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Polémico futuro del etanol

Nuevas críticas a la política de sustitución de gasolina por un biocombustible.

Salomón Kalmanovitz*
06 de mayo de 2009 - 09:40 p. m.

Un reciente decreto del Gobierno establece la obligatoriedad de que en tres años todos los vehículos nuevos particulares utilicen la tecnología que permite combinar 85% de etanol con 15% de gasolina. La medida puede resultar muy lesiva para los consumidores si se continúa con las prácticas plutocráticas de fijación de precios del carburante, y ciertamente lo será para las importadoras de vehículos y ensambladoras que no tienen filiales en el Brasil, como la CCA. El Gobierno estará produciendo a la fuerza una profunda reestructuración de la industria, en detrimento de las marcas y los modelos disponibles en el mercado interno.

Los ganadores de siempre son los azucareros, quienes contarán con un enorme mercado cautivo, a pesar de que al día de hoy no son capaces de abastecer la mezcla del 10% de etanol del país. ¿De dónde saldrán las tierras para multiplicar por nueve la producción del agro carburante? ¿A cuáles precios nos forzará el Gobierno pagar por el etanol? El consumo actual alcanza 120 millones de galones al año y si todos los carros en 2014 utilizan la nueva fórmula, el consumo rondará los 1.000 millones de galones.

La expansión de los cañaverales se adelanta en el departamento del Vichada, pero todavía no se ha establecido si la calidad de las tierras y el clima son los adecuados para albergar tanta producción y si las destilerías debieran localizarse en regiones muy distantes, con servicios públicos precarios de agua y energía. Parece ser que la capa vegetal es pobre y muy elevados los costos de energía y transporte.

El ministro de Minas, Hernán Martínez, mostró algún recato cuando conoció que la fijación del precio del etanol había sufrido un alza del 70% desde octubre del año pasado hasta marzo, cuando se cambiaron todos los parámetros a favor de los productores: el precio para el etanol se fijaba en el mercado de Londres de azúcar que, por lo general, está 30% por encima del mercado de Nueva York; el precio de referencia era el azúcar refinado, que no es la alternativa ni tiene costo de producción similar al de producir etanol; y, finalmente, se redujo arbitrariamente el rendimiento de la conversión de azúcar crudo en etanol. El ministro reversó parte de la fórmula al volver a tomar el azúcar crudo como referencia, reduciendo el precio de $7.700 el galón a $6.150. Ese valor es todavía 2,5 veces superior al que paga el consumidor brasileño en la estación de servicio que es de 2,30 reales por galón de alcohol, es decir, $2.500.

Ante el reajuste del etanol se ha dado una contraofensiva de los intereses ligeramente menoscabados, aduciendo que no hay estabilidad jurídica, que las reglas no se pueden cambiar de un día para otro y que está en juego la confianza inversionista. Lo cierto es que cuando cambiaron la fórmula, favoreciendo de manera tan abrumadora a los productores, estaba bien alterar las normas, pero cuando se estabiliza el precio con la fórmula anterior entonces es un atentado contra la estabilidad jurídica del país. El ministro de Agricultura así lo expresó el 24 de abril y agregó que se debería retomar la decisión en un nuevo Conpes que le devolviera a los productores los $160.000 millones que les restó el haber cambiado el precio de referencia del azúcar crudo.

Esta política ha sido improvisada, va muy rápido y le ha hecho demasiadas concesiones de precio y de volúmenes a los productores de etanol, arrasando con los intereses de los consumidores y las ensambladoras e importadoras de autos del país. Lo ideal es que la mayor parte de los combustibles que consuma el país sean cultivados en las tierras buenas y ociosas de que dispone, pero que están en manos de narcos y señores de la guerra que no las dejan producir según su potencial. Para ello no es necesario colonizar el Vichada, sino hacer política que obligue al mejor uso del suelo: reforma agraria contra las tierras mal habidas y unos impuestos prediales rurales altos que obliguen a los que tienen tierras ociosas a venderlas o arrendarlas a los que quieran producir combustibles o comida.

No tiene sentido estar pagando el etanol al mismo precio de la gasolina correspondiente a US$120 por barril de petróleo, cuando el precio ronda los US$50 el galón y no va a subir mientras dure la profunda recesión en que yacemos, entre tres o cuatro años. El precio del etanol en Colombia debe ser una fórmula transparente que resalte cuánto subsidio está recibiendo el productor y por cuánto tiempo: el precio internacional del etanol multiplicado por un factor de 1,20-1,30 y un calendario a cinco años para ir reduciendo ese margen hasta que se equipare el precio interno al internacional.

*Decano Ciencias Económico-Administrativas de la Universidad Jorge Tadeo Lozano

Por Salomón Kalmanovitz*

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