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Una vida cosida con hilo y dedal

Fue el primer confeccionista en ponerle su nombre a una cadena de almacenes, que hoy suma 20 en el país. Su oferta ha sido la calidad, es un profesional del oficio. Hoy dice con orgullo que  es sastre. Los ex presidentes Carlos Lleras y Belisario Betancur lucieron sus vestidos

Luis Fernando Gutiérrez
25 de octubre de 2008 - 10:00 p. m.

Son pocas las personas que cumplen 70 años de actividad profesional, con las realizaciones de Hernando Trujillo, cuyo nombre identifica a una de las cadenas de ropa masculina más importantes del país en los últimos 40 años.

Nacido en Angostura, Antioquia, y bautizado por el beato Mariano de Jesús Eusse (el padre Marianito), Hernando Trujillo Cárdenas comenzó una vida cosida con hilo y dedal.

Cursó primaria en su pueblo y luego su papá, Carlos Arturo, lo llevó a Medellín para hacer bachillerato. Lo matriculó en el Instituto Pedro Justo Berrío, de los padres salesianos, donde la educación se impartía a través de la enseñanza de artes y oficios. Comenzó con artes gráficas, pero no le gustó. Recuerda que “un día un padre me vio llorando, me cogió de la mano, me llevó al taller de sastrería y me dio un pedazo de tela, hilo, aguja y dedal”.

La familia se mudó a Medellín y Trujillo veía a los sastres del barrio y pensaba: “¿Yo estudiando para esto? No. Yo soñaba con otras cosas”.

En ausencia de su padre decidió retirarse del colegio. Regresó el papá y le preguntó qué iba a hacer, el joven Trujillo le respondió que bachillerato. Cuando fue a pedir el certificado de estudios en el colegio de los salesianos, para entrar a otro, el padre rector le dijo que cómo iba a perder los tres años que había cursado, le mencionó el nombre de sastres famosos en Europa y lo aleccionó sobre la importancia de aprender un oficio. Y le dijo que si regresaba lo becaba. “Volví con mucho ánimo y terminé, pero dos días antes de graduarme murió mi papá”.

A los 17 años, con título de sastre, se hizo cargo de la familia, era el mayor. Se empleó como aprendiz en una sastrería del barrio y luego pasó a las del centro de la ciudad, como Posada Hermanos, José Puerta y Estanislao Sanín e Hijos.

Llega la industria

En 1940 comenzó operaciones en Medellín Confecciones Colombia (Everfit), la primera fábrica en serie de producción de ropa masculina, a la cual llegaron técnicos italianos, y Trujillo fue contratado. Recuerda que en ese momento pensó: “Ya no seré sastre, sino manufacturero de ropa. En esa época me daba vergüenza decirles a las muchachas que era sastre (risas)”.

Aprendió de producción en serie, conoció las máquinas y fue ascendiendo. Allí trabajó 12 años. “Recuerdo que el doctor Jaime Posada Ángel, quien fue gerente muchos años, me decía: ‘Trujillo, aprenda bien su oficio porque eso le sirve a usted, a la empresa y al país’”.


De manera paralela, comenzaron otras fábricas, como Valher, en Pereira, y Camel, en Cali. En 1953, una tentadora oferta llegó a oídos de Hernando Trujillo, “acepté una propuesta de Valher, fui el primer empleado de Confecciones Colombia que se retiró de la parte de producción”.

Llegó a la empresa de la familia Valencia donde perfeccionó los sistemas de producción, los modelos y los detalles de la confección durante cinco años. Pero sus sueños iban más allá de Pereira. Comenzó a buscar posibilidades en Bogotá, donde había una sastrería grande que se llamaba Hermega, de unos señores Mendoza Galindo.

Puntada a la independencia

En 1958 se trasladó a la capital y comenzó a trabajar con ellos. En ese momento, su esposa Oliva empezó a decirle que trabajaran para la familia, que estaba regalando su trabajo. “Me sonó y empecé a comprar maquinitas viejas, supe que en Everfit tenían arrumadas algunas, compré varias y las traje a Bogotá”.

En 1965 arrendó un local en la calle 12 con carrera 32. “Me acuerdo que la gente me decía: ‘usted cómo va a competir con Valher, con Everfit’. Yo les decía: ‘no voy a competir, conozco mi oficio y ofrezco calidad’. Al comienzo trabajaba 22 horas al día”. Identificó un modelo que no existía en el país, hacerles ropa a terceros, pero con poco éxito. “Mi primara esposa, Oliva (murió en 1963), me daba ánimo y me decía: ‘te tiraste al río, ya estás en la mitad y no te puedes devolver’”.

