Publicidad

Diez millones más de pobres tendrá América Latina

José Graziano da Silva, representante para América Latina y el Caribe de la FAO, da a conocer estas cifras. Este experto también hace énfasis en que se debe modificar la institucionalidad del agro.

Ricardo Gutiérrez Zapata / Acajutla (El Salvador)
28 de septiembre de 2008 - 08:09 p. m.

Por años, la Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación (FAO) fue una más para los ciudadanos del mundo. Desde hace unos 24 meses, el incremento de los costos de la comida llevó a que entidades como ésta, que trabajan en pro del desarrollo rural, hayan ganado espacio no sólo entre la opinión pública sino entre los gobiernos.

El Espectador dialogó con José Graziano da Silva, representante para América Latina y el Caribe de la FAO, aprovechando su presencia en el foro ‘Diálogo Rural Iberoamericano, Crisis de Alimentos y Territorios Rurales’ (www.rimisp.org/dialogo), que organizaron recientemente en El Salvador, Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (www.rimisp.org/dtr) y el Ministerio de Agricultura y Ganadería de ese país.

¿En qué consiste la actual crisis en los precios de los alimentos?

El tema del alza de precios es un efecto de una situación que viene desde hace un par de años. Es el resultado acumulado de un largo período donde el apoyo ha ido disminuyendo como si fuera un tema de menor importancia.

Los países, sobre todo los latinoamericanos, creyeron que el tema de la alimentación estaba resuelto con la posibilidad de importar comida barata del mercado internacional, se olvidaron de que lo que venía del exterior era precisamente producto de las políticas de subsidios y protecciones arancelarias que combatíamos los países en desarrollo.

Las naciones desarrolladas, preparándose para la Ronda de Doha, disminuyeron su oferta, lo cual provocó una elevación de los precios. Esto se sumó a otros elementos como sequías, cambio climático y la causa última fue un deterioro en los precios de más de 30 años, que bajó todas las oportunidades de ganancias a los inversionistas agrícolas.

La FAO indicó que si la inflación de los alimentos pasaba del 15%, la pobreza en América Latina iba a aumentar en 3% ó 4%, eso ya sucedió, ¿qué ha pasado?

Los cálculos son bastante variados hasta ahora, lo mejor que tenemos es la Cepal y sus indicaciones hablan de entre 10 millones y 15 millones de personas pobres por causa del aumento de precios, pero eso no considera la reacción de los países, y hay varios que han tomado medidas de cautela. Está Venezuela, que ha aumentado las transferencias de ingresos, ha tenido congelamiento de precios, lo mismo Chile o Brasil, de manera que esperamos un cierto acomodo y valores cercanos a los 10 millones de pobres más debido al incremento en los precios de los alimentos.

De todas maneras es un tremendo retroceso para esta región, pues es como dar un paso adelante y dos pasos atrás.


¿Qué hacer?

Esto pone más responsabilidad en los gobiernos para que no se queden en medidas de urgencia, pues es un tema que ha venido para quedarse años. No va a ser algo efímero, excepto que hay una burbuja que se rompió —como parece que sucedió— lo que va a provocar que los precios caigan, y en efecto esto ha sucedido, pero nunca a los niveles del año 2000.

Esto significa una preocupación mayor para América Latina, pues el problema es de acceso.

¿La solución es robustecer al Estado?

Todos nos damos cuenta de que los dos extremos son indeseables, demasiado Estado o ausencia de él produce igual fallas de mercado.

Los países han demostrado esto y creo que América Latina va en camino de encontrar el equilibrio en ese sentido.

Me parece que el tema de los ministerios de agricultura es especial, porque en verdad ha cambiado el rol del sector agrícola.


¿En qué sentido cambió?

Antes era donde se producía arroz, fríjoles, leche o carne; ahora no lo es, pues abarca un conjunto de otras actividades, inclusive no agrícolas, como la vivienda, medio ambiente, agua.

Se ha dado reconocimiento a actividades que antes no la tenían y que ahora son vitales. Por ejemplo, la conservación de los sistemas hídricos en la zona Andina son fundamentales. Chile está considerando desalinizar el agua del mar para atender a ciudades como Antofagasta, Arica, lo mismo pasa con el sur de Perú, esos son problemas novedosos que se imponen ante un cambio climático.

¿Qué exige esta realidad?

Una nueva institucionalidad del nuevo mundo rural, incorporando conceptos de medio ambiente, agua, mar, recursos como los bosques. América Latina va a la delantera en la deforestación: zonas como la Andina, con pendientes de 40 y 60% están deforestadas, y eso es una locura. Eso amerita pensar que tenemos que producir unas reformas importantes del Estado, no es volver al pasado, eso sería un tremendo error, pero hay buenos ejemplos.

¿Cuáles son esos ejemplos?

Los países más importantes en términos de agricultura de la región lo son. Argentina tiene una Secretaría de Desarrollo de la Agricultura Familiar y Territorial que está impulsando programas muy importantes, y tiene unos programas de asistencia crediticia que mezcla lo público y lo privado, se llaman Crea.


En Brasil está la Compañía Nacional de Abastecimiento, que se encarga de las compras de la agricultura familiar para entregar en la merienda escolar. Éste es un programa con productos locales, frescos, que dinamiza los pequeños poblados a donde el Gobierno no llegaba antes. Estos son buenos ejemplos de nueva institucionalidad.

¿Los altos precios de los alimentos ofrecen oportunidades para la región?

Primero, pienso que no hemos sufrido lo que el resto del mundo con las alzas porque el más impactado ha sido África, no hay comparación con el tsunami de ese continente o de países como Timor, Birmania o Afganistán en Asia.

América Latina se benefició de la situación, especialmente países como Perú, Argentina Brasil, Uruguay o Paraguay, pues tienen hoy un espacio mayor en el mercado mundial, producto del valor agregado en alimentos como carnes, frutas, pescado, espárragos, legumbres y verduras, que han encontrado compradores que no tenían antes. América Latina tuvo su cuota de beneficio y logró ocupar ese espacio. El tema en la región es que esos beneficios no chorrean, no se distribuyen, se concentran y benefician a los que ya están beneficiados. Ahí está el rol que deben desarrollar los gobiernos: promover la redistribución de esos beneficios.

¿Los biocombustibles contribuyen a la crisis alimentaria?

Hoy el tema está bastante claro y sigo lo que se ha dicho en varios estudios, empezando por algunos del Banco Mundial, respaldados por el Relator de Derechos Humanos para la Alimentación de la ONU. Una cosa son los biocombustibles producidos a partir de cereales, como el maíz, o de semillas oleaginosas, como lo hace Europa, pues eso efectivamente ha perjudicado y ha impactado fuertemente los precios, porque retira una cantidad de comida importante.

Una cosa muy distinta es la utilización de recursos como la caña de azúcar, como lo hace Brasil, a precios muy competitivos, pues con el barril de petróleo a más de US$35 el etanol ya es económico. Hay alternativas que se trabajan en África como la jatropha; también está el caso de Chile, que le ha apostado a los derivados de la madera, que es la segunda generación de biocombustibles. Me parece que están en un momento de transición y quizás en cinco o diez años vamos a tener una generación que no compite con la comida y nos permitirá ahorrar petróleo y producir combustibles más limpios.

Para ver el porcentaje de población en pobreza, haga clic AQUÍ

Por Ricardo Gutiérrez Zapata / Acajutla (El Salvador)

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar