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“El tesoro del San José pudo ser rescatado en secreto”

Lo dice el italiano Claudio Bonifacio, famoso historiador y naufrólogo. Ofrece claves para que Colombia averigüe qué pasó con la famosa nave.

Nelson Fredy Padilla
20 de junio de 2009 - 10:00 p. m.

Se confiesa influido por las historias de Gabriel García Márquez. De entrada se le podría comparar con el Florentino Ariza de El amor en los tiempos del cólera, que con tal de ganarse el corazón de Fermina Daza intenta rescatar el tesoro de los galeones hundidos de la Flota de Tierra Firme. Pero en realidad se llama Claudio Bonifacio, un italiano de 62 años, reconocido como el investigador mejor documentado en materia de naufragios históricos. Dedicó media vida a escudriñar los secretos del Archivo General de Indias, a recolectar testimonios y documentos de al menos 3.000 galeones y fragatas. Los tesoros sumergidos son su obsesión, la naufrología es su profesión y lo que en realidad sucede en el fondo de los mares del mundo dista mucho de una historia de amor.

Se comunicó con El Espectador desde Sevilla, España, luego de leer los informes especiales que hizo este diario sobre la suerte que pueden correr los bienes de 1.100 naves que naufragaron en aguas colombianas entre los siglos XVI y XVIII. El debate se reabrió hace 20 días cuando un juez de Tampa (Estados Unidos) le entregó todos los derechos sobre la fragata Nuestra Señora de las Mercedes a España, a pesar de que estaba en aguas de Portugal, su carga de 495 mil monedas de oro y plata fue rescatada por la firma cazatesoros norteamericana Odyssey, Perú las reclamaba como propias porque habían sido acuñadas en su Virreinato y los familiares de los ahogados hace más de dos siglos, entre ellos descendientes colombianos, también alegaban tener derechos sobre la riqueza.

Es el tercer caso reciente en el que los ibéricos se imponen en tribunales norteamericanos. La ministra de Cultura de ese país, Ángeles González-Sinde, anunció que plantearán la misma batalla judicial frente a los demás casos en todo el Caribe americano. ¿Qué hacer antes de que la reconquista española o los cazatesoros se apoderen del patrimonio sumergido de Colombia? Los efectos de los fallos y la reacción del Gobierno Nacional apenas están siendo fríamente calculados por los ministerios de Relaciones Exteriores y de Cultura.

El caso emblemático del San José es muy parecido al de Las Mercedes: galeón de bandera española que salió de Perú cargado de esmeraldas, oro y plata con destino a la Corona española, pero terminó hundido por los ingleses en inmediaciones de las Islas del Rosario. ¿Los miles de millones de dólares en que se tasan aquí sus cofres —entre 4.000 y 10.000— son peruanos, colombianos o españoles? La Corte Suprema de Justicia decidió en 2007: lo que se considere bien cultural sumergido es de Colombia, pero lo que se denomine tesoro debe ser repartido por mitades entre el Estado y la empresa norteamericana Sea Search Armada, declarada descubridora del lugar donde reposa el galeón.

Claudio Bonifacio, admirado y contratado por gobiernos como los de Cuba y Honduras pero controvertido por otros e investigado por las autoridades españolas, parece cauto frente a los dueños y al valor del tesoro pero seguro de que el tema hay que resolverlo pronto, en Colombia o ante tribunales de los Estados Unidos, antes de que sea demasiado tarde, antes de que se confirme lo que se teme desde que se habló por primera vez de coordenadas y barridos de sonar del San José en inmediaciones de las Islas del Rosario en 1982: que si el Gobierno no reacciona con diligencia, el mayor tesoro colonial y sus similares terminarán en manos ajenas.

¿Cómo afecta a Colombia el fallo estadounidense sobre la fragata de las Mercedes?

Los tiempos de los treasure hunters como Mel Fisher, Robert Stenuit o Robert Marx han terminado. Nuevas leyes internacionales y acuerdos han surgido que no permiten sacar tesoros del mar con fines de lucro o por lo menos pocos países ya lo permiten. La tónica general es de absoluto caos, oscurantismo y dejadez administrativa y política. La cuestión de la propiedad de las cargas de las ex colonias hispanas, es un asunto muy complicado. Los griegos reclamarían a los romanos. Los romanos a España, Francia, Rumania, Portugal, Italia, y todos los países que fueron colonizados por Roma. ¿Sinceramente tendrían fin tantas reclamaciones? Yo creo que no.

¿Qué sabe de los 1.100 naufragios que se dice existen en aguas del mar Caribe de Colombia?

A lo largo de mis 30 años de investigaciones de archivos encontré muchos documentos sobre naufragios ocurridos en Colombia por ser lugar de llegada y salida de armadas y flotas en la época colonial. Indudablemente vuestro país tiene un enorme potencial de patrimonio sumergido.

¿Alguna vez ha venido a Colombia?

No tengo el gusto de conocer vuestro bello país, pero insisto, tiene un enorme potencial.

¿Qué sabe del galeón San José?

En 2007 salió publicado mi libro Galeones con tesoros. Este libro es una vindicación a mi imputación a ‘Bahía 2’ (operación de 2006 en la que fue acusado de atentar contra el patrimonio sumergido de España) ya que demuestro claramente que desde siempre actué con la ley por delante con autorizaciones o en proyectos para conseguir permisos. Uno de los capítulos del libro es la pérdida del San José.


¿El hecho de que el San José viniera del Virreinato de Perú y con bandera española lo hace propiedad de quién?

Primero a saber: era una capitana de la armada de galeones de Tierra Firme y era por lo tanto un barco de la Armada española. Esto ocasiona que el Reino de España pueda reclamar alegando la inmunidad de soberanía —como lo está haciendo con la Mercedes— pero quedan por ver muchas cosas. Colombia no firmó el tratado de la Unesco sobre el patrimonio cultural sumergido, por lo tanto es posible que España no pueda reclamar nada del San José.

En mi opinión convendría que Colombia firmara un convenio con España como cortesía y para el bien de la herencia cultural, pues se podrían preparar museos para que el pueblo los disfrute y se conozca el pasado histórico de Colombia -sueño utópico-. No soy ajeno a la realidad de América Latina, que conozco muy bien, pues mi esposa es peruana.

¿Usted asesoraría al Gobierno colombiano en un plan de rescate del San José?

Yo personalmente no lo haría. Pero conozco muchos buenos arqueólogos o compañías submarinas con tecnología de rescate a cierta profundidad que se dedican a estos trabajos. Yo podría organizar las gestiones llegando a la firma de un acuerdo sobre la base de prestación de servicio, es decir, recibiendo dinero por su labor.

Se dice que en el San José hay riquezas por diez mil millones de dólares y que con lo que hay en los demás galeones se puede pagar la deuda externa y hacer múltiples programas sociales. ¿Qué cifras maneja usted?

Mucho cuidado con los números. Para este mítico galeón mencionado por el gran García Márquez hay que tener en cuenta que viajaba de Portobelo para Cartagena y por lo tanto aún no estaba embarcada toda la carga y cerrados los registros. Yo calculo que transportaba unos 8-9 millones de pesos o sea, unas 215-240 toneladas de metales preciosos, destacando la plata. Dar cifras para estas 215-240 toneladas es difícil, pero bien puede llegar a los “prudentes” 600 millones de dólares. Las monedas de plata no tienen un gran valor en el mercado numismático. Mi amigo Rubén Collado sacó más de 4.000 monedas de oro de la fragata Nuestra Señora de la Luz que naufragó en Montevideo en 1752. Fueron subastadas y sacó 6 millones de dólares, la mitad del Estado uruguayo. Con este dinero construyeron una escuela y compraron material a la prefectura naval. ¿Porque no hacer lo mismo en Colombia?  

¿Entonces qué debe hacer el Gobierno de Colombia?

Desconozco la legislación de Colombia en materia de patrimonio cultural sumergido. Es una cuestión de decisiones. Uruguay en su momento optó por dejarle recuperar a Rubén Collado; recuperó, vendió y con lo vendido ganó. La pregunta es: ¿cuántos museos han hecho otros Estados con bienes recuperados de las profundidades del mar? ¡Muy pocos! ¿Para que querremos tanto patrimonio sumergido en el fondo del mar si no lo podemos disfrutar? Es una cuestión de optar: arqueología con los museos vacíos o llegar a un acuerdo con los recuperadores  y tener exposiciones para que traigan turistas y visitantes.

¿Sabe de cazatesoros que hayan comercializado bienes sumergidos  colombianos?

En la década de los 80 hice amistad con una colombiana que vino a investigar en el Archivo General de Indias. Ella tenía un vínculo familiar con un importante personaje institucional de Colombia. A mi solicitud le escribió a esta persona para el asunto del San José. La respuesta que recibió fue que la carga de este galeón ya había sido recuperada “de manera encubierta”. Ignoro si es o no es cierto.

¿A quiénes se refiere con exactitud?

Ella siempre me pidió que no divulgara su nombre ni el del tío, quien le contestó que ya había sido recuperado con un permiso “alegal” (es decir, ni legal ni ilegal). No puedo confirmar ni desmentir esta noticia, pero dada la posición del tío, es posible que lo supiera. Lo cierto es que unos años más tarde un holandés me enseñó unos gráficos de Side Scan Sonar (sonar de barrido lateral) donde, según él, se podían ver los restos del San José a unos 270 metros de profundidad. Ignora quién lo habría recuperado.

¿En manos de quién están los mapas más precisos de los hundimientos en aguas colombianas?

Mapa con datos de naufragios en Colombia no conozco. Un conocido mío de Málaga escribió un libro titulado Tesoros bajo el mar en el cual narra sus aventuras reales en Cartagena. En este libro hay una lista, con posiciones y nombre de barcos en la zona de Cartagena además de una lista, que preparé yo, de naufragios en aguas colombianas y en otros países del mundo del cual tengo los copyright desde 1999. O sea, que oficialmente desde 1999 es publico y notorio mi trabajo.

¿Quién es usted?


¿Por qué diarios europeos lo califican como un cazatesoros o un pirata moderno?

Bueno, diría que: para gustos se hicieron los colores. Para algunos soy un pirata, para otros un erudito. Lo cierto es que hace poco me llamó una cadena de televisión de Japón para un programa sobre un galeón de Manila que naufragó en sus mares. Muchas personas me consultan y he participado en varios proyectos con entidades públicas y universidades. Mi libro está en importantes bibliotecas y ha recibido los elogios de la crítica. Siempre que hay alguna novedad sobre galeones con tesoros se ponen en contacto los medios conmigo.

¿Por una detención suya a manos de la Guardia Civil ‘El Diario de Sevilla’ (mayo de 2006) lo reseña como “un excelente historiador con unos fines ilícitos”?

Hace unos pocos días salió en un periódico español, y con anterioridad en otros muchos, la verdad sobre mi imputación. Quien me conoce (y son muchos) sabe que siempre he ido con la ley por delante. El tiempo se encargará de demostrar lo que fue la ‘Operación Bahía 2’. Mi conciencia está limpia y que otros que la tienen sucia se preocupen por sus responsabilidades.

¿Hay en este momento algún proceso judicial en su contra en España o en otro país?

En un principio, con la fantasmagórica ‘Operación Bahía 2’ me imputaron cuatro delitos que ahora han quedado en dos. Personas muy entendidas en materia legal y que han leído los sumarios se han echado a reír y no entienden cómo pueden haberme acusado. Lo cierto es que después de ‘Bahía 2’ los barcos de Odyssey actuaron impunemente sin ninguna clase de oposición mediática. No tengo nada pendiente con la ley en ningún otro país.

¿En qué consiste su trabajo?

Investigar en los archivos históricos elementos para determinar la viabilidad para un proyecto de recuperación de antiguas embarcaciones y conseguir datos para conocer la historia de cada naufragio. Las finalidades de dichas investigaciones pueden ser variadas. Por ejemplo, he investigado para proyectos de universidades, sociedades u organismos estatales, proyectos culturales tales como exposiciones, publicaciones de libros o revistas, programas de televisión y para mi uso personal, principalmente publicar libros.

¿Hizo bien Colombia al no firmar la Convención de la Unesco?

“La Convención de la Unesco, en vigor a partir de enero de 2009, fue adoptada en París (noviembre de 2001) con el voto aprobatorio de 87 Estados, 4 en contra (Noruega, Rusia, Turquía y Venezuela) y 15 abstenciones (entre ellas Brasil, Colombia, Grecia, Reino Unido, Israel, Holanda, Panamá, Francia y Alemania). Los Estados Unidos, sin ser miembro de la Unesco, hizo saber su oposición a la Convención. Este pacto pretende ser el marco jurídico internacional para la protección del patrimonio subacuático. Guillermo Fernández de Soto, entonces canciller, declaró que su Ministerio había estudiado juiciosamente el texto de la Convención, concluyendo que era contraria a los intereses nacionales. Parecería romper “la reciprocidad ordenadora” en beneficio de los Estados del pabellón. Para los países que fueron objeto de expoliación y pillaje de sus recursos es de difícil aceptación que el derecho moderno pretenda reconocer privilegios a los Estados que en épocas coloniales operaron por varios siglos, sin descanso, la expoliación de materias primas de América y otros continentes”.

Extracto del artículo “Protección del patrimonio subacuático”, del profesor Antonio José Rengifo, Ph.D. en Derecho Internacional y cabeza del grupo Frontera y Territorio, de la Universidad Nacional.

Por Nelson Fredy Padilla

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