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Un festivo y armónico negocio

La Asociación Colombiana de Luthería nació para integrar el esfuerzo de los fabricantes colombianos de instrumentos musicales.

Redacción Negocios
01 de marzo de 2009 - 10:00 p. m.

La diversidad musical del país es un buen negocio. Una buena evidencia la constituye el esfuerzo que hoy despliega medio centenar de fabricantes de instrumentos, que hace dos años decidió crear la Asociación Colombiana de Luthería y hoy hace presencia en los festivales de cultura, los mercados artesanales y los encuentros folclóricos. El objetivo inmediato es llevar el nombre de Colombia a Estados Unidos y Europa con el sello particular de los violines, guitarras, marimbas o acordeones elaborados en talleres nacionales.

La idea nació del gestor cultural Jorge Enrique Rodríguez, un luthier bogotano que desde hace 18 años fabrica violines y chelos en su taller ubicado cerca a la Plaza de Bolívar, pero que un día le propuso a varios de sus colegas crear escenarios de trabajo para evidenciar la creatividad colombiana en la fabricación de instrumentos y, de paso, unificar criterios para la obtención de materias primas, comercialización de bienes y organización gremial de quienes a sí mismos se denominan custodios del patrimonio cultural.

Hoy Rodríguez preside la asociación y poco a poco se han sumado reconocidos fabricantes. Alberto Paredes, un talentoso creador de instrumentos de cuerda de la zona Andina; Rodrigo Duque, quien desde Ginebra (Valle) es uno de los grandes animadores del Festival de El Mono Núñez; Freddy Arrieta, gaitero de San Jacinto e ingenioso creador de instrumentos de viento; Olimpo Díaz, gestor de arpas para la música llanera o Gustavo Gómez, reconocido pedagogo y experto en la promoción de la música de cuerda.

“Sin que trascienda mucho, este es un sector que se mueve”, manifestó Rodríguez. Por ejemplo, en Santander, que es líder en este mercado, mensualmente se venden más de 10.000 instrumentos de cuerda. Y la diversidad es amplia. En instrumentos de cuerdas frotadas, se construyen en Colombia violines, violonchelos y contrabajos. Las guitarras, los tiples y las bandolas siguen teniendo una significativa demanda, y aunque pocos lo sepan, muchos acordeones ya no se importan, se hacen en Colombia.

Y qué decir de la música tradicional colombiana. Las gaitas, las flautas de millo, las marimbas de chonta, los redoblantes, los tambores, toda la diversidad que acompaña las chirimías con los cuales, la experiencia de los fabricantes ya tiene nombre propio.


Buenos violines alcanzan costos superiores a los $10 millones; se venden guitarras desde $100.000 hasta los US$6.000. Un tambor puede costar $500.000. Una marimba alcanza el precio de $800.000. La agremiación de quienes los construyen es el camino de una próspera industria.

Por eso la Asociación Colombiana de Luthería está encontrando escenarios. Estuvo en el Festival de El Mono Núñez, pasó por el Mercado Cultural del Caribe, llevó una buena muestra al Claustro de Santo Domingo y su meta es lograr espacios en el Festival Petronio Álvarez, los festivales al parque en Bogotá o el Festival del Bambuco en Neiva. Y, de ser posible, hacer presencia en Nashville, capital de Tennessee (EE.UU.), donde se realiza el más acreditado mercado internacional de instrumentos, con casi 500 expositores.

Un sistema de trabajo asociativo que ha sido bien recibido por el Ministerio de Cultura y que empieza a interesar a diversos frentes del sector privado. No solamente por lo que significa en términos de preservación del patrimonio cultural de la Nación, sino porque en las tareas de construcción, reparación, restauración, investigación y difusión de los instrumentos musicales colombianos, se abre otra posibilidad con muchas perspectivas: la capacitación y enseñanza de los secretos básicos para elaborar estos artefactos.

“Hay mucho talento en Colombia para crear instrumentos musicales, pero prevalecen los esfuerzos dispersos. Estamos encontrando que si nos integramos vamos a llegar muy lejos. Miren el ejemplo de los gaiteros de San Jacinto, ya se ganaron un Grammy con sus propias gaitas y pocos saben que, por ejemplo, existe el violín del Patía, único en su especialidad”, concluyó Rodríguez, quien cesa en su exposición para continuar con su tarea: pulir los últimos detalles de un violín negro que ya tiene un comprador adelantado.

Por Redacción Negocios

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