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Dosis mínima: ¿error o acierto?

El precandidato conservador Andrés Felipe Arias y el jefe del Polo, Carlos Gaviria, debatieron sobre el polémico tema. Vea el video AQUÍ

Laura Ardila Arrieta
25 de marzo de 2009 - 11:00 p. m.

¿Por qué penalizar  o no la dosis mínima de drogas?

Andrés Felipe Arias (A.F.A.):

Hay que penalizar la dosis mínima de drogas por varias razones. La primera es que Colombia, debido a la despenalización, se convirtió en un país de consumo intermedio. El Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas así lo indica. Se encuestaron más o menos 30.000 personas y se encontraron unos resultados muy preocupantes. Por ejemplo, