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Las canciones que la dictadura prohibió

El régimen de Jorge Rafael Videla (1976-1983) censuró a Charly García, León Gieco,  Rod Stewart y hasta Gardel. Historia de la represión a través de la música.

Nicolás Cuéllar Ramírez / Especial para El Espectador,Buenos Aires
15 de agosto de 2009 - 09:59 p. m.

La última dictadura en Argentina comenzó antes del amanecer. Eran las 3:15 de la mañana, cuando un 24 de marzo las Fuerzas Armadas Argentinas entraban a la Casa Rosada dispuestas a tomarse el poder, por sexta vez desde 1930. Era 1976 y, pocas horas después, todas las radios estatales y comerciales eran desmanteladas, y distintos comunicados llegaban a los medios de todo el país, con los nombres de los “prohibidos” y de los sospechosos.

Desde ese día, como lo señala el historiador Sergio Pujol, lo único que abundó en los estudios de radio fueron censuras y cuidados en los mensajes, llamados de atención, levantamiento de programas, clausuras de emisoras, prohibiciones; temas y personas de las que por “órdenes superiores” no se podía hablar.

Pocos meses después del golpe de Estado, en octubre, el diario La Nación informaba que las radios El Mundo, Mitre y Antártida habían sugerido que se redujera la información de importantes artistas como Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, José Larralde, Sui Generis, Vox Dei, Lito Nebbia, Los Beatles, entre otros. El gobierno desmintió siempre los rumores, a pesar de que los hechos hablaran por sí solos.

De hecho, fue hasta la semana pasada, que el gobierno decidió desclasificar y dar a conocer el listado de más de 200 canciones que la dictadura prohibió entre 1976 y 1982, a través del Comité Federal de Radiodifusión (Comfer).

Con el nombre de “Cantables que por su letra se consideran no aptas para ser difundidas por los servicios de radiodifusión”, las siete hojas selladas con el logotipo de la Presidencia de la República contienen temas de artistas que van desde León Gieco, Charly García, Sandro y Palito Ortega, hasta Camilo Sesto, Roberto Carlos, Eric Clapton, Queen y Pink Floyd, por mencionar los casos más notables.

A pesar de que muchas eran canciones románticas y sin compromiso político o social, los generales dijeron que muchos de esos temas eran contrarios a la moral “occidental y cristiana”.

“Nunca nadie se había ocupado del tema de manera institucional. Para nosotros tiene una relevancia cultural, política y social”, dijo Gabriel Mariotto, titular del Comfer, sobre la difusión del documento.

La represión, la nota sostenida

Sergio Pujol, quien escribió el libro Rock & Dictadura, comenta al respecto que la censura no comenzó en 1976, pues años atrás, y debido a los continuos gobiernos de facto que tuvo el país, la represión ya era constante.

En 1933, por ejemplo, la radiodifusión argentina prohibió toda canción que usara el ‘lunfardo’ (jerga utilizada por los habitantes del Río de la Plata) en sus letras.

La temida triple A (Alianza Anticomunista Argentina) creada en 1974, relata el historiador Felipe Pigna, mandó los primeros comunicados con amenazas de muerte concretas a intelectuales, periodistas, escritos, actores y algunos folcloristas, como Víctor Heredia y Piero.

En 1975, Charly García y Nito Mestre debieron modificar varias de las letras del tercer disco de Sui Generis, eliminando incluso temas como Botas Locas, que hacían una crítica directa al establecimiento militar.

Mestre recuerda esa época en la que jugaron con el idioma para no ser censurados totalmente. Días antes de los shows de despedida en el Luna Park, Sui Generis se presentó en Montevideo. Cuando el grupo llegó al hotel los esperaba una comisión militar para interrogarlos.


“Charly no sólo se hizo cargo absolutamente de la situación, diciendo que sus compañeros no conocían las letras de las canciones, sino que incluso terminó convenciendo a un oficial de que no había cantado “si ellos son la patria yo soy extranjero”, sino ”si ellos son la patria yo me juego entero”, rememora el músico.

Por su parte, León Gieco todavía recuerda el momento en que en 1980, motivado por la decisión del gobierno de cerrar la Universidad de Luján, compuso el tema La cultura es la sonrisa. Una semana después de estrenar la canción, militares que respondían a las órdenes del general Montes, jefe del Primer Cuerpo del Ejército, fueron a buscarlo a su casa y lo llevaron al cuartel militar.

“Allí me atendió el general que, con un arma sobre el escritorio, me “sugirió” que no cantara más ese tema o que dejara el país, agregando que sabían a qué jardín infantil asistía mi hija”, relata Gieco. A fin de ese año la canción fue editada sin una estrofa y pocos días después el cantante salió exiliado de Argentina. No fue el único que huyó. A raíz de la cacería de brujas lanzada por los dictadores, muchos músicos terminaron en España. Por ejemplo, Mercedes Sosa, Rafael Amor, César Isella, Horacio Guarany, Roque Narvaja, Leopoldo Castilla, entre otros.

Las listas negras

La Secretaría de Inteligencia del Estado (Side) realizaría durante la dictadura extensos informes en los que indicaba cuántos “discos subversivos” existían y quiénes eran los “comunicadores llave”.

“Los listados estaban pegados en los vidrios de los estudios, eran cientos de canciones las que estaban prohibidas. Muchas de ellas eran de cantautores que plasmaban un fuerte tono de protesta, como en el caso de Piero, Víctor Heredia y Mercedes Sosa. Pero había otros casos que eran ridículos, por ejemplo, la prohibición de canciones de Cacho Castaña, Palito Ortega o Sandro”, menciona Hugo Tredici, quien entonces trabajaba en la Radio Nacional.

La censura llegó a tal punto que en 1981 se “sugirió” por parte del organismo censor dejar de pasar el legendario tango Cambalache, por su “enorme escepticismo”.

Los artistas extranjeros tampoco escaparon de la censura. Con el estallido de la Guerra de las Malvinas, en 1982, fueron prohibidas todas las canciones que se cantaran en inglés. Agrupaciones y cantantes como Queen, Rod Stewart, Eric Clapton y Donna Summer, por mencionar tan sólo algunos, entraron así a la lista negra del Comfer.

Los militares, señala Pujol, creyeron que impidiendo que la música de otros países se escuchara y censurando ellos mismos la nacional, evitarían que se dijera algo “malo” sobre ellos o sus obras. Y concluye: “Hoy, 26 años después de terminada la última dictadura, las canciones censuradas se convirtieron en una ayuda de memoria para no olvidar los miles de muertos y desaparecidos que la dictadura dejó”.

Por Nicolás Cuéllar Ramírez / Especial para El Espectador,Buenos Aires

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