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Santas en los Andes

Dos canonizaciones promulgadas el domingo por el papa Benedicto XVI fueron recibidas con alegría en Colombia y Ecuador. Se trata de la ecuatoriana Narcisa de Jesús Martillo y la madre sueca Bernarda Butler, fallecida en Cartagena.

Redacción Internacional
12 de octubre de 2008 - 07:28 p. m.

La niña tenía siete años y la malformación parecía incurable: sus órganos reproductores eran un error de la naturaleza, que escasamente le permitían ir al baño. Entonces su madre la llevó ese 24 de mayo de 1994 al santuario de  Narcisa de Jesús, en la ciudad ecuatoriana de Nobol. Y frente al cuerpo embalsamado de la beata, fallecida hace poco más de un siglo, frotó con un algodón su cofre de cobre y luego lo pasó por la intimidad de su pequeña.

Lo que ocurriría después, le valió la canonización, por parte del Papa Benedicto XVI, a la hasta ayer beata Narcisa de Jesús, nacida en octubre 29 de 1832. Aquella  pequeña niña, Edelmina Arellano, quien está a punto de graduarse del bachillerato, narró ayer el milagro a un periodista de un diario ecuatoriano: “A la semana siguiente, cuando fuimos a la cita con el médico, en la sala de espera sentí una fiebre intensa en todo el cuerpo. Y al examinarme, el doctor dijo que no tenía ningún defecto”.

En Nobol, los fieles se reunían este domingo en el santuario de Santa Narcisa de Jesús para celebrar la canonización de su tercer santo. Esa que se retiraba cuando niña a rezar bajo un guayabo mientras sus amigos jugaban; que oraba diariamente  en su habitación amarrada a una cruz con una corona de espinas; que se mortificaba con vestido de cilicio y dormía sobre una tabla de puntillas.

Entre tanto, en Cartagena, otra nueva santa era visitada con júbilo por sus seguidores colombianos. Al coliseo del Colegio Biffi, en el barrio providencia, los fieles llegaron por montones a orar cerca a los restos de la monja suiza  María Bernarda Bütler, nacida en la villa de Awu, en 1948, quien, tras hacer misiones en varias provincias del Ecuador, sufrió una violenta persecución por parte del gobierno de Eloy Alfaro que la obligó a huir por las selvas brasileñas y radicarse definitivamente en el puerto en 1895.


La primera tarea que le fue asignada en Cartagena por el obispo de esa diócesis, Eugenio Biffi, consistió en atender un hospital para mujeres pobres. Tiempo después, junto con otras seis compañeras exiliadas, emprendería la creación de varios centros de atención para mujeres y niñas de escasos recursos y fundaría la congregación de Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, que hoy cuenta con sedes  en varios países de la región.

A las reliquias de la santa, que murió en 1924 y fue beatificada en 1995, se le atribuye, entre otras, el milagro de Mirna Jazime Correa. Víctima de una neumonía, Correa fue internada en agosto de 2002 en la Clínica Madre Bernarda, fundada en 1953 en honor a la Santa, en dónde los médicos perdieron toda esperanza y recibió, incluso, los santos óleos.

Tras varias noches en vela, entre rezos y llanto, Lilian Correa, la madre de Mirna, resolvió una mañana pedirle a la hermana Teresa, directora de la clínica, una reliquia de María Bernarda, según recordó El Universal de Cartagena. Viendo a su hija entubada hasta el cuello, Lilian no tuvo otra opción que depositar la reliquia entre el pelo de Mirna. En pocos días, la neumonía se esfumó.

 “No sólo los medicamentos influyeron en la mejoría”, reconoció Álvaro Pájaro, médico de la clínica . El Papa proclamó también santos al italiano Gaetano Errico y a Alfonsa de la Inmaculada  Concepción, la primera santa india.

Por Redacción Internacional

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