Ecocidio en el Tequendama

A través de un  libro que recopila la historia de este lugar y de una ardua labor de conservación, un grupo de colombianos intenta rescatar el valor patrimonial de lo que fue un hermoso  escenario natural.

Mariana Suárez Rueda
06 de febrero de 2010 - 10:00 p. m.

Cuando aún no existían los teatros ni las salas de cine ni los restaurantes o centros comerciales y tampoco se habían abierto carreteras para recorrer los sitios turísticos del país, los colombianos disfrutaban de las vacaciones y de los fines de semana viajando a conocer el Salto del Tequendama. Una espectacular caída de agua de más de 150 metros, inmersa en una nube de neblina y rodeada de un frondoso bosque.

La magia y el misterio de los mitos de nuestros antepasados muiscas, de las historias de quienes habían decidido quitarse la vida en aquel paraje y de las excavaciones que se realizaron para descubrir los fósiles de los mamuts que habitaron la zona hace millones de años seducían a los visitantes y enorgullecían a quienes vivían a sus alrededores. Tristemente, de aquel hermoso escenario, cuyo retrato estuvo en el escudo nacional hace años, ya no queda ni el agua.

El desvío del cauce del río Bogotá, la sequía y la utilización de sus aguas para producir energía por parte de Emgesa, que desde hace más de diez años  realiza este procedimiento siguiendo los términos de la ley 143 de 1994, están acabando con uno de los patrimonios más representativos de nuestro país.

A lo anterior se suman las prácticas descuidadas de los habitantes, quienes arrojan los desechos de sus marraneras al río, pero como está prácticamente seco, estos terminan apelmazados en las rocas generando un olor espantoso. Y lo que es peor, la poca agua que ha quedado empozada se está convirtiendo en un peligroso foco de infecciones.

Alarmados por la inminente destrucción de este emblemático lugar, el botánico Santiago Díaz, ex presidente de la Academia Colombiana de Historia, y María Victoria Blanco, veterinaria y especialista en desarrollo rural, decidieron recopilar la historia del Salto en un libro que será publicado en menos de un mes. Su intención es llamar la atención de los ciudadanos y las autoridades, recordarles que el Tequendama es nuestro patrimonio y que estamos a tiempo de salvarlo.

Adicionalmente, Blanco, junto con otros profesionales decididos a proteger el ecosistema del Salto, creó una reserva natural llamada Fundación Granja Ecológica el Porvenir. Su objetivo es proteger a las más de 1.000 especies de insectos, a los búhos, osos perezosos, ardillas y plantas que viven en los bosques que rodean este lugar.

Para ello recurren a la pedagogía. Todos los días grupos de estudiantes de los colegios del sector y algunos habitantes interesados en contribuir a esta noble causa asisten a la Granja para aprender cómo preservar los recursos naturales. Aunque esta iniciativa se sostiene gracias a donaciones ha tenido un efecto muy positivo, pues cada vez son menos los niños que juegan a cazar a los osos perezosos con caucheras o las familias que arrojan la basura al río.

Para Fernando Escobar, personero de Soacha, municipio al que pertenece el Tequendama, el problema podría solucionarse en la medida “en que se aplique el plan de tratamiento de aguas residuales”. Mientras esto sucede, el historiador Santiago Díaz cree que lo primero que debe hacerse es rescatar la imagen del Salto, reenamorar a los colombianos de este lugar, motivarlos a luchar porque sobreviva, “y exigirles a las autoridades que hagan algo para no dejar morir este tesoro antropológico, biológico y energético”.

Los perezosos del Salto

Una de las sorpresas más maravillosas que se llevaron los veterinarios, ingenieros agrónomos, biólogos y ecologistas que trabajan en la Fundación Granja Ecológica Porvenir (una entidad que protege los recursos naturales y el ecosistema del Salto del Tequendama) fue encontrar, en aquel paraje olvidado y que ahora luce tan triste por la falta de agua y la contaminación del aire, familias de osos perezosos.

Estos tímidos animales, que viven en las copas de los árboles, se han visto seriamente afectados por la escasez de agua en el Salto y por las acciones agresivas de algunos habitantes de la zona, especialmente niños, quienes juegan a derribar a los osos de los árboles con sus caucheras.

La semana pasada mataron a una mamá osa a punta de pedradas y los profesionales de la granja Provenir están en la tarea de rastrear a sus hijos para protegerlos.

Por Mariana Suárez Rueda

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