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Oro verde

Hasta hace 15 años sólo se conocían dos clases de lechuga en el país. Dos agrónomos belgas fueron los encargados de traer nuevos tipos, impulsando así el sector.  

Carolina Gutiérrez Torres
27 de marzo de 2010 - 10:00 p. m.

Con 170 mil metros cuadrados de verde: lechuga crespa, lisa, romana, cogollos. 170 mil metros cuadrados que Iván Arenas Garzón conoce de memoria, porque en esas mismas tierras —en las que hoy están sembradas más de 80 clases de hortalizas— está escrita la historia de su familia y la de sus años de niño.

Él, hijo único y heredero de ese campo, se dio a la tarea de cultivar la tierra que casi toda la vida había estado ocupada por ganado. Experimentó en pequeñas parcelas. Vio morir centenas de plantas que no resistieron el clima de Zipaquirá y prosperar otras que sí se acoplaron. Eran sólo cinco trabajadores en ese entonces.

En 1999, cuando ya habían llegado al país nuevos tipos de lechuga que llamaban crespas y romanas, probó con éstos y el verde empezó a expandirse. Hoy sus hortalizas, con la etiqueta “Hortifresco”, llegan a casi todo el país a través de grandes almacenes de cadena: Éxito, Olímpica, Carrefour. El año pasado su producción limpia y sus hortalizas orgánicas le merecieron el premio a uno de los mejores proveedores de Almacenes Éxito, no sólo de lechugas (“las consentidas”), también de zanahoria, arveja, sukini, cebolla...

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El área sembrada total en Colombia alcanzó las 4’901.765 hectáreas en 2009, de las cuales 93.551 son  de hortalizas. Esto representa un crecimiento de 3,7% frente a 2008 y 8,1% frente a 2002. Boyacá, Cundinamarca y Antioquia son los mayores productores (datos del Ministerio de Agricultura).

El principio

Se remite al año 1912 para contar el principio de la historia. Misael Díaz, su bisabuelo, negociaba vacas por tierras. Y así se hizo a Villa Leovi, finca ubicada en el kilómetro cinco vía Zipaquirá, bautizada en honor a la bisabuela: Leovigilda. “En ese tiempo comprar una fanegada (6.400 metros cuadrados de tierra) costaba lo mismo que un ternero. Así consiguió él muchas propiedades”. Habla Iván Arenas, desde su finca, caminando por sus plantaciones, explicando que el proceso de cultivo de las lechugas verdes tiene que hacerse en invernadero: primero el trasplante, luego la microaspersión (una semana de riego superficial), después el riego por goteo. Seis semanas. Diez semanas. Listas para la cosecha.

Muere el bisabuelo y le hereda esa propiedad a dos de sus hijas, una de ellas Beatriz Garzón de Arenas, la madre de don Iván. Las dos mujeres arriendan la finca por años. En 1985 el señor Arenas, graduado de ingeniería civil, reclama la mitad de las tierras y se dedica al cultivo de papa y cebada. En 1991 toda Villa Leovi vuelve a ser de la familia y otra vez, como en la época del bisabuelo, el campo se llena de ganado.

El verde llegó con la siembra de las nuevas clases de lechugas que trajeron al país dos agrónomos belgas: Alexander Cumman y Raf D Vis. Para ese momento en Colombia sólo se hablaba de dos tipos de lechuga: la Simpson (de hoja suelta y color verde amarillento) y la Batavia (de cabeza dura). Con la llegada de los dos europeos —dice Jairo Cuervo, cultivador— cambió la agricultura en la sabana de Bogotá.

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La producción nacional de hortalizas en 2009 se estimó en 1’927.848 toneladas, lo que representa un crecimiento de 6,9% frente a 2008 y 22,0% frente a 2002. El rendimiento promedio durante 2009 fue de 20,60 toneladas/hectárea.

La visita belga

Economista de la Universidad de París. Profesor por años de comercio internacional en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Jairo Cuervo divide la historia de la agricultura y los cultivos de lechuga en esta región cundinamarquesa en dos: antes y después de los belgas.

Antes de la llegada de los belgas: “Los agricultores tomaban las semillas —cuenta—, las esparcían en la tierra, las tapaban y cuando comenzaban a nacer las trasplantaban. La fumigación que utilizaban contaminaba mucho y se perdía mucha semilla”. Después de la llegada de los belgas: “Nos enseñaron a no depender del veneno para matar las plagas, sino controlar la maleza a través de medios naturales; a cubrir los cultivos con plástico; a hacer la extracción de la maleza de forma manual; a monitorear los cultivos y a labrar la tierra constantemente”, dice el señor Jairo, uno de los grandes del negocio de las hortalizas en el país, quien también comercializa sus productos en Carrefour y Olímpica.

Fue la U. Tadeo Lozano la que impulsó la llegada de los europeos agrónomos a Cundinamarca. El negocio era el siguiente: ellos traían las nuevas clases de lechuga y las vendían a los agricultores. Pero también tenían a su cargo la enseñanza de nuevas prácticas de cultivo y la misión de que esas nuevas especies florecieran en nuestras tierras. La tarea de la universidad era comercializar los productos que nacieran de este experimento. Así fue.

Iván Arenas también forma parte de esa “nueva generación” de agricultores, de ese cambio protagonizado por dos  europeos, que —dicen ellos con total seguridad— marcó el real desarrollo de este sector.

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En 2009 el PIB del sector agropecuario, silvicultura, caza y pesca creció 1,0%. El subsector que presentó el mayor crecimiento fue otros productos agrícolas (4,7%), seguido por productos de silvicultura (3,5%), productos de pesca (3,4%) y, finalmente, animales vivos (1,5%).

La llegada de ‘El Niño’

La última lluvia en Villa Leovi fue en noviembre. Ni una gota después de ese mes. En cambio llegaron fuertes vientos y heladas en las madrugadas que adormecían las plantas. “La lechuga es bastante fuerte para las temperaturas bajas, pero cuando son tan extremas se adormilan y se demoran más los procesos”, cuenta el señor Iván siguiendo el recorrido por la finca. Dice que el fenómeno de ‘El Niño’, y su calor extremo en el día y su frío intenso al amanecer, le dejaron pérdidas millonarias. Sólo en enero calculan que la cifra negativa fue de $400 millones.

La sequía no los ha afectado tanto. Tienen su propia agua en una laguna que se alimenta del río Neusa. Pero Luz Estella Carreño —esposa de Iván Arenas y gerente comercial de la empresa— se queja de que está registrando el nivel más bajo de la historia de Villa Leovi. Sin lluvias, con fríos intensos, con temperaturas de hasta -5 grados centígrados, las lechugas lucen verdes y relucientes este día. Hay verde a 17 mil metros a la redonda. Oro verde, según las cifras de crecimiento de don Iván.

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La inflación de alimentos en 2009 fue de -0,32% (13,49 puntos por debajo de la cifra registrada en 2008), la variación más baja de los últimos 54 años. Sin embargo, los precios de los alimentos están repuntando en 2010, debido a las altas temperaturas a lo largo del día. Entre enero y febrero los precios mayoristas subieron 4,12%. Los mayores incrementos en los precios de hortalizas y verduras se deben al comportamiento de productos como la zanahoria, la cebolla cabezona roja, el pepino cohombro, la lechuga, la espinaca y la remolacha, especialmente procedentes de la sabana de Bogotá y Cundinamarca. (Fuente: SIPSA).

Hortalizas listas para consumir

“¿Qué se entiende por cuarta gama? El procesado de hortalizas y frutas frescas limpias, precortadas y empacadas para su consumo. El producto mantiene sus propiedades naturales y frescas, pero con la diferencia de que ya viene lavado, picado y envasado. Tiene una fecha de caducidad alrededor de 7 a 10 días”, así explica un porta de agricultura esta tendencia que llegó al país hace unos diez años.

La empresa Hortifresco incursionó en esta modalidad por petición de Almacenes Éxito hace un par de años. Empezaron con cuatro productos y ahora ofrecen más de 40, entre ellos sopas y ensaladas.

Diez empleados están a cargo de este departamento, dirigido por una ingeniera de alimentos. Al día, las trabajadoras pueden picar unos 10 kilos de zanahoria y recoger 80 de granos de maíz.

Por Carolina Gutiérrez Torres

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