¿El banco de los pobres?

En Pasto se está viviendo bien y de la renta, tanto que el dinero, fajo tras fajo, se cuenta por montones y los de menos recursos ya están acabando con sus deudas. El Espectador viajó a la ciudad de la bonanza económica creada a punta de captadoras de dinero.

Edwin Bohórquez Aya / Enviado Especial San Juan de Pasto (Nariño).
27 de septiembre de 2008 - 12:45 a. m.

En Pasto no se habla de una cosa distinta que no sea de dinero y bienestar. La bonanza económica está cambiando a la ciudad y en la capital de Nariño, los campesinos ya no quieren sembrar, los obreros trabajar, los taxistas laborar y hasta los profesionales, producir. Y todos tienen la misma explicación: ahora viven de la jugosa, constante y, por lo que se escucha en las calles, efectiva renta que se tomó la nutrida población que vive en las faldas del volcán Galeras.

Una fluidez monetaria provocada por un par de firmas captadoras de dinero, que ya hacen parte de la economía local ofreciendo excelentes dividendos y  moviendo gruesas sumas de billetes. Algunos, posando de analistas en las tiendas y centros comerciales, dicen que no son más que otras dos “pirámides que se van a volar con la platica de los ingenuos”, pero son más, decenas tal vez, los pastusos que arrojan su veredicto final al respecto y dejan clara su posición: “Son el banco de los pobres, nos está dando para comer y nadie no lo va a quitar”.

Por eso, no es raro escuchar que taxistas, finqueros, hacendados y comerciantes vendieron sus negocios para poner el dinero en DMG o DRFE (Dinero Rápido Fácil y Efectivo), las firmas captadoras, que sin necesidad de publicidad en radio o televisión, atraen con el voz a voz a quienes están interesados en recibir intereses del 50%, 70%, 80% y 100% sobre el efectivo entregado o “invertido”, como lo aclaran los representantes legales de DRFE.

 El Espectador viajó a Pasto para corroborar esta situación, que más que un cuadro adornado por la imagen de familias desconsoladas y sembradas en un mar de llanto por hacer parte de un engaño o estafa, como ha sucedido en Zipaquirá, Pitalito, Tunja, Mocoa, Bogotá, Villavicencio, Bucaramanga, Cali, Santander de Quilichao y  Popayán; aquí lucen una sonrisa de oreja a oreja y dicen pasar por el mejor momento de sus vidas, pues las ganancias son tan buenas que le permitió a muchos desempleados ser hoy por hoy crecientes empresarios.

Atractivo negocio que funciona de la siguiente forma: por inversiones de entre $2 a $10 millones, la firma DRFE paga a los 35 días, el 100% de utilidades, cancela en efectivo y si la persona lo desea, puede retirar el monto ganado más el ahorrado, o dejar una parte para que siga lucrado. Por montos superiores a $10 millones, los plazos para pagar son más largos y el porcentaje de utilidad cambia.

 Eduardo Alvarado, alcalde de Pasto, desde su despacho lanza su propia versión de la situación que está viviendo la ciudad: “Ahora surgieron este tipo de organizaciones que ofrecen resultados mejores que los bancos, nadie sabe cuáles son las actividades que se desarrollan con esos capitales y aquí se habla, porque no hay estudios ni cifras, que hay más de 100.000 personas vinculadas al negocio con plata metida”.

Y lo que los bancos le han dicho al Alcalde  es que la gente está dejando de ahorrar y al contrario de los pronósticos, se han lanzado a adquirir créditos para ponerlos en las captadoras de dinero, que tienen descuadres en los primeros pagos, pero luego regresan  y cancelan las deudas en efectivo, quedando paz y salvo.


El resultado: “Hay un boom de consumo suntuario, de viajes y se nota un efecto nocivo en la mentalidad de la gente, esto ha encarecido la mano de obra, la persona que iba a trabajar por $20.000 el día, ya no está trabajando por esa plata y los cultivadores y campesinos ya no quieren sembrar papa, que era una de las bases económicas de la región”, detalla Alvarado. Y agrega: “No tenemos ninguna competencia para intervenir, le decimos a la gente que tenga cuidado y que no se arriesgue. El Gobierno Nacional ha tratado de intervenir, pero es muy difícil demostrar que allí hay infracción que los pueda llevar a suspender sus actividades”.

Escenario al que ya se refirió el presidente Álvaro Uribe en su último consejo comunitario de Ipiales, cuando lanzó un mensaje contundente a la Superintendencia Financiera: “Ustedes van a tener que buscar un mecanismo para disuadir a todos los colombianos de poner plata en la pirámides, eso puede causar un problema de insospechables consecuencias negativas”.

Consecuencias de una boyante coyuntura económica que defienden precisamente sus protagonistas. Desde la subgerencia  nacional de proyecciones DRFE Colombia, con 53 oficinas por todo el país, Víctor Bastidas aclara que no deben ser estigmatizados porque su dinero no proviene del narcotráfico, ni de los grupos armados al margen de la ley. “Somos una organización empresarial, una empresa de economía solidaria, porque de las ganancias hace parte todo el conglomerado de afiliados, que son un millón de socios, ofrecemos más de 800 empleos directos y por concepto de IVA y retención a la fuente pagamos $1.500 millones a la DIAN en los dos primeros trimestres”.

Del secreto del negocio, Bastidas habla abiertamente y explica que el dinero lo invierten en el mercado Forex (mercado de intercambio de divisas e inversiones): “En hidrocarburos, aceite para calefacción, oro. Hacemos que la gente del común ingrese a esos mercados internacionales, que ponga su dinero allí. Tenemos inversiones en finca raíz, que es un negocio muy bueno, conseguimos oportunidades de compra como los remates, estamos pensado en hacer inversiones en bonos del Estado, TES, que ése es el que da más garantía para mostrarle a la gente que también ponemos dinero en espacios completamente seguros”.

Mientras tanto, miles de personas, la mayoría de Pasto, otros cientos de las regiones y ciudades cercanas, además de uno que otro ecuatoriano, siguen haciendo extensas y nutridas filas para poner su dinero en las captadoras, gran parte en DRFE, muy pocas en DMG, porque tienen claro que “en los negocios hay que tomar riesgos señor, o se gana, o se pierde”, advierte una naciente comerciante de no más de 18 años que, como si estuviera enfrente de las pantallas de Wall Street observando el movimiento de los mercados, espera atenta y paciente en la fila que conduce a las cajas en donde cobrará  sus jugosos dividendos.

Por Edwin Bohórquez Aya / Enviado Especial San Juan de Pasto (Nariño).

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