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Un negocio que pinta bien

La crisis de la industria automotriz, un impulso para la independencia.

El Espectador
16 de mayo de 2008 - 09:26 p. m.

Jorge Duarte estaba próximo a cumplir 4 años como empleado de la Compañía Colombiana Automotriz CCA (que ensambla  las marcas Mazda y Mitsubishi), cuando la empresa decidió no renovar su contrato ni el de  417 personas más. Una decisión motivada por la crisis que afecta a la industria automotriz en el país, y que hoy tiene a 1.200 personas desempleadas. Sin embargo, mientras la mayoría de los afectados permanece en su casa a la espera de una vacante en el sector, Jorge asumió la situación como un empujón ‘afortunado’, que lo llevó a concretar su proyecto empresarial: un taller propio de latonería y pintura.

Hasta el pasado 25 de abril, Jorge se levantaba todas las mañanas a las 6, llegaba a su trabajo una hora después, y revisaba durante 8 horas camionetas por dentro y por fuera, para verificar que la pintura se encontrara en óptimas condiciones. “Me tocaba corregir cualquier problema y pasar el vehículo a control de calidad para que ellos lo aprobaran”, explica  y en seguida recita el orden que seguía con cada vehículo durante todo el día: capota, capot, baúl, puertas, guardafango, costados, bomper, motor, compartimiento maletero y cada  detalle que estuviera pintado. En un día revisaba entre 45 y 50 carros.

A las 4:30 p.m. regresaba a su casa, pero no precisamente a descansar. Desde 1999, gracias a la reputación que fue adquiriendo entre sus clientes de los concesionarios en los que trabajó, empezó a pintar carros por su cuenta en el garaje de su casa o en los talleres de sus amigos, después de terminar su jornada laboral. Entonces trabajaba cerca de 4 horas más.

Así fue acumulando clientes que formaron la base para  abrir su propio taller tras la terminación de su contrato con CCA, en lugar de empezar a repartir hojas de vida, a la espera de que alguna empresa valorara su experiencia en compañías reconocidas como Los Coches, Motorysa, Syncromotors, Mercédes Benz y Hyundai.  

Sin embargo la independencia tiene un precio, y Jorge lo sabe. Ahora trabaja de lunes a domingo y, mientras como empleado recibía cada mes un salario de $1.153.000, independientemente del número de carros que revisara, ahora, en su taller, cada peso que recibe es producto de su esfuerzo.  

De cualquier modo las proyecciones son positivas: durante en las primeras semanas de apertura de su local ha recibido en promedio dos carros por semana que le representan entre $800.000 y $1.200.000 dependiendo de la complejidad del trabajo, si es sólo pintura o si además incluye arreglos de latonería. El 60% de las ganancias es para él y un 40% para su socio, un amigo que conoció en CCA y que todavía trabaja allí, pero que vive en la incertidumbre frente a la posibilidad de que la empresa siga reduciendo su planta.

Por eso Jorge está contento y no guarda rencor con sus últimos empleadores, pues está conciente de los problemas que aquejan la industria. Sólo tiene una queja y es que considera que, en el momento de no renovar los contratos, no se tuvo en cuenta quiénes eran cabeza de familia y quiénes no tenían personas a su cargo.

Sin embargo, hoy a sus 35 años, su única preocupación es seguir fortaleciendo su negocio, para garantizar el bienestar de su esposa y sus cuatro hijos.

Por El Espectador

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