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“En el socialismo no cree ni Castro”

Entrevista de El Espectador con el disidente Guillermo Fariñas.

Diego Alarcón Rozo
20 de marzo de 2010 - 09:00 p. m.

Después de 24 días de huelga de hambre y sed, el dolor de cabeza ya hace parte de la cotidianidad de Guillermo Fariñas, como si se tratara de una característica innata de su cuerpo. No obstante, lo que sí le resulta extraño últimamente es que a veces, cuando se mueve o se levanta, pierde la vista por algunos segundos. “Debo ser honesto, la asistencia médica que me han brindado ha sido de excelencia”, dice Fariñas al otro lado de la línea, desde la cama 8 de la sala de terapia intensiva del hospital Arnaldo Millán.

Hace diez días lo trasladaron desde su casa en la ciudad cubana de Santa Clara hacia el hospital. Hoy todavía no prueba alimento, pero por sus venas, a través de sueros, circulan todas las sustancias que los doctores han escogido para que su organismo funcione aunque sea a bajas revoluciones. Si muere, no teme dejar a su hija Dios Ángeles (8 años) sin padre. “Ella algún día entenderá que la patria está por encima de cualquier otro amor”.

En medio de su estado, al que los médicos se refieren como “grave pero estable”, Fariñas dedicó algunos minutos a hablar de su situación, de sus tiempos de preso político, del régimen cubano y de la política en América Latina. Hugo Chávez está muy lejos de sus amores.

¿Los médicos le han dicho cuándo podría salir del hospital?

No, los médicos están tratando de mantenerme estable. De enviarme hacia la casa, cosa que no han planteado en ningún momento, regresaría a la misma posición: huelga de hambre y sed hasta que tenga que ser ingresado de nuevo.

Usted está completando la vigésimo tercera huelga de hambre en su vida. Después de 23 huelgas, ¿qué es lo que ha logrado con ellas?

Creo que la huelga de hambre es un método de lucha desesperado, con el que se buscan varios objetivos: el primero es llamar la atención sobre un tema determinado. En segundo lugar, buscar que la opinión pública nacional e internacional se sensibilice a favor del huelguista. En tercer lugar, también apunta a que los represores, a pesar de lo que puedan decir por los medios de difusión, comiencen a respetarte y las personas que están en la frontera entre los represores y los reprimidos comiencen a admirarte.

¿Usted cree que el balance después de todas estas huelgas ha sido positivo?, ¿ha alcanzado sus propósitos?

Yo pienso que sí. Todo hombre o mujer en este mundo trae una tarea concreta. En este caso, pienso que el hecho de lograr que la huelga de hambre saliera de las prisiones cubanas hacia las calles, la ha convertido en un método de lucha muy eficaz de la disidencia cubana.

¿En este momento cuál es la situación legal de Guillermo Fariñas?

La última vez fui condenado a 6 años y 10 meses de privación de libertad, el 17 de octubre de 2002. En 2009 cumplí mi condena. A no ser que seamos los protagonistas del libro 1984 y haya un ministerio para reescribir la historia. En este momento, que yo sepa, no le debo nada a la justicia.

¿Es diferente la Cuba de Fidel Castro a la de Raúl Castro?

Sí. Ha cambiado en algo, para peor. Fidel Castro es un tirano, al tiempo que es un intelectual. Raúl Castro es un tirano, pero es un militar. Cuando Fidel Castro mandaba de manera absoluta veía a Cuba como su hacienda particular. Raúl Castro considera que Cuba es su cuartel particular.

¿Usted conoció a Orlando Zapata Tamayo?

Sí, personalmente. Es muy paradójico porque Orlando Zapata se acercó a la disidencia para combatirnos. Él era plomero en Hotel Parque Central, que se encuentra en plena Habana Vieja, y nosotros hacíamos, entre los años 99 y 2000, reuniones en el Parque Central. A Zapata, como miembro de la Unión de Jóvenes Comunistas se le dio la tarea de refutar todo lo que debatíamos con las frases manidas de la revolución. Cuando un grupo de presos políticos le mostraron cómo tenían bayonetazos, mordiscos de perros o balazos y le contaban cómo habían sido torturados, él indiscutiblemente, que era una persona honesta, comenzó a girar hacia nosotros y fue capaz en el seno de su comité base de asegurar que todo lo que se decía respecto a la Revolución Cubana era una gran mentira.

¿Cuando estuvo preso fue víctima de maltrato en la cárcel?

Sí, cómo no. En la prisión de Valle Grande en La Habana, recuerdo que una madrugada fui sacado de mi celda. Me amarraron de manos y pies y los guardias del penal me comenzaron a dar bastonazos y a bañarme con agua. Me desmayé. Cuando recobré el conocimiento y no me había sometido a gritar las consignas comunistas que ellos querían, se me introdujo el bastón por el ano, lo que me produjo grandes problemas intestinales. Tuve que ser operado en el Hospital Nacional de Reclusos.

El disidente Félix Bonné aseguró que de morir usted, él continuará con el ayuno...

Tengo el gran honor de ser su amigo. Pienso que estamos ante una rebeldía pacífica y aunque no estamos de acuerdo con que muera un hermano de la calidad humana de Félix Bonné, nosotros respetamos su posición. Si fallezco y él determina seguir el camino, indiscutiblemente contribuirá a la causa de la democracia cubana, de la libertad y de la idea definitiva de la refundación de Cuba.


¿Después de más de 20 días de dolencias y atención hospitalaria la idea de levantar la huelga pasa por su cabeza?

Todos piden que deponga la lucha, porque ya se han logrado varios objetivos importantes. No obstante, creo que todo ser humano tiene momentos históricos a los tiene que enfrentar. A mí en lo personal se me ha dado el momento de demostrarle al mundo y a todo el pueblo de Cuba que soy un verdadero patriota, que soy capaz de morir por mis ideas de manera pública y abierta. Creo que eso desenmascararía al régimen totalitario que oprime a mi país. Por tanto, no pienso dejar pasar esta oportunidad.

Usted asegura que con esta huelga ha logrado varios objetivos. ¿Cuáles son?

El primer objetivo que se ha logrado es que finalmente la Unión Europea tomó una posición de condena y repudio frente a la violación de los derechos humanos en Cuba. Creo que otro objetivo que se ha logrado es que la falsa unanimidad en América Latina se ha roto. Hugo Chávez, Luiz Inácio Lula da Silva, Daniel Ortega, Evo Morales y Rafael Correa han quedado aislados, puesto que el resto de países de la región se están pronunciando. La izquierda radical en América está quedando desviada.

El presidente Lula estaba en Cuba cuando murió Zapata y aseguró que no podía ser posible que los presos entraran en huelga de hambre para pedir libertad...

Lula da Silva, en primer lugar, es un gran oportunista. De ninguna manera puede descalificar porque, quiéralo él o no, Zapata entró en el grupo de los grandes hombres. Lula tiene las manos tan manchadas de sangre como Fidel y Raúl Castro, porque no suspendió su visita. Fue una gran metedura de pata cuando comparó a Zapata Tamayo, un preso de conciencia reconocido por Amnistía Internacional, con los bandidos de São Paulo.

Usted nombró hace un momento a varios presidentes de la región. ¿Cuál es su preocupación por la línea política de estos mandatarios?

Ustedes los colombianos son la primera línea de combate contra el totalitarismo, para evitar que la izquierda radical se afiance en América Latina. Aquí hay un caudillo totalitario que está desapareciendo, pero hay otro que está muy cerca de ustedes: Hugo Chávez. Sepan que con los tiranos y los aspirantes a tiranos no se negocia, se les aísla.

Ya que toca el tema de Colombia. ¿Usted qué opina de la lucha armada y de un grupo guerrillero como las Farc?

Los guerrilleros de las Farc llevan su nombre porque es una tradición. Sin embargo, hoy estamos hablando de narcotraficantes que usan el nombre de la guerrilla para politizar su labor delincuencial.

¿Cree que la economía cubana debe dar un paso hacia la economía de mercado?

Soy partidario del pluripartidismo. Para la parte económica creo que la mejor solución sería la de realizar un referendo supervisado internacionalmente para que sea el pueblo cubano el que diga qué tipo de régimen económico es el que quiere tener.

¿Usted todavía cree en el socialismo?

No. Pienso que en el socialismo y en el comunismo ya no cree ni el propio Fidel Castro.

Historia de una disidencia

Guillermo Fariñas comenzó a ser desconfiable políticamente en la Facultad de Psicología de la Universidad Central Marta Abreu de Cuba. Se le identificaba como un estudiante crítico, un desafiante admirador  de Sigmund Freud cuando desde la academia toda la teoría se volcaba hacia los soviéticos. Su tesis de grado la dedicó a investigar algunos abusos de autoridad en la sección de reeducación de menores del Ministerio del Interior. Entonces consideraba que las críticas eran necesarias para mejorar el socialismo. Sin embargo, sus dudas comenzaron tiempo atrás, siendo soldado de las Fuerzas Revolucionarias de Cuba en la Guerra Civil de Angola. Se sorprendió de que las tácticas de ‘tierra arrasada’ que estaba acostumbrado a ver a manos de los fascistas en filmes soviéticos, también eran puestas en práctica por sus tropas. Su disidencia comenzó oficialmente en 1989, cuando la justicia de su país fusiló al general Arnaldo Ochoa Sánchez por presuntos nexos con el cartel de Medellín. “Aunque eso hubiera sido cierto, la pena máxima para el delito de narcotráfico era de 20 años de cárcel. No había por qué fusilarlo. Así comenzó la persecución política”.

Por Diego Alarcón Rozo

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