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El poder de Cartagena

El liderazgo cartagenero hoy tiene presencia en los poderes públicos, las Fuerzas Militares y otros círculos del poder.

María del Rosario Arrázola
14 de noviembre de 2009 - 09:00 p. m.

Desde los tiempos de Rafael Núñez Moledo, no sólo aquellos en que ejerció la Presidencia de la República a finales del siglo XIX, sino en los que antecedieron la época de La Regeneración, Cartagena no tenía tantos hijos ilustres en los círculos del poder. Hoy, en las tres ramas del Estado, cumpliendo trascendentales misiones, muchas de ellas antagónicas, despliegan su talento o habilidad política un instruido grupo de cartageneros de cuna o adopción, de dos generaciones que crecieron en las calles y claustros de la Ciudad Heroica.

La lista es larga y por las responsabilidades a cuestas, la encabezan actualmente los juristas. En la cúpula de la Fiscalía General de la Nación, así esta sea interina, aparecen dos cartageneros: Guillermo Mendoza Diago y Fernando Pareja Reinember. Lo que pocos saben es que ambos tienen un maestro en común: el abogado Fernando Pareja, padre del vicefiscal y conocido hace unas décadas como “la conciencia jurídica de Cartagena”. Su alumno dilecto fue el actual Fiscal. El escenario de formación fue la Universidad de Cartagena.

De esa misma cátedra, compartiendo tertulias por las calles de Manga, el parque Fernández Madrid o la Plaza de Bolívar, surgieron también el magistrado de la Corte Constitucional Humberto Sierra Porto, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia Francisco Ricaurte y Jorge Luis Quintero Milanés y el presidente del Consejo de Estado, Rafael Ostau de Lafont Pianeta. Ellos y sus hermanos, sumados a un grupo de amigos y condiscípulos, duraron buenos años filosofando, cantando o mamando gallo hasta que fueron emigrando a Bogotá.

El magistrado Francisco Ricaurte así lo recuerda: “Éramos un grupo de existencialistas que, con el marco inspirador de la bahía, compartíamos poemas, reflexiones sobre la vida y la muerte o anécdotas del béisbol cartagenero y de las Grandes Ligas, hasta que un día alguien nos dijo: ‘Ajá, ¿y las peladas qué?’”. Entonces le agregaron la parranda. Hoy siguen siendo amigos, distantes, pero no por diferencias personales, sino porque sus responsabilidades exigen una independencia que no da para compartir muchos espacios públicos.

No son frecuentadores de cocteles y a lo sumo se toman un par de whiskys, de alguna manera conservan el añorado espíritu cartagenero de los tiempos en que no había demasiados turistas ni tanta pobreza.

En contraste, otro cartagenero de pura cepa en el poder pero de otra extracción social, ese sí amigo de apurarse sus buenos tragos o compartir cocteles sin emborracharse, es el actual presidente del Congreso, el senador Javier Cáceres Leal. Un hombre hecho a pulso y sin título profesional, pero ganador en la universidad de la vida.

Nacido en el barrio San Francisco, zona deprimida de Cartagena junto a la ciénaga de La Virgen, mientras su madre se ganaba la vida lavando y planchando ropa, él fungía como embolador, mecánico, vaquero, boxeador, cualquier actividad que le permitiera aportar unos pesos a la familia. Hasta que empezó con el cuento de las juntas comunales, se volvió político y hoy preside el Poder Legislativo. No obstante, sigue siendo champetero, echacuentos y bailarín, como buen cartagenero que se niega a perder su esencia.

Y si los jurisconsultos en su cadencia intelectual o el legislador en su estilo desabrochado representan dos visiones del poder cartagenero en la justicia y la política, por los lados del Ejecutivo también transitan otros hijos notables de La Heroica. Por ejemplo, la secretaria privada del presidente Uribe, la eficiente funcionaria que le habla al oído, le maneja la agenda y le evita problemas, es una cartagenera pura, además hija del médico y ex alcalde Juan C. Arango, a quien se recuerda como lo mejor de lo mejor en gobernantes.

