso de capacidad en la industria automotriz, que podemos convertir esa capacidad en la producción de turbinas de energía eólica, por ejemplo. Podríamos así producir todas las turbinas necesarias para lograr que el 40% de la energía mundial provenga del viento. Tenemos que construir entre un millón y un millón y medio de turbinas de acá a 2020. El mundo construye 65 millones de carros al año, así que tenemos toda la capacidad.

Sigue entonces siendo la industria automotriz la indicada para este trabajo…

Podrían ser ellos. Pero también podría ser alguien más que compre las plantas ociosas y las convierta en fábricas de turbinas de viento. Lo interesante en la Segunda Guerra Mundial es que la economía se transformó en cuestión de meses. Y si pudimos hacerlo en ese momento, podremos hacerlo ahora.

¿En qué van hoy los esfuerzos para frenar la deforestación en las áreas selváticas, como el Amazonas?

Una cosa que tenemos que tener en mente es que la deforestación en cualquier lugar afecta a la gente de cualquier lugar. Todos los países tienen que trabajar contra la deforestación y la reforestación. Lo que han descubierto países como China o las Filipinas es que el valor de los árboles sembrados en términos del poder que tienen para controlar inundaciones es tres veces más valioso que el valor de su madera. Ellos usaron esa justificación económica para prohibir en el orden nacional la tala de árboles. China descubrió una verdad fundamental. Tenemos que empezar a pensar la deforestación como un problema de nuestra civilización, no de un país en particular. Y eso significa establecer un fondo mundial para compensar a los países por no deforestar, especialmente en el Trópico.

En su libro también elogia al ex alcalde de Bogotá Enrique Peñaloza…

Enrique Peñaloza tenía una visión: diseñar una ciudad para las personas, en vez de carros. La mayoría de ciudades en los Estados Unidos han sido diseñadas para los automóviles. Peñaloza se merece mucha atención por las docenas de ciudades que están adoptando sistema de buses rápidos para incrementar la velocidad y reducir la congestión del tráfico. Ha sido una grande contribución que Colombia ha hecho al mundo.

A veces uno como ciudadano siente que esos planes no fueron sostenibles y que los carros han ganado de nuevo terreno…

A veces se dan dos pasos adelante y uno para atrás. Pero lo que estamos viendo globalmente es que la gente está repensando la vida urbana. Hay un movimiento para cultivar en las ciudades, utilizar las azoteas y los techos para eso, crear comunidades dentro de las ciudades para hacer que la vida urbana sea placentera, estamos viendo eso en todos los Estados Unidos. Las cosas están empezando a pasar muy rápido.

¿Qué puede hacer Colombia en este escenario?

Colombia tienen tres recursos renovables básicos: viento, energía geotérmica y solar. Así que pueden crear energía y exportarla, dependiendo de los recursos de cada región. Como todos los países, deberá buscar convertirse en autosuficiente y cortar la dependencia externa de los combustibles fósiles.

Por Juan Camilo Maldonado Tovar

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