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Los Juegos: más propaganda

El  rostro del Dalai Lama y las violentas protestas en Lhasa pusieron al Tíbet en la primeras planas de todos los periódicos del mundo. ¿Qué es lo que pasa?

El Espectador
29 de julio de 2008 - 10:54 p. m.

Robert Barnett

Es Director del Programa de Estudios Tibetanos Contemporáneos de la Universidad de Columbia. Dirigió el ‘Tibetan Information Network’, ha sido periodista de la BBC, el ‘South China Morning Post’ de Hong Kong, ‘The Observer’ y ‘The  Independent’, y es autor de ‘Lhasa: Streets with Memories’.

Los Juegos Olímpicos han mostrado lo bueno, lo malo y lo feo de China. Las violentas protestas en Lhasa, iniciadas en marzo, pusieron al descubierto la situación de miles de monjes. ¿Qué pasará con las Olimpiadas? El experto responde.

Vimos mucha cobertura sobre Tíbet hace unos meses. ¿Cómo está la situación?

Además de los cientos de protestas y desapariciones, sabemos que hay campañas grandes para darles una “educación patriótica” a los monjes y monjas. Nuestra falta de información se debe a que los periodistas no pueden viajar al Tíbet, y los pocos turistas tienen que viajar en grupos oficiales. La gente tiene miedo: pocos tibetanos se atreven a hablar con extranjeros.

¿Cómo son las relaciones entre los líderes tibetanos y las autoridades chinas?

Los líderes tibetanos en el Tíbet son nombrados por el Partido Comunista, y el único criterio para su selección es la lealtad incondicional al partido. Las autoridades chinas han llevado a cabo siete rondas de conversaciones con los líderes exiliados, pero al mismo tiempo los acusan repetidamente de mentir y de fomentar la violencia en el Tíbet.

¿Qué le pide el Tíbet a China?

Los líderes tibetanos exiliados abandonaron el llamado por la independencia hace más de veinte años, sólo están pidiendo la autonomía. Eso significaría asumir el  control local de la economía, la cultura y la religión, y relajar el manejo de  defensa y asuntos exteriores a Beijing. Los chinos podrían fácilmente hacerles varias concesiones sin considerar la autonomía, pero  no lo han hecho, quizás por el miedo de que ceder pueda animar a otras peticiones.

¿Qué efectos han tenido las recientes protestas?

Muchos de los tibetanos con que he hablado estaban profundamente apenados por la violencia contra los civiles chinos en Lhasa. Pero muchos otros ven estas protestas como una batalla importante en una guerra larga que los chinos ya habían dado por vencida. Los casos de violencia le han permitido al gobierno chino crear una falsa imagen del “terrorista tibetano”.

 Algunas personas han dicho que el Dalai Lama es un monje vestido de Gucci. ¿Cómo ha cambiado con su fama mundial, y qué rol juega hoy en día?

Rupert Murdoch se inventó la frase del monje de Gucci. El Dalai Lama es el líder exiliado más importante del mundo, quizás en toda la historia. Sus críticos en el Occidente dicen que le hace demasiadas concesiones a China, y que le dedica demasiado tiempo a la religión en vez de ayudar a su país políticamente. Pero su estrategia es arriesgada.

¿Hay un debate en el Tíbet sobre el valor simbólico de los Juegos Olímpicos?

El debate sobre las olimpiadas de Beijing es un fenómeno internacional, porque China los ha usado para promover su imagen en el mundo. En Tíbet el tema no es muy controversial: los tibetanos se han acostumbrado a la propaganda.

¿Cree usted que las Olimpiadas van a mejorar la situación de alguna manera?

Para los críticos, más que una oportunidad, los Juegos son una amenaza. Alguna gente teme que China se vaya a vengar después de las Olimpiadas por cualquier humillación que sufra durante los Juegos. Si todo sale bien, el tono del nacionalismo chino puede volverse aún más agresivo.  Pero hay otras posibilidades. Si los Juegos son un éxito, China se puede sentir más cómoda y hacerle concesiones al Tíbet.

Por El Espectador

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