En esa época llegó Sears a Colombia y aceptó la propuesta de que Trujillo les confeccionara. “Fui ahorrando y compré más máquinas, tuve acceso al crédito, llegaron otros clientes, hasta cuando un día decidí poner mi marca. Fui el primero en Colombia en colocar mi nombre en una marca de ropa”. Con unos ahorros se fue a Indulana, en Medellín, y compró algunos paños. Confeccionó una colección diferente a la que había. Hizo un lanzamiento, se fue para Chapinero y arrendó un local, en la carrera 13 con calle 57, a finales de los años 60. Aunque no tenía carácter de comerciante, sí sabía atender al cliente.

El almacén se llamaba Hernando Trujillo Moda Masculina. La gente que trabajaba en el centro y vivía en el norte paraba sus carros para ver la vitrina. “Mi oferta siempre ha sido la calidad, porque soy un profesional del oficio. Y hoy digo con orgullo que soy sastre. La aguja y el dedal son el fundamento de esta empresa, somos creativos diseñadores de ropa”.

Durante muchos años Hernando Trujillo iba a las ferias de Europa, no con el ánimo de exportar, sino para ver cosas nuevas y que los conocedores del Viejo Continente opinaran de sus vestidos. Por su calidad, incluso, Trujillo fue el primer colombiano al que Pierre Cardin, Yves Saint Laurent y Cristian Dior le propusieron que confeccionara ropa con sus marcas. “Les dije que no, porque era orgulloso de mi marca”.

Para Trujillo el éxito de su vida está en la tenacidad y el esfuerzo. Con acento paisa y en tono contundente dice: “A los muchachos hay que decirles que monten empresas, que para eso no se necesita capital, como piensa todo el mundo, muestren poco a poco lo que saben hacer. Esta fábrica la montamos con recursos propios. Yo tenía talento y laboriosidad en mis manos, pero mi mente volaba y soñaba con hacer cosas, con tener cosas”.

En 70 años con la aguja y el dedal, Hernando Trujillo ha vestido a miles de colombianos y a varios personajes de la historia del país, como los ex presidentes Carlos Lleras Restrepo y Belisario Betancur, así como al cardenal Pedro Rubiano.


Hoy sus siete hijos trabajan en la fábrica, “aunque algunos se me han entrado más de la cuenta”, dice con una sonrisa.

Trujillo, quien siempre se refiere a su actividad como un oficio, dice que en él se aprende a tener fe en algo tan delgado como el hilo, algo tan frágil, “pero capaz de sostener el peso de la ropa y la profundidad de las costuras”. En tono enfático asegura que hay que conocer el oficio, que un buen vestido está compuesto en mayor proporción por la confección que por el dibujo, “es como el arquitecto, una cosa son los planos y otra la construcción”.

Todos los días va a trabajar, en la fábrica tiene su propio rincón donde continúa creando, cortando y diseñando, y sale de último de la oficina. “Aunque no soy muy amigo de los escritorios, porque se pierde mucho tiempo, hay que combinar laboriosidad y acción”, asevera un hombre que el 25 de noviembre cumple 70 años de vida profesional, cosida con aguja e hilo.

Los nombres de la moda, Arturo Calle

Comenzó en un local de 8 metros cuadrados en 1962, en la zona de San Victorino, en Bogotá vendiendo ropa. Pero con el tiempo vio la oportunidad en la confección de sus propios productos, a los cuales les puso su marca. Hoy tiene más de 50 almacenes en las principales ciudades del país, cinco fábricas de confecciones en Bogotá y Pereira y más de 5.000 empleados.

Una de las premisas más importantes en su empresa ha sido nunca endeudarse, además de implementar una renovación permanente en sus confecciones y puntos de venta, que enriquece viajando por todo el mundo buscando materias primas y estando en contacto con los últimos desarrollos de la moda.

Arturo Calle utilizó una fórmula que puede considerarse simple. Crecer sin afán, nunca preocuparse por ser los primeros ni los más grandes, sino hacer bien las cosas. Hoy, tiene oferta desde los 14 años en adelante, con conceptos formales y deportivos y almacenes con formato de grandes superficies, entre 700 y 1.200 metros cuadrados.

Los nombres de la moda, Carlos Nieto

La familia Nieto siempre ha estado vinculada al mundo de la moda. La madre atendió los almacenes Belvedere. Carlos pasó una temporada en Italia y en 1976 decidió abrir un almacén llamado Don Carlos, en la carrera 15 con calle 88 de Bogotá.

A comienzos de los 80 adquirió reconocimiento y rebautizó con su nombre lo que ya era una empresa. En 1982 inauguró la fábrica Carlos Nieto Jeans. Alberto Nieto se vinculó al negocio de su hermano en 1989 y se hizo cargo en 1994, cuando Carlos murió, pero siguió el legado de ser un innovador permanente.

En la actualidad, la empresa tiene 14 almacenes en el país y mantiene el espíritu de renovación permanente.

Por Luis Fernando Gutiérrez

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