El PP en España pide que vigilen las diferencias entre precios de origen y al público para evitar la especulación; Venezuela controló precios y logró desabastecimiento.
En Colombia, un honorable representante propone regular el consumo de alimentos para eliminar la obesidad (sólo los productos de marca, claro está, ya que nuestra comida típica parece no engordar); los camioneros piden congelar el precio de la gasolina, sin saber que con impuestos van a terminar pagándola; algunos más sensatos piden la apertura de importaciones agrícolas para aumentar la oferta de alimentos.
Lo que importa es que los precios no suban, pero en este caso la forma sí que es importante: si se regulan precios, los productores se ven desmotivados a producir y viene la escasez; si subsidiamos la gasolina, la pagamos con impuestos; si oímos los clamores de la gente, quieren todo gratis. El tema es de la fuente misma del consumidor final, su empleo.
El consumidor entiende: pasó la fiesta de consumo, los precios suben y los independientes deben pagar más por seguridad social; por lo tanto gastan menos en deudas de largo plazo y más en consumo de corto plazo para reducir la de deuda; la relación es clara, más inflación menos créditos.
El Gobierno debe transmitir sensación de calma, como ya lo hizo el Banco de la República subiendo las tasas, es tiempo de que el Ejecutivo dé una señal y evite que el segundo período presidencial tenga capacidades de compra negativas: ¿apertura de importaciones y lograr devaluación?, ¿supresión de IVA por un tiempo en algunos productos?, ¿subsidio a oferta?, ¿reducción real de gasto? ¿Cuál será?