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Los nuevos colores de la migración

América Latina se convirtió en el nuevo destino de senegaleses, congoleños y chinos.

Nicolás Cuéllar Ramírez / Buenos Aires
18 de noviembre de 2009 - 11:22 p. m.

El barrio Once, uno de los lugares más transitados de la capital argentina, espacio tradicional de la comunidad judía, es una muestra de la Torre de Babel en que se ha convertido este país al sur del Continente. Allí pululan numerosos supermercados chinos y coreanos, vendedores paraguayos que ofrecen ropa en la calle y recientemente los africanos que tras recorrer las calles de Buenos Aires vendiendo gafas y bisutería, llegan a sus residencias en esta zona que han comenzado a llamar “Pequeña Dakar”.

A varios metros de allí en la Villa 31, barrio de la ciudad porteña, la situación es semejante, pero con un color más local. Éste, el asentamiento más poblado de Buenos Aires, es el hogar de miles de paraguayos, bolivianos y peruanos que emigran hacia Argentina en búsqueda de mejor suerte. Según datos de la oficina de migraciones, el 50,6% de los cerca de 30.000 residentes de este sector de Buenos Aires nació fuera del país.

Argentina es el mejor ejemplo de lo que viene pasando en América Latina desde hace un par de años. Según datos oficiales, actualmente este país suramericano es el hogar de 1,5 millones de extranjeros. Recibe no sólo paraguayos, bolivianos y chilenos, sino que también aumenta la presencia de norteamericanos, europeos, asiáticos y africanos, particularmente de República Democrática del Congo y Senegal.

Brasil no es ajeno a la nueva migración. Según datos del Comité Nacional para los Refugiados brasileño (Conare), los africanos ahora son el mayor grupo de refugiados y representan el 65% de los que solicitan asilo en el país. Durante la década de 1990, muchos angoleños escaparon de la guerra civil y se establecieron en la ciudad brasileña de Río de Janeiro. Ahora, un creciente número de inmigrantes de la República Democrática del Congo que huye de la violencia y la guerra civil en su país busca asilo en Brasil, el país con la mayor población negra fuera de África. “El proceso de adaptación es positivo. Para los africanos es más fácil por esta herencia cultural”, resaltó Carolina Montenegro, de la Conare.

Ciudadanos de Somalia y Etiopía prefieren llegar a México y América Central en barcos de carga, para luego viajar a Estados Unidos. El año pasado, más de 600 africanos pasaron por el centro migratorio de Tapachula, una ciudad cerca de la frontera sur de México, tres veces más que en 2007.

Actualmente más de 3.000 inmigrantes africanos viven en Argentina, por encima de las pocas decenas que había ocho años atrás. La cantidad de personas que buscan asilo aumentó abruptamente, a cerca de 1.000 solicitudes por año, y un tercio son africanos, que llegan a la región en condiciones muy duras, escondidos en barcos, en viajes que por lo general tardan cerca de un mes.

Tras permanecer ocultos en un barco sin comida, deben nadar hasta las costas para terminar su odisea. La gran mayoría llega a los puertos de Buenos Aires y Rosario. Otros lo hacen por avión, a Brasil, tras lo cual ingresan ilegalmente a Argentina. En los últimos dos años, 800 africanos, 700 de ellos de Senegal, se acercaron a pedir refugio a la Comisión Nacional para Refugiados. Sin embargo, se desconoce cuántos permanecen en la clandestinidad.

Algunos africanos que llegaron ilegalmente logran trabajar como músicos y unos pocos juegan fútbol profesional para clubes locales, pero la mayoría se gana la vida vendiendo joyas en las calles de Buenos Aires. Se concentran en los alrededores del Obelisco, en donde se reúnen para salir a negociar su mercadería.

Así lo hacen a diario Alioune, Serge, Moustafa, Salif, Mamadou. Casi todos ellos nacieron en Senegal y relatan que hoy son más de 2.000 los que viven en Argentina. “Casi todos entramos por Brasil, porque nos resulta fácil conseguir una visa y viajar a São Paulo. Después entramos por la frontera, clandestinamente”, cuenta Alione Ndiouje, de 27 años.

La situación es explicada por Carolina Podestá, de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), quien afirma que “como consecuencia del endurecimiento de las políticas migratorias de los países europeos, la Argentina y otros países suramericanos se convirtieron en uno de los destinos favoritos de las personas que escapan de conflictos étnicos, persecuciones o, simplemente, de la hambruna”.

Los propios inmigrantes africanos reconocen la situación. “Sé por amigos que fueron a Europa que ahora está muy duro allá. Por suerte, Argentina es un país de inmigrantes”, relata Alioune.

La presencia de chinos también aumenta de manera preocupante. Según la Dirección de Migraciones, en el país existen más de 70.000 chinos, casi todos ellos de la provincia más pobre de ese país, Fujian. De allí viene Jicong Zheng, quien a los pocos días de pisar Buenos Aires en 1992, se autobautizó con el nombre de Óscar. Como él, muchos se dedican al negocio del autoservicio. En la ciudad existen más de 5.000 supermercados chinos que son inspeccionados de cerca por las autoridades argentinas, pues la gran mayoría se encuentra en Argentina de forma ilegal.

La ruta africana

Algunos inmigrantes hacen viajes épicos  a través de varios países para encontrar un nuevo hogar.  Mohamed Ahmed Hassen, de 31 años, un conductor de camiones somalí, le contó a Reuters que vendió su propiedad para costear su traslado. Viajó a través de Kenia y Tanzania hasta Mozambique, donde pagó US$1.500 a un traficante para que lo llevara en barco a São Paulo. “No sabíamos si era de día o de noche. No teníamos relojes para ver la fecha. Sólo sabíamos que habíamos estado ahí por mucho tiempo”, relató. De Brasil fue a Colombia y luego en bote a Panamá, después a Costa Rica, Nicaragua y finalmente a Guatemala, donde fue detenido y ahora está buscando asilo.

Por Nicolás Cuéllar Ramírez / Buenos Aires

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