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Stanislaw Dziwisz, cuarenta años al servicio del Papa

Quien fue secretario personal de Juan Pablo II está de visita en Bogotá compartiendo sus experiencias.

Diego Alarcón Rozo
19 de febrero de 2010 - 08:12 p. m.

En la tarde del sábado 2 de abril de 2005, Stanislaw Dziwisz miró a través del velo de la ventana papal hacia la Plaza de San Pedro. “Así mueren los hombres santos”, dijo para sí al ver a la multitud rezando. Oraban ya no por la pronta recuperación de Juan Pablo II sino para amenizar su tránsito hacia el paraíso. La muerte era inminente y el Papa la estaba esperando. Esa mañana había reunido a sus colaboradores para decir adiós mientras “todos hacían fila para besar su mano”. Después pidió que lo llevaran a su cuarto y que su agonía fuera acompañada por la lectura en voz alta del Evangelio según San Juan: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios…”.

Stanislaw Dziwisz se encargó del ritual de la Unción de los Enfermos y esperó pacientemente hasta el último respiro. Relata que recostado el Papa sonrió al escuchar las oraciones de los feligreses de la plaza y que el Sumo Pontífice estaba contento de morir. Agonizante, Juan Pablo segundo pidió a Dziwisz tomar asiento y con una voz muy tenue, apenas si lo podía escuchar, comenzó a dictarle su última carta: “Soy feliz, séanlo también ustedes. No quiero lágrimas. Recemos juntos con satisfacción. A la Virgen confío todo felizmente”.

El último de sus servicios, después de estar por más de 40 a las órdenes de Karol Wojtila, a quien la Iglesia en 1978 nombraría Juan Pablo II, lo prestó durante el funeral. Ese día se encargó de poner un velo blanco sobre el rostro del Papa. Ya han pasado casi cinco años desde entonces, pero la gente parece ver en sus manos, grandes y gruesas, la estela que dejó aquel Papa en la tierra. En su visita a Bogotá, que forma parte de un congreso que la Universidad Sergio Arboleda organiza en honor al legado de Juan Pablo II, Stanislaw Dziwisz es el invitado más ilustre. Los creyentes lo rodean todo el tiempo, algunos emocionados casi al borde del llanto, y piden por una bendición o se inclinan para besar su anillo.

Ayer, Dziwisz estuvo a cargo de la conferencia inaugural del evento. Compartió algunas de las experiencias vividas al lado del el máximo jerarca de la Iglesia, incluida la del atentado de 1981 y de la reciente liberación de quien intentó asesinar a Juan Pablo II,  Alí Agca. “Dice que es elMesías, creo que algo no anda bien en su cabeza”.

Dziwisz, quien hoy es  Cardenal de Cracovia, Polonia, considera que el proceso de canonización de su antiguo jefe ha sido rápido pero riguroso, aunque aún desconoce cuándo será declarado Santo. “Hay razones de sobra para otorgarle este título”.   

Por Diego Alarcón Rozo

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