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Narcos recuerdan a su santo patrón

La capilla de Jesús Malverde en Culiacán se ha convertido en centro de peregrinación de los mafiosos.

Joaquim Ibarz / México
19 de mayo de 2009 - 11:00 p. m.

Cuando en enero de 2006 Josep Guardiola aterrizó en Culiacán para iniciar su última etapa de futbolista con el equipo Dorados, no tenía idea de que había llegado al estado mexicano —Sinaloa— más marcado por la violencia del narcotráfico. Pero es probable que durante los seis meses de estancia en la ciudad norteña, el actual entrenador del Barça oyera hablar de la capilla de Jesús Malverde, destino obligado de cualquier visitante.

Ni la nueva gripe impidió que en la ermita de Malverde se celebrara con música, flores, rancheras y alcohol el centenario de la muerte del llamado Bandido Generoso, uno de los mitos más populares del norte de México. Las notas de tres grupos se turnaron para entonar canciones que hablan de la leyenda del santo laico, presuntamente muerto en la horca el 3 de mayo de 1909 (los festejos se trasladaron a esta semana por la emergencia sanitaria).

En las paredes hay placas, que con todo tipo de faltas de ortografía que agradecen a Malverde por algún milagro. Las que dicen “Gracias por iluminar el camino”, “Gracias por garantizarme un regreso seguro”, “Gracias por los caminos despejados”, se refieren a que ayudó a pasar la droga, a hacer los jales, como le llaman, y volver íntegros a su casa.

Hay fotos de gente que pide una gracia, dólares pegados en las paredes por los indocumentados que intentan cruzar la frontera. Y en el centro de la ermita, a tamaño natural, el busto venerado de un hombre rústico, camisa blanca y pañuelo al cuello, bigote negro y cejas hirsutas; con un ostensible parecido a otro mito sinaloense: Pedro Infante.

Jesús M. González, encargado de la capilla, admite que la imagen no representa a Malverde, ya que no se contaba con retratos originales. El artesano que la elaboró incorporó rasgos de los cantantes Pedro Infante y Jorge Negrete, lo que facilita que la gente se identifique con Malverde.

Forjado en la leyenda del ladrón que comparte con los pobres lo que quita a los ricos, la tradición oral cuenta que  Malverde fue como la versión criolla del mítico Robin Hood. Cuenta la leyenda que ha pasado por generaciones entre los habitantes de Culiacán, que Jesús Malverde fue un bandido que vivió a finales del XIX en la Sierra de Sinaloa. Su cabeza tenía precio. Un cazador de recompensas lo hirió de bala en una pierna pero Malverde consiguió refugiarse en las montañas. La herida se gangrenó y, cuando ya no había esperanza de salvar la vida, pidió a uno de sus compañeros que lo entregara al gobernador, cobrara la recompensa y utilizara después el dinero para ayudar a los pobres.

La historia oficial señala que Malverde fue capturado por el dictador Porfirio Díaz. Con su muerte en la horca hace ahora 100 años, comenzó su ascenso a un peculiar altar laico. Por la ermita pasan emigrantes que bajan del tren: gitanos, narcos, soldados de operativos antinarcos; turistas en búsqueda de una historia que sabe a leyenda.

Aunque la frecuentan académicos y artistas, Malverde es emblema del mundo del narcotráfico. Patrón de los pobres y de los desesperados, sobre todo es el santo de los barones y sicarios de la droga. Mafiosos como Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca y Amado Carrillo visitaron su capilla de Culiacán.

La capilla de Malverde en Culiacán, la primera de tres que hay en todo el país, se construyó hace pocas décadas, en el mismo sitio en el que contaban que el bandolero había sido ajusticiado, a pocos metros del palacio de gobierno del estado de Sinaloa. Es una construcción caótica y pequeña a la que llega lo más granado del narcotráfico y el mundo del hampa.

Es habitual que, sin razón aparente, una banda de narcocorridos se pase un par de días tocando canciones al busto de Malverde. “Gracias por llevar esto asta Arizona”, dejan escrito, señal de que un capo coronó, de que un gran cargamento de cocaína traspasó la frontera estadounidense. 

Por Joaquim Ibarz / México

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