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Los retos del general González

El nuevo comandante del Ejército tiene que sortear con rapidez la avalancha de críticas que hoy pesan en las filas castrenses.

Redacción Judicial
05 de noviembre de 2008 - 11:00 p. m.

Con la sombra a cuestas del escándalo de las ejecuciones extrajudiciales, el nuevo comandante del Ejército, mayor general Óscar González Peña, enfrenta el no fácil desafío de devolverles a como dé lugar y con prontitud la legitimidad a las Fuerzas Militares, enterrar la controversia y pasar de una buena vez la página más lúgubre que han atravesado en la era Álvaro Uribe. Sin embargo, su nombre no ha sido ajeno a la polémica de los falsos positivos. Organizaciones de derechos humanos documentan operativos en Antioquia que siembran dudas cuando González comandaba la IV Brigada, con sede en Medellín, en 2004.

De cualquier manera, el general Óscar González Peña heredó no sólo la forma de entender la guerra de Mario Montoya Uribe, sino que además, según fuentes consultadas del Ministerio de Defensa, es prácticamente su copia al carbón, un guerrero hecho a su imagen y semejanza, un hombre que por años ha cultivado su confianza y ha sido designado en muchas ocasiones como su reemplazo ideal. De hecho, el comandante de las Fuerzas Militares, general Fredy Padilla de León, tuvo que aceptar su nombramiento a regañadientes, no porque desconfiara de sus calidades, sino porque, como en toda organización jerárquica, ya tenía su ficha: el general Gilberto Rocha.

Incluso sobre las 9 de la mañana del martes pasado su nombre se daba por descontado como reemplazo de Montoya. Al principio de esa tarde era el nombre del inspector del Ejército, general Carlos Orlando Quiroga, el que tomaba más fuerza. Pero se impuso la última voluntad del general Mario Montoya: que su sucesor fuera un tropero como él. Entonces recomendó a González a ojo cerrado, quien ya contaba con la bendición del presidente Uribe, un viejo conocido de él.

Su designación, sin embargo, produjo un reacomodamiento en la cúpula militar por ser menos antiguo que los generales Rocha y Carlos Alberto Lemus Pedraza, quienes pasaron al retiro voluntario. Como segundo comandante del Ejército se dice que quedaría el general Carlos Suárez —quien fue el encargado de la investigación interna que derivó en la purga histórica— y se especula que el general Quiroga asumiría la jefatura de Operaciones Conjuntas que depende del Comando General de las Fuerzas Militares.

Más allá del momento difícil que atraviesan las Fuerzas Militares, el general González goza de un prestigio por sus resultados operacionales en la lucha contra organizaciones ilegales y por su dedicado trabajo en la academia. Muchos de los hombres que hoy están en el frente de batalla fueron formados bajo su mando y le profesan un respeto profundo. Su cercanía con el general Montoya ha redundado en que lo ubiquen en esa orilla guerrerista, pero también que le endilguen muchos de los males que entraña esa política, entre los que se reseñan, claro, los falsos positivos.

Madrugador empedernido —dicen que a las 4 de la mañana ya está desayunado y dando órdenes—, y creyente como ninguno, el general González tiene el reto de continuar la presión militar que le ha restado campo de acción a la guerrilla; desvertebrar las organizaciones de dos capos del narcotráfico que siguen haciendo estragos, Pedro Oliverio Guerrero, alias Cuchillo, y Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario; no dejar desfallecer la moral de la tropa que ha resultado bastante golpeada luego de los escándalos de los falsos positivos y, sobre todo, ejercer una estricta vigilancia sobre todas las unidades militares para evitar episodios similares.

Dicen que González tiene una ventaja mayúscula sobre su antecesor, y es que maneja con mayor diplomacia asuntos relacionados con la política. A donde ha ido ha dejado gratos recuerdos entre alcaldes y gobernadores. Tiene una obsesión por la literatura de guerra y ha sido un estudioso de la expansión de las denominadas bandas emergentes en la zona norte del país. Precisamente la alarma que prendió el presidente Uribe sobre los pasos de la siniestra organización criminal de Don Mario ha sido evaluada por el general González, quien hasta el martes se desempeñó como cabeza del Comando Conjunto del Caribe.

Dejando a un lado los méritos, que según los entendidos los tiene, Óscar González Peña, de 55 años y 22 condecoraciones, asume la comandancia del Ejército con una cruz a cuestas y dependerá de sus éxitos militares y administrativos que pueda sacudírsela y probarle, sobre todo a la comunidad internacional y a organizaciones de derechos humanos que han seguido con lupa su ascenso, que en las filas castrenses se erradicó esa escabrosa práctica de las ejecuciones extrajudiciales.

Por Redacción Judicial

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