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Fútbol a sol y... minas

A pesar de los esfuerzos estatales por desminar los campos, cada día dos personas son víctimas de este flagelo en el país. Las bandas emergentes han empezado a usarlas.

Laura Ardila Arrieta
05 de junio de 2010 - 09:00 p. m.

I

Ya había pasado la mitad. Cuando la mina se activó y con un ruido ensordecedor de espanto le arrancó la pierna izquierda, de la rodilla hasta el pie, ya la mitad de sus hombres habían marchado por ese punto de la manigua. Eran 70 en total y caminaban muy juntos. Muchas, muchas botas militares pisaron aquella trampa y, sin embargo, sólo en el segundo en el que el capitán la tocó explotó, lanzando por los aires su cuerpo, su armamento y todo su mundo.

La compañía Leopardo del Batallón de Contraguerrilla Nº 20, perteneciente a la brigada móvil  Nº 1, llevaba seis meses en “operaciones de neutralización” en La Macarena, Meta, al suroriente del país. El 7 de noviembre de 2009 había atravesado el municipio de Mesetas y transitaba entre el río Duda y Caño Negro cuando perdió a su guía. Era la 1:30 de la tarde. De ese viaje a la guerra, dos regresaron a casa mutilados.

***

El capitán Miller Julián Olaya Arias lleva unos 20 minutos de pie bajo el sol, dirigiendo los arreglos de la cancha de fútbol. Mano izquierda cubriendo el rostro de la luz, mano derecha sosteniendo su muleta:


— ¡No cerraron bien!

Dos militares muy jóvenes, en sudadera, demarcan con cal el centro del campo.

— ¡Ojo que tienen que dejar espacio para los dos equipos!

Olaya sonríe y se presenta: es el director de la Liga de Deportistas con Discapacidad de las Fuerzas Armadas, que cuenta con equipos de fútbol, voleibol sentado, natación, pesas, atletismo en silla, tenis de campo en silla y ciclismo, y que hoy se enfrentará en un partido a varios actores de la televisión. Serán ocho los muchachos lisiados los que jugarán bajo la mirada atenta y esperanzada de su capitán. Él se mantendrá en la tribuna. Lo suyo es la coordinación para que todo esté siempre en orden, como cuando estaba en la guerra. De vez en cuando juega tenis de campo en silla. “Practico ese deporte desde los 8 años, claro que antes lo hacía de manera convencional. Ahorita trato de adaptarme al nuevo estilo”.

El hombre está animado. Inalterable, en medio del lugar, una orden aquí y una orden allá. Mientras, cuenta que la Liga fue fundada oficialmente en 2002, la conforman 55 deportistas y hace parte del Comité Paralímpico Colombiano. Están en competencias interligas, pero el calendario se aplazó hasta el próximo julio, debido a las elecciones presidenciales. “Tenemos hasta campeón mundial. Se llama Mauricio Vega, es tenista y este mayo se coronó en el mundial de Turquía”. Y otro mandato.

Ante una pregunta, vuelve a Mesetas, a escuchar la mina explotar, a la guerra. La sonrisa permanece. “Ya había pasado la mitad de mis hombres… esto me tocaba a mí”. Mira al frente y remata: “La guerra ha mermado, sí, pero eso ha implicado situaciones como la nuestra. Y para éstas no nos preparan”.

II

La acera en la puerta del hospital del batallón de sanidad del Ejército, dentro de la Unidad Militar Caldas, en Bogotá, se ha convertido a lo largo de la mañana en un improvisado camerino para los futbolistas. Algunos hacen ejercicios de calentamiento, otros se cambian las sudaderas por los uniformes, los de más allá charlan simplemente y la mayoría alista las prótesis que los convierten, como por arte de magia, en seres con todas sus partes completas.

“Esta es la pata que va a hacer el gol hoy”, dice Jair Miguel Yepes, mientras muestra el aparato que usa en reemplazo de su pie izquierdo. Está forrado impecablemente con una pañoleta del equipo capitalino llamado Millonarios. “Es que soy barranquillero, pero me crié en Bogotá”, explica. Y se ríe. Tiene 22 años, una novia desde hace 17 meses y unos frenillos rosados. Estaba en misión con el Capitán Olaya. “Caí primero que él”. Sucedió en La Macarena, el 9 de octubre a las 8 de la mañana. Su recuerdo más amargo del momento fue saber que, luego de la explosión, sus compañeros no podían acercarse a socorrerlo por temor a más minas en la zona.

Los muchachos gritan. Se carcajean. Hacen bromas.

- ¡Hey, mocho! ¡Tienes que pegarle a la pelota como si fuera una minaaa!

El mundo es una fiesta.


III

Como suele suceder en Bogotá, el sol desapareció en un segundo para dar paso a la copiosa lluvia. El partido se inició casi una hora después de lo previsto. El equipo ‘+ Deporte – Minas’ jugó poco —nervioso, sin el mejor manejo de las prótesis a la hora de correr, con cero posibilidades de gol—, pero se divirtió mucho. Mucho. A un ladito de la cancha, Miguel, José Luis y Óscar, soldados que se rehabilitan en el batallón de sanidad, pero no hacen parte de la Liga, animaron a sus compañeros “los mochos” y contaron acerca de las terapias compartidas. “Aquí nos enseñan a fortalecer el muñón y a manejar bien los aparatos”.

Unos minutos antes, el subteniente Daniel Cruz, un joven guapo de 22 años, quien perdió una de sus piernas el 19 de octubre del año pasado en el Nudo de Paramillo, me había dado un conmovedor testimonio que me reveló que, a pesar de las sonrisas, el buen ánimo y la belleza de estos muchachos, cuota dramática de la guerra, la situación que padecen está lejos, muy lejos, de ser una fiesta.

Su hermano mayor era alférez y murió antes de que él entrara al Ejército. “Quise seguir su camino y me hubiese gustado llegar muy alto, pero ya ve… El problema ahora es que a uno le toca salirse del Ejército y, pensándolo bien, ni siquiera queda la certeza de que esto haya valido la pena… La guerrilla está escondida, poniendo minas. No pelean. Debería haber otros métodos para intentar acabarla, algo que no sea militar. Porque pelear contra las minas es imposible”.

Paramilitares también están sembrando minas antipersonal

Andrés Dávila Ladrón de Guevara, director del programa presidencial para la Acción Integral contra Minas Antipersonal de la Vicepresidencia de la República.

- ¿Cómo está la situación del país con respecto a las minas antipersonal?

A pesar de los esfuerzos que se han hecho, en Colombia todos los días dos personas son víctimas de minas antipersonal. Las organizaciones armadas ilegales siguen sembrando minas.

- ¿Aparte de las Farc, qué otros actores armados ilegales lo hacen?

El Eln, en menor escala, y las Bacrim (bandas criminales emergentes).

- ¿Cómo operan las Bacrim en ese sentido?

Las siembran alrededor de los cultivos ilícitos y laboratorios que tienen en Nariño, el Bajo Cauca, Norte de Santander y Putumayo, principalmente, como una manera de protegerlos.

- ¿Cuánto invierte el Gobierno en prevención y atención de este delito?

El Programa invierte $4.000 millones al año, pero todo el Estado gasta unos US$15 millones en el mismo período. Tenemos pelotones de desminado y asistimos a las víctimas.

- ¿Cuáles son las zonas del país en las que más minas hay sembradas?

Tenemos priorizados varios departamentos: Antioquia, Cauca, Norte de Santander, Nariño, Caquetá, Bolívar, Putumayo, Valle, Santander, Córdoba, Guaviare y Meta.

- ¿Cuál es la vida útil de una mina antipersonal?

Algunas pueden durar 30 años.

Por Laura Ardila Arrieta

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