Así que resulta adecuado que el concepto ahora se extienda desde Grecia, como un contagio en el mercado de bonos, hacia el núcleo de la eurozona y más allá frente a la crisis de la deuda.
Esta semana España y Portugal introdujeron apretones fiscales adicionales sobre los recortes en el gasto y los salarios que ya habían sido anunciados. Los funcionarios públicos de Irlanda han tenido que sobrellevar recortes de hasta el 20% en sus pensiones y salarios.
El nuevo gobierno del Reino Unido anunció un ahorro de 6 mil millones de libras esterlinas, incluso antes de que se conozcan los detalles de un “presupuesto de austeridad” que aun está por venir. Y es bastante probable que la edad de jubilación se elevará en Alemania. Europa, en las garras de una crisis económica en gran medida generada por ella misma, se está apretando realmente el cinturón.
Pero estas medidas a duras penas implican la llegada de una “nueva era de austeridad”. Los europeos son más ricos de lo que jamás han sido. Hasta que no haya un reconocimiento público de que el gasto está fuera de contacto con la realidad, los gobiernos seguirán esforzándose por cambiar la mentalidad de los europeos hacia los derechos sociales que han adquirido, aunque todo indica que no será fácil.
Ahora a los gobiernos les corresponde mitigar los riesgos políticos de los recortes presupuestales. Su manejo de la crisis no genera buenos augurios. Los recortes deben ser justos y transparentes, pero también deben dirigirse para que no ahoguen las señales de crecimiento económico en la eurozona. Frente a este panorama, el gran reto de Europa hoy es cómo cortar los gordos sin afectar la carne.