Alicia Arango creció en el sector de Bocagrande y desde su adolescencia demostró su entusiasmo por los asuntos públicos. Aunque emigró muy rápido a Bogotá, aún la recuerdan rondando por la Alcaldía o interesada en los procesos administrativos, eso sí, con tiempo suficiente para compartir con sus amigos, entre quienes hoy se cuentan otras mujeres en ascenso en el poder: la actual alcaldesa Judith Pinedo, la viceministra de Minas, Silvana Giaimo, o la candidata al Senado en la lista de apoyo a Sergio Fajardo, la administradora Claudia Fadul.

El otro cartagenero no es muy distante de la viceministra Silvana Giaimo, es su jefe. El ministro de Minas y Energía, Hernán Martínez Torres, es de una generación mayor, pero también cartagenero total. Creció en Castillogrande, pero terminó su bachillerato en Boston. Cuando regresó a Colombia se radicó en Barranquilla, allí prosperó profesional y económicamente. Hoy es uno de los ministros determinantes del gobierno Uribe, tanto que ha sonado como fórmula vicepresidencial, pero mantiene sus arraigos en Bolívar.

Además, comparte sus tiempos de colegial en el Liceo La Salle con otro cartagenero en el poder: ni más ni menos que el comandante de las Fuerzas Militares y baluarte de la política de seguridad democrática, el general Freddy Padilla de León. Aunque nació en Montería porque su familia es cordobesa, a los dos meses sus padres se trasladaron a Cartagena. En su niñez fue boy scout, después se sumó a las juventudes cristianas, pero escuchando las gestas libertarias de su ciudad adoptiva, se le despertó el talante militar que hoy lo tiene en la cúpula castrense.

Como a todos los anteriores, lo cartagenero se le sale por los poros. Vibra con el béisbol, eximio narrador de historias, en su dieta semanal no pueden faltar el sancocho trifásico, el mote de queso o el arroz con coco; su acento lo delata y, cuando visita la ciudad, en vez de coger para la playa como hacen los cachacos, prefiere subir a la terraza o asomarse a los balcones de las viejas casas a abanicarse contra el calor y ver pasar a sus coterráneos saludando a diestra y siniestra. Más cartagenero que todos los que cruzan por la Torre del Reloj.

Hay otros cartageneros por cuna o adopción que también están ascendiendo a las grandes ligas del poder nacional. Piedad Zuccardi en el Congreso, Adelina Covo en el Consejo Nacional Electoral, Patricia Martínez, rectora de la Universidad Tecnológica de Bolívar; Rafael del Castillo, exitoso empresario y avezado pescador; Fernando Araújo Perdomo, ex canciller y actual presidente del Partido Conservador. Es imposible mencionarlos a todos, pero de una u otra manera representan a una ciudad que aporta líderes a Colombia.

Unos y otros son amigos, pero la vida los puso en orillas distintas. En la coyuntura actual son determinantes. Francisco Ricaurte y Jorge Luis Quintero defienden la postura de la Corte Suprema. Del otro lado está Alicia Arango en el Gobierno, representando la suya. Entre los dos frentes está Humberto Sierra, ponente en la Corte Constitucional en el estudio jurídico del referendo reeleccionista. Freddy Padilla es uno los ases de Uribe. Javier Cáceres, muy cercano al Presidente pero no tan amigo de su tercer gobierno.

Guillermo Mendoza y Fernando Pareja digieren la papa caliente de la Fiscalía, donde a partir del Derecho tienen que dirimir las tensiones entre la Corte Suprema y el Gobierno. En el fondo todos esperan cumplir con sus deberes para volver a reencontrarse con su pasado y su herencia. La entrañable Cartagena que por estos días celebra sus 198 años de independencia y que, como en los tiempos de El Cabrero de Rafael Núñez y Soledad Román, guarda muchos secretos que se cocinan en Bogotá y se sirven en la Ciudad Heroica.

Por María del Rosario Arrázola

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