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Los paliativos del hambre

El denominado Tour de la Asistencia llevó a un grupo de personas a sitios donde la pobreza es el pan de cada día. Organismos como el gobierno de Estados Unidos y las Naciones Unidas dejan ver su trabajo en diferentes zonas.

Ricardo Gutiérrez Zapata/ Enviado EspecialLa Guajira y Bolívar
05 de octubre de 2008 - 06:36 p. m.

A fuerza de los desplazamientos, Carmenza Pérez* ha recorrido buena parte de la Costa Atlántica colombiana. Nació en Antioquia, vivió en Cesar, en Bolívar y ahora se encuentra en La Guajira.

Su hogar actual se ubica dentro de un proyecto que se localiza en el área rural de Riohacha y su único objetivo es poderles brindar a sus nietos las posibilidades para tener una vida digna.

Tiene 52 años y en sus ojos se percibe una profunda tristeza, producto de haber tenido que salir de su hogar en cinco ocasiones, sólo con lo que llevaba puesto y con la firme intención de defender su vida y la de su familia.

En su tragedia han sido protagonistas por igual guerrilleros, paramilitares y las fuerzas del Estado. “El 15 de febrero de 2006 nos tocó huir de la última finca en la que vivimos. Un avión de la Policía empezó a bombardear y a todos nos tocó salir corriendo. Ahí hubo muchos heridos y hasta muertos”.

Después de una pausa llama a uno de los dos nietos que vive con ella y su esposo en este lugar. Antes de que el niño de siete años se acerque, relata que el menor de edad “tiene la mente en blanco”.

El infante se acerca, sin dejar de mirar al piso, y entre dientes responde que no sabe leer ni escribir y que no va a la escuela porque “no sirvo para el estudio”.

La escena de Carmenza se repite una y otra vez entre otras 46 familias que habitan en el lugar y que forman parte de un proyecto al que contribuyen el Programa Mundial de Alimentos, de la ONU; Acción Social, del Gobierno Nacional, y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (Usaid). También el Sena, la Pastoral Social y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar hacen sus aportes.

Entre dinero en efectivo y productos cada familia recibe unos $11 millones, por una sola vez, que destinan a la construcción de sus casas y a proyectos de autoconsumo, como los cultivos y la crianza de gallinas ponedoras. El terreno tiene cerca de 460 hectáreas.

Este sitio fue uno de los que visitó una comitiva conformada por funcionarios de agencias de la ONU, como el Programa Mundial de Alimentos (PMA), la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA).

Asimismo, formaron parte de la delegación representantes de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, (Usaid), siete periodistas de Bolivia, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Venezuela y Colombia, y el embajador estadounidense ante las organizaciones de las Naciones Unidas con sede en Roma, Gaddi Vásquez.

Las visitas llevaron a la comitiva a diferentes puntos de La Guajira, Bolívar y Cundinamarca, donde estos organismos han contribuido a satisfacer las necesidades primarias, especialmente de alimentos, de desplazados, población vulnerable, indígenas, afrodescendientes, madres adolescentes y menores de edad.

Tras dejar a Carmenza, el grupo se dirigió a dos puntos localizados en el municipio de Dibulla. En el primero, un grupo de 349 indígenas wayúus les enseñó a los visitantes un poco de su cultura. Los nativos también son desplazados y debido a la escasez de alimentos tres de sus niños han muerto por desnutrición.

En este lugar, el PMA desarrolló un proyecto de alimentación escolar para los niños indígenas. Un plato con arroz, lentejas, pollo en salsa y torta de harina de maíz se les entregó a los 52 menores de edad, que a esa hora asistían a clases.

El tercer sitio visitado fue en el corregimiento de Mingueo, en la vía que comunica a Riohacha con Santa Marta. Allí, el grupo atendido fue el de los indígenas que habitan la Sierra Nevada de Santa Marta, conformado por wiwas, arawacos y koggis.

Antes de recibir la asistencia alimentaria, que consistía en mercados con dos kilos y medio de azúcar, 50 kilos de arroz, cinco litros de aceite, una libra de sal, cinco kilos de harina de trigo y 10 kilos de lentejas, los voceros de los diferentes grupos étnicos se dirigieron a la comitiva.


“Lo que les pedimos es que no nos den el pescado, sino que nos enseñen a pescar”, explicó José Torres, uno de los indígenas voceros del grupo arawaco.

Para el embajador de Estados Unidos ante organismos como el PMA, FAO y FIDA, Gaddi Vásquez, uno de los puntos más destacados de este encuentro fue conocer la espiritualidad de estas comunidades que en sus presentaciones insistieron en el respeto que desean mantener por la madre naturaleza.

Al día siguiente, el denominado Tour de la Asistencia llegó hasta el corregimiento de San Basilio de Palenque (corregimiento del municipio de Mahates, en Bolívar). Miembros de la Asociación de Productos Agropecuarios, Dulces Tradicionales y Servicios de Etnoturismo (Asoproduse), les dieron la bienvenida en lengua palenquera a los visitantes.

En este lugar se pudo apreciar el desarrollo de actividades del FIDA, con las mujeres que preparan dulces tradicionales. Estas palenqueras se pueden apreciar con sus golosinas en grandes platones que llevan en sus cabezas por todas las ciudades del país.

El FIDA las llevó por municipios como Vélez (Santander) y otros del Cauca a conocer las experiencias de pequeños productores, para que las repliquen en esta localidad que no tiene agua potable y que se conoce internacionalmente por haber sido el primer pueblo de esclavos negros en América que se liberó y por ser la cuna del ex campeón mundial de boxeo, Antonio Cervantes “Kid Pambelé”.

“Es que palenquero que no pelié no es palenquero”, señala Deysy Padilla, vendedora de dulces tradicionales, madre de dos hijos y quien llegó a luchar por un título mundial de boxeo femenino en Buenos Aires.

La jornada concluyó con visitas a barrios de escasos recursos de Cartagena, como el Nelson Mandela, 11 de Noviembre y La Reina.

En estos lugares, con la colaboración de entidades como la Corporación Minuto de Dios, Acción Social, la Iglesia católica, el Concurso Nacional de la Belleza y Cooperazione Italiana, entre otras, los organismos de la ONU adelantan proyectos de salud, cultivo de alimentos, capacitaciones con madres gestantes, niños menores de cinco años, adolescentes, madres cabeza de hogar, desplazados y miles de personas que llegaron a esta ciudad con la ilusión de mejorar sus condiciones de vida.

Mientras tanto, Carmenza reza todas las noches para que sus nietos puedan vivir en un país en paz.

*Nombre ficticio para proteger a la fuente.

Las características del Programa Mundial de Alimentos

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) se creó en 1963 con el fin de erradicar el hambre global y la pobreza.

En América Latina y el Caribe tiene operaciones en Bolivia, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Perú y República Dominicana.

Las naciones de la región donde más invierten recursos es en Haití y en Colombia.

De acuerdo con Praveen Agrawal, representante en Colombia del PMA, como respuesta a la difícil situación humanitaria en el país, este programa desarrolla junto con el Gobierno la Operación Prolongada de Socorro y Recuperación, la cual busca encontrar soluciones efectivas y duraderas a la problemática alimentaria de la población desplazada, a la prevención de futuros desplazamientos y a la continuación de la educación básica de niñas y niños en edades preescolar y escolar. En la actualidad cuenta con su oficina principal en Bogotá y con sedes satélites en 10 ciudades del país.

Según cifras de la entidad, en el país hay unos 2,6 millones de desplazados y su intención es atender a unos 500 mil cada año.

El organismo también señala que aunque hay suficiente comida en el mundo para que cada hombre, mujer y niño lleve una vida saludable y productiva, 25 mil personas mueren de hambre cada día.

El 42% de los recursos del PMA es donado por Estados Unidos.

Por Ricardo Gutiérrez Zapata/ Enviado EspecialLa Guajira y Bolívar

 

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