Publicidad

Fiebre del oro no da tregua

Mientras que India ordenó la compra de 200 toneladas de oro para aumentar sus reservas, nuestro país exporta todo el mineral que produce. 

Jairo Chacón González / David Mayorga
21 de noviembre de 2009 - 10:00 p. m.

Cuando se pregunta por qué el precio internacional del oro está por las nubes (el viernes, en la Bolsa de Nueva York cerró a US$1.146,80 la onza, una cifra histórica), muchas miradas apuntan a Duvvuri Subarao, el gobernador del Banco de Reservas de India, el hombre que ordenó la compra de 200 toneladas de lingotes de oro, la mitad del mineral puesto en venta por el Fondo Monetario Internacional, operación avaluada en US$7.000 millones.

Estas cifras astronómicas contrastan con los US$35 por onza que Washington se comprometió a mantener constantes en 1946, tras el histórico acuerdo de Bretton Woods, en el que las potencias de entonces (Estados Unidos y el Reino Unido) establecieron el dólar como la moneda de cambio para las transacciones internacionales. Las sucesivas crisis económicas mundiales (el crash de los años 80, la caída de las bolsas asiáticas en los 90 y la de hoy, generada por las hipotecas subprime) sólo contribuyeron a que el valor de la onza troy con que se mide el oro (31,103 gramos) fuera escalando progresivamente.

El alza obedece a un fenómeno lógico. “El oro es una moneda de refugio. Al producirse una recesión, los inversionistas buscan mayores garantías y adquieren metales preciosos. Es por eso que, incluso en medio de la recesión, ha subido tanto”, comenta César Ferrari, ex presidente del Banco Central de Perú y profesor de Economía en la Universidad Javeriana. De esta forma puede explicarse lo determinante que fue la actual crisis financiera mundial en el precio internacional de este mineral: mientras el dólar perdía 13% de su valor frente a la libra esterlina y 7% ante el euro, la onza de oro subió un 41% desde 2007, un año antes del estallido de la actual crisis financiera.

India añadió las 200 toneladas de oro a sus reservas internacionales con el objetivo de mantener estable la tasa de cambio. Fue un ejemplo seguido por Mauricio, la pequeña isla del continente africano, que le compró al FMI dos toneladas de lingotes por valor de US$71,1 millones.

Otros países han seguido la misma estrategia, que resulta ajena cuando se habla de Colombia. En su lugar, el país se ha concentrado en vender el mineral: las exportaciones auríferas del año pasado alcanzaron los US$891 millones y en el primer semestre de 2009 reportaron US$631 millones, un 42,7% más que el mismo período de 2008.

Tras el otro Dorado

La escalada alcista del oro, que no se detiene en el mundo, tiene ‘bailando en una sola pata’ a más de 40 grandes empresas que explotan legalmente en Colombia el mineral más valioso del mundo.

Pero también a 3.397 personas o empresas que poseen un título minero para la exploración del preciado recurso.

Hace dos años, cuando el precio de la onza se acercaba a los US$1.000, el 40% de los poseedores de los títulos mineros estaban explorando las zonas entregadas por Ingeominas, pero este año el número de exploradores se ha incrementado un 20%.

Esto sin mencionar a los buscadores de oro ilegales, que cada día crecen en departamentos como Antioquia, Valle del Cauca, Chocó, Nariño y Caldas, entre otros.


El año pasado se produjeron 34,3 millones de onzas de oro en Colombia, que en su totalidad fueron exportadas para la elaboración de joyas y para aumentar las reservas monetarias de los países europeos y asiáticos.

A septiembre de este año la producción era de 32,8 millones de onzas y se espera que a finales de diciembre se acerque a los 45 millones.

Hace un año, cuando la onza de oro se acercaba a los US$1.000, Gerardo Cañas, presidente de la Cámara Colombiana de Minería, dijo que Colombia era un país por explorar y ya ha sido catalogado por los expertos mundiales como el territorio en donde se vivirá la próxima fiebre minera de todo el globo”.

 La proyección no se escachó, en el río Dagua, en la vía a Buenaventura, hay un ejército de dragas chinas y cientos de mineros llegados de distintas regiones del país que ven en la fiebre del oro la única salida a su pobreza, o por lo menos para mitigar la falta de empleo.

Sin embargo, esta fiebre no sólo está generando ingresos, sino problemas ambientales y sociales a los municipios cercanos a los puntos de búsqueda del mineral.

De acuerdo con el decano de economía de la Universidad Externado de Colombia, Mauricio Pérez, “no debe olvidarse la otra cara de la moneda: con frecuencia las explotaciones auríferas generan daños ambientales”.

Si bien este es un problema que ha venido desde la Conquista, cuando los españoles despojaron a los indígenas del oro, hoy el Gobierno adelanta un proceso para tratar de frenar la explotación ilegal del mineral, la cual se calcula en el 70% del total de producción en el país. Para ello se adelantan programas interinstitucionales en los que participan la Fiscalía, la Procuraduría, Ingeominas, los ministerios de Minas y Energía y de Medio Ambiente y las autoridades locales.

A mediados de este año la fiscalía decomisó más de 20 dragas en el departamento del Chocó, que estaban acabando con el medio ambiente.

En Colombia la explotación del oro se da de dos formas: de aluvión y de veta. La primera es la más representativa y la que realizan los mineros de a pie, que se desplazan entre diversos lugares para encontrar fortuna. Aquellos que en los ríos buscan encontrar de grano en grano el futuro de sus familia.

El otro modo es el que emplea equipos modernos que traen grandes empresas especialistas en la exploración y explotación del mineral.

El Banco de la República es la única entidad autorizada para el comercio de oro en el país.

Por Jairo Chacón González / David Mayorga

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar