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“Europa está sonámbula”

El escritor y sociólogo francés dice que el Viejo Continente es un éxito económico, pero un verdadero fracaso político.

Juan Cruz / Especial de El País de España para El Espectador
06 de febrero de 2010 - 10:00 p. m.

Es muy estimulante sentarse en la misma mesa que Edgar Morin, el sociólogo francés, uno de los intelectuales más hondos y agudos del mundo. Tiene 88 años y se preparaba para viajar a Brasil. Empezamos hablando de los contrastes que hay entre el continente al que iba a dirigirse y esta vieja Europa sobre la que tanto ha reflexionado.

Se va a Brasil. Ahora América parece más vital que Europa. ¿Qué le pasa a Europa?

Sí, hay un contraste entre la vitalidad de varios países de América Latina y lo que sucede en Europa. Allí hay vitalidad para plantear los problemas, e incluso para resolverlos, mientras que aquí todo parece estar en letargo, como si Europa sufriera una esclerosis. Yo esperaba de Europa un renacimiento, un renacimiento intelectual, político y social. Y lo que tenemos es una regresión que impide buscar el camino del porvenir.

¿Y qué pasó?

No debemos olvidar que desde su origen la idea europea, heredada de la Segunda Guerra Mundial, era la de acabar con el suicidio europeo. Se hacía una unión para acabar con las guerras. Y el núcleo de esa idea eran Alemania y Francia, los enemigos principales. Y cuando se puso de manifiesto la defensa de la unidad, los propios poderes se resistieron. Los nacionalismos impidieron la construcción de una especie de confederación. Pero hubo un despegue económico y Europa hizo su construcción sobre una base económica...

Positivo, al fin y al cabo...

Sí, pero empeñó el desarrollo de una comunidad política.

Y esto hace que hoy tengamos dificultades para hacer una política común.

No hay más que verlo. Ante la cuestión de Israel y Palestina, así como sobre varios asuntos mundiales, la impotencia de la Europa política y militar es absoluta. La guerra de Yugoslavia acabó con la intervención de EE.UU.; Kosovo se arregló más o menos bien con la intervención norteamericana... Eso significa la impotencia total de la Europa política, y esto es un fracaso. Así que ahí tenemos a Europa: un éxito económico, un fracaso político.

Al que contribuye la desintegración de la izquierda.

Había en Europa un pueblo de obreros, de campesinos, de intelectuales, que se sentía de izquierdas. Pero ahora se ha desintegrado la cultura de la izquierda. Y esto es una crisis terrible porque pone de manifiesto la falta de renovación de un pensamiento que diagnostique los tiempos actuales.

¿A qué da lugar este fracaso de la izquierda?

Esta crisis permite el éxito de Berlusconi o de Sarkozy... Pero si hay una izquierda con vitalidad, todavía, ésa es la que hay en España... A mí Zapatero me ha parecido un hombre muy valioso, pero temo que la crisis haga pagar al Partido Socialista.

Usted dijo que se sentía pesimista en relación con lo que sucede en el mundo. ¿Qué pesa más en usted, el pesimismo o el optimismo?

La impresión que tengo es que, para buscar soluciones a lo que sucede, encuentro mentes más dispuestas en América Latina que en Europa.


Publicó usted en ‘Le Monde’ y ‘El País’ una especie de manifiesto, ‘Metamorfosis’, en el que cifraba sus esperanzas de cambio. ¿Cómo debe manifestarse esa esperanza en Europa?

Esa esperanza se cifra en que Europa se despierte. Pero está más sonámbula que despierta.

En 1987, su idea era que Europa fuera la catalizadora de un concepto cuyo único enemigo era la desunión. Pero ahora prosperan los particularismos.

Sí, es evidente que hay muchas regresiones nacionalistas. Mire lo que sucede en Holanda, que era un país de tradicional tolerancia. ¡Ahí se ha producido una reacción nacionalista terrible! Y observe lo que sucede en Francia con los inmigrantes sin papeles. ¡Eso no podía ocurrir en el pasado! Los factores más regresivos de Europa tienen que ver con la cerrazón étnica, nacionalista y religiosa. Mire lo de Suiza, con la prohibición de los minaretes, ¡como si fueran un peligro!

Así se presenta el Islam.

Aquí hay Islam. Hay un Islam europeo. Hay un Islam europeo en Alemania, con los turcos; hay un Islam europeo muy antiguo en Bosnia-Herzegovina y Kosovo, y todos esos países que eran del antiguo imperio turco... En España hubo un Islam durante ocho siglos, y también lo hubo en Europa, con la dominación turca... Así que hay un Islam europeo. ¿Qué sentido, pues, tiene no reconocer a Turquía? Mucha de la resistencia proviene de la idea de que Europa es algo así como una propiedad del cristianismo... La democracia no es cristiana: viene de los griegos; la ciencia no es cristiana; la técnica no es cristiana; la Europa moderna no es cristiana.

¿Cree usted que estamos en un momento de fracaso de la idea de Europa?

Estamos en un momento de fracaso de la ambición política y cultural, pero ante un cierto éxito económico y de las mentalidades. Porque antes había un gran desprecio de los franceses hacia los alemanes, y viceversa; y una visión estereotipada de los franceses hacia los italianos, del mismo modo que había visión de los españoles como gente que siempre andaba tocando castañuelas... Ya no existe una actitud belicosa o agresiva entre los europeos; curiosamente, esa actitud belicosa se da ahora contra los magrebíes, africanos y otros... Pero entre europeos ya es otra cosa. Así que no es un fracaso total.

Quedan todavía elementos de utopía.

Utopía... Antes de la Segunda Guerra Mundial la utopía era hacer una Europa común; para que se hiciera fue necesario arrastrar un peligro muy grande. Ahora ya ve lo que ha pasado en Copenhague, en la cumbre del clima: no se ha avanzado quizá porque los políticos no han visto aún un peligro demasiado fuerte. Parece como que, si no hay riesgos, no se reacciona...

Curioso que sean los peligros los que obliguen a las soluciones...

Es lo que decía el poeta Hölderlin: “Donde crece el peligro crece también la salvación”.

Por Juan Cruz / Especial de El País de España para El Espectador

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