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El concilio de la izquierda

En medio de polémicas propuestas de alianzas, la ausencia de importantes líderes como ‘Lucho’ Garzón y un llamado perentorio a la unidad, se realizó el cónclave de la colectividad, caracterizado por la presencia de entusiastas jóvenes.

Laura Ardila Arrieta
28 de febrero de 2009 - 10:00 p. m.

Por supuesto, no es gratuito que el discurso con el que Carlos Gaviria instaló, el pasado jueves en Bogotá, el II Congreso Nacional del Polo Democrático, se haya titulado “La unidad es el todo”. Está claro que se trató nada más y nada menos que de un aviso, una exhortación si se quiere, que confirmó el dictamen de buena parte del país político: Si el partido de izquierda más importante de Colombia no sale de su cónclave de tres días entonando cantos de unidad, de fortaleza, el camino a seguir sólo promete  despeñaderos.

Una impresión que parecía innegable para los cerca de dos mil asistentes al gran evento que, por segunda vez, reunió en un mismo sitio todas las caras y colores del movimiento que nació hace casi 10 años, de la mano de líderes como Lucho Garzón, Antonio Navarro, Gustavo Petro y el mismo Gaviria. Tal vez por eso, desde el primer segundo del encuentro, nadie habló de otra cosa que no fuera la unidad. Unidad por aquí, unidad por allá. Jóvenes sonrientes, mujeres con flores amarillas, congresistas distantes. Todos se presentaban como una liga, algo así como una gran familia que, si bien tenía sus diferencias, estaba en comunión.

Ni siquiera el resuelto provocador congresista Petro, quien agitó las aguas del concilio con su propuesta de pactar con otras colectividades para vencer al poderoso uribismo en las elecciones de 2010, idea que rechazó en principio la mayoría de sus copartidarios, fue ajeno a este ambiente. Después de amenazar con no presentarse a la inauguración de la reunión, llegó muy sonriente al recinto en el que minutos antes se habían escuchado las palabras de bienvenida del jefe único del Polo.

Rodeado de un séquito de aproximadamente 30 personas, entró regalando abrazos, incluso, para sus contradictores, con quienes aseguró estar de acuerdo en puntos claves como el siguiente: “La política de alianzas tiene que estar basada en acuerdos programáticos y no en burocracia”.


Tan de acuerdo, en  apariencia, que a pocas horas de las elecciones en las que el partido se jugaría su suerte —definiendo temas cruciales como el asunto del candidato propio y los acuerdos interpartidistas, la posición del movimiento frente a la despenalización de las drogas y algunas reformas en sus estatutos— accedió a firmar un acuerdo con el llamado bloque independiente, con el que habló de un punto medio que consiste en tener aspirante, pero sin descartar las coaliciones.

De esa manera y posiblemente sin tener ninguna intención, el popular legislador atendió el pedido urgente de Gaviria cuando levantó el telón del encuentro: “Un deseo fervoroso en relación con el congreso que hoy se inicia: consolidemos la unidad, que lo es todo para nuestra esperanza. Desterremos todo dogmatismo de nuestra controversia, recordando que somos demócratas y que lo que está en juego en nuestro debate no son verdades inamovibles sino opiniones que debemos sustentar con razones capaces de persuadir a nuestro contrincante”.

El triunfo de los jóvenes

Absolutamente todos los discursos que se pronunciaron en el gran congreso del Polo fueron recibidos con arengas de “unidad, unidad, unidad” y “democracia, democracia, democracia”, vociferadas en su mayoría por las decenas de jóvenes que, entre risas y discusiones, se tomaron todos los rincones y pasillos de la sede de la reunión, en Corferias.

Llegaron de las regiones, con la esperanza en los ojos, hablando de reivindicación de derechos, lucha de clases y articulación del trabajo. Parecían los años sesenta.

Uno de ellos se llama Rafael Guzmán y tiene 21 años. Lo primero que destaca de su presencia en el congreso de la izquierda es que resultó elegido delegado —en total, participaron 1.358 delegados— en una lista LGBT (de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales). “Quedamos con la tercera mayor votación LGBT del país”.

Después, cuenta que es barranquillero, vive en el municipio de Soledad y cursa último año de Derecho en la Universidad del Atlántico. ¿Que por qué no está pensando en el juego de video de moda, o en salir a bailar esta noche? Pues porque está comprometido “con la defensa de los sectores vulnerados de la sociedad”. Ni más ni menos.


Por ese compromiso pidió prestada la plata para asistir al evento —el Partido corrió con los gastos de los participantes, pero les reembolsó el dinero el último día— y perdió clases en la universidad. Emocionado, escuchó a sus líderes sin criticarles la guerra de egos en la que muchos de ellos se han trenzado. Ni las decisiones confusas que toman, como aquella de los congresistas que decidieron apoyar la candidatura del actual procurador, Alejandro Ordóñez, criticado por sus posturas ultraconservadoras.

Aplaudió a los invitados internacionales —representantes de los gobiernos de Rafael Correa, de Ecuador; Daniel Ortega, de Nicaragua, y Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, entre otros— que llegaron para darle un espaldarazo al Polo, calificando como una “calamidad” el gobierno del presidente Álvaro Uribe.

También, votó. A favor del candidato propio. Y propuso que el Polo de Rosa —la tendencia de la colectividad que reúne a los LGBT— quedara establecida como la única corriente en el Partido de este tipo. Y salió feliz para Barranquilla, deseando que pasen pronto los dos años que faltan para el próximo congreso. Sin cálculos y sin grandes análisis de lo que este evento le pueda significar al movimiento.

El  poeta Juan Manuel Roca, miembro del Polo, describió el triunfo de los jóvenes de esta manera: “Hay un cambio de piel, que tiene que ver con una transformación en las costumbres políticas. A pesar de todos los fracasos históricos de la izquierda, estoy muy optimista”.

Por Laura Ardila Arrieta

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