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¿Podrán los militares predecir el próximo ataque de las Farc?

El físico Neil Johnson y un grupo de matemáticos colombianos creen que sí.

Pablo Correa
19 de septiembre de 2009 - 10:00 p. m.

Al estudiar las guerras en Irak, Afganistán, Colombia y otros países, descubrieron que tienen un patrón común. “Todas los conflictos son el mismo conflicto”, dicen.

No quedó una silla vacía en el auditorio Mario Laserna de la Universidad de los Andes el viernes pasado. Vestidos con sus uniformes de gala color negro, verde y azul, militares de los más altos rangos de todas las Fuerzas Armadas esperaban a que el físico británico Neil Johnson subiera a la tarima. Su conferencia era el plato fuerte del simposio “Una forma de ver los conflictos contemporáneos desde las ciencias de la complejidad”.

Desde que Estados Unidos desarrolló la bomba atómica gracias al trabajo de los mejores físicos y matemáticos de la época, los gobiernos y ejércitos del mundo entendieron que debían escuchar con atención lo que estos científicos tienen por decir, si quieren descubrir nuevas estrategias de combate.

La reunión del viernes es la mejor prueba de que también los militares colombianos han comprendido que parte de las respuestas que buscan para ganar la guerra está escondida en la mente de estos hombres ajenos a las armas.

Hace unos dos años, cuando tuve la oportunidad de entrevistar al profesor colombiano Guillermo Owen, considerado uno de los pioneros en el campo de la teoría de juegos y complejidad, supe que colaboraba con el Ministerio de Defensa. En ese momento no quiso dar ningún detalle. Se limitó a decir que la teoría de juegos podía ayudar a identificar los lugares en que se esconden los guerrilleros. Tampoco su colega Luis Jorge Ferro, del Departamento de Matemáticas de la Universidad de los Andes, dio mayores pistas. Apenas, que trabaja en la manera en que se conforman las redes clandestinas. Era de esperarse: secreto de Estado.

Johnson no trabaja para ningún gobierno. Las investigaciones de los últimos cuatro años se han llevado a cabo con recursos de universidades. Eso explica su libertad para hablar y compartir el conocimiento que tiene de las guerras modernas. Lo que el viernes les explicó a mas de 100 militares colombianos, lo ha repetido en los últimos meses a uniformados del Comando Sur de los Estados Unidos y de las fuerzas especiales, también a policías de todo el mundo reunidos en la International Crime Conference, al Departamento de Defensa de EE.UU., entre otras reuniones de alto nivel en Europa.

Las guerras iguales

El común denominador en las caras de los que lo escuchan es un gesto de asombro. Paso a paso les demuestra que todas las guerras modernas, no importa si ocurren en Senegal, Irak, Colombia, Afganistán, Perú, Israel, Indonesia o Sierra Leona, son la misma guerra. Un mismo patrón matemático las explica.

Para hacer comprensible eso de que todas las guerras son iguales, Johnson comienza su conferencia pidiendo a los militares que saquen una moneda del bolsillo y que la lancen al aire. Luego pregunta a quiénes les salió cara y a quiénes sello. “¿Ven que es mas o menos el mismo número de personas las que tienen cara y las que tienen sello?”, dice. Si las monedas se lanzan otras diez veces, explica, lo que vamos a ver es más o menos el mismo resultado. Eso es un patrón.

Y en eso consiste su trabajo como físico de la complejidad: tratar de encontrar pautas comunes en el comportamiento de objetos o de poblaciones. Lo mismo puede buscar patrones en los trancones de Nueva York, Bogotá o Miami, donde ahora reside, o los puede buscar en los mercados bursátiles o en la ruta que sigue el virus H1N1 en los grupos humanos.

¿Cómo es la guerra?

La pregunta que se hizo un día, luego de escuchar y escuchar los reportes diarios de las muertes en Afganistán e Irak, fue si esos números de muertos eran producto del azar o existía un patrón. “Pueden ser millones las razones para empezar una guerra, pero eso no es lo importante para mí. Quería entender cómo se desarrolla un conflicto desde los números. ¿Cómo son las guerras?”, dice con su español sencillo pero claro.

Gracias al contacto académico que mantenía con la Universidad de los Andes comenzó a investigar el tema junto a Juan Camilo Bohórquez, un estudiante de doctorado, y Roberto Zarama, decano de la Facultad de Ingeniería industrial.

Se inició un intenso trabajo. Mapas de Colombia. Cifras de ataques. Lugares en conflicto. Número de víctimas. Modelos matemáticos. Simulaciones en computador. También cifras en Irak. Carros bomba. Heridos. Combatientes dados de baja. Víctimas civiles. Lo que descubrieron los dejó boquiabiertos. Al confrontar en una gráfica (Ver página 32) el número de “eventos” y el número de muertos, notaron que se formaba una especie de línea inclinada. Al medir la pendiente de esa línea surgía un número: 2,5. Siempre era 2,5. No importaba si era la guerra colombiana o la de Senegal o la guerra de Sendero Luminoso en Perú en la década de los noventa.

“No era tres. No era ocho. Era 2,5”, dice Johnson con entusiasmo, “Quería decir que no importaba cómo empezara la guerra, su comportamiento era el mismo. La manera de pelear las guerras modernas es la misma. Quería decir que si entendíamos una guerra como la de Colombia, estábamos entendiendo todas las demás guerras”.

Para contrastar ese dato decidieron echar un ojo al pasado. Recopilaron información de la Guerra Civil Española y de la Guerra Civil de Estados Unidos. El número era distinto. ¿Por qué? ¿Qué significa el 2,5?

El equipo de físicos y matemáticos comenzó a tejer hipótesis. A diferencia de las guerras del siglo antepasado o principios del XX, donde dos grandes ejércitos se paraban frente a frente a medir fuerzas, hoy vemos una gran fuerza militar (ejército de EE.UU., ejército de Colombia) enfrentada a un grupo más pequeño que se comporta como una pandilla, que usa las comunicaciones modernas para trazar sus movimientos y que antes de pretender destruir al enemigo, busca golpes de opinión en los medios a través de acciones de distintos tamaños.

Pero para que siempre resulte un 2,5, el ejército irregular, léase Farc o talibanes, no podía obedecer a una jerarquía fuerte y estructurada. “Son más bien una sopa de grupos, donde los grupos pequeños se forman y fragmentan todo el tiempo. Eso es lo único que cuadra con los datos”, explica Johnson.


Menos balas

Mientras habla no se escucha un susurro en la sala. Tal vez ninguno de los que estaban en el auditorio Mario Laserna se imaginaban que la compleja guerra que han luchado tantos años se pudiera traducir a números y gráficos como esos. No se parecen en nada a la cara de la guerra que están acostumbrados a ver.

Era casi seguro que a esa altura de la conferencia la mayoría se hacía la misma pregunta: ¿Y entonces cómo podemos ganar la guerra?

“Brain, not bullets”, se lee en una de las diapositivas proyectadas en el auditorio. Cerebro, no balas. Es la portada de una edición de la revista The Economist sobre las guerras del futuro. En aquel artículo publicado hace dos años, la revista planteaba, basada en lo que los científicos de la complejidad han ido revelando, que los gobiernos y ejércitos debían repensar muy bien sus estrategias militares. Las guerras de “cuarta generación”, como se les ha bautizado.

El objetivo final de aplicar teoría de la complejidad a la guerra no es otro que intentar predecir los ataques terroristas. “La predicción es factible porque la guerrilla es un grupo de seres humanos, tiene que moverse, tiene que descansar, tiene que planear, no toman decisiones tirando una moneda”.

¿En verdad podrán saber si mañana va a atacar la guerrilla? “Probablemente, y también el tamaño del ataque”, responde con seguridad Johnson, “No tenemos eso, pero ya cumplimos el primer paso. Vamos a hacer lo mismo que se hace con los huracanes. En las manos correctas, esta información puede ayudar a resolver el conflicto”.

De lograrlo habría hecho realidad el sueño de Lewis Fry Richardson, un físico y matemático, también británico, que por la década de los 20 intentó utilizar las técnicas de predicción climática para estudiar la guerra. Richardson, considerado el pionero del análisis científico del conflicto, fue un pacifista toda su vida. Durante la Primera Guerra Mundial objetó por razones de conciencia su vinculación al ejército. Entre 1916 y 1919 prestó sus servicios a la Unidad de Ambulancias Amigas.

No deja de ser estremecedor ver tantos militares reunidos, tan ávidos del conocimiento de los científicos. Cuando Johnson me recibe para una entrevista, y luego de aclarar algunos puntos de su conferencia, no puedo evitar preguntarle si no le preocupa el uso que puede tener toda esa información. Le recuerdo que muchos de los físicos y matemáticos que trabajaron en Proyecto Manhattan, cuyo objetivo final fue la construcción de la bomba atómica, se arrepintieron. “Debería quemarme los dedos con los que escribí aquella primera carta a Roosevelt”, escribió años después Albert Einstein refiriéndose a la correspondencia en que explicaba al presidente de Estados Unidos la posibilidad teórica de la bomba que luego cayó sobre Hiroshima.

“Yo lo veo como el médico que dice que alguien tiene cáncer. Él no hace mal. Está intentando pensar un tratamiento para mejorar a la persona. Cuando se entiende algo, los beneficios son mejores que los perjuicios”, responde Johnson.

La ciencia de la complejidad

En 2007, Neil Johnson publicó el libro titulado Dos es compañía, tres es complejidad. A lo largo de 236 páginas explica de una manera amena y para un público amplio en qué consiste la teoría de la complejidad o la ciencia de todas las ciencias, como otros la llaman. Desde esta disciplina, en la que convergen la matemáticas, la física, la economía, la biología, entre muchas otras áreas, se intenta entender las relaciones de sistemas tan diversos como el comportamiento del clima del planeta, el tráfico de las grandes ciudades, los mercados financieros y hasta los juegos en línea. Aunque a simple vista no parezca, estos sistemas pueden tener muchas cosas en común. El objetivo de quienes se dedican a estudiar la complejidad es llegar a predecir eventos futuros.

Colombia vs. Irak

Al comparar información sobre la guerra en Colombia de los últimos 20 años y la de la guerra en Irak, los matemáticos Mike Spagat y Jorge Restrepo, junto con un grupo de colaboradores colombianos, encontraron que los dos conflictos evolucionaban de la misma manera. Una vez más, 2,5 era el punto en el que se encontraban, reflejo de la manera en que operan los ejércitos irregulares frente a los Estados.

Un mismo patrón

“Las guerras tienen diferentes causas, son peleadas por personas diferentes en diferentes lugares del globo, y parecen tan horriblemente únicas que parecería imposible que existieran similitudes”, explica Neil Johnson. Al comparar el número de eventos y el  de muertos de cualquier guerra moderna surge esta gráfica. La pendiente de esta línea es prácticamente la misma: 2,5.

Por Pablo Correa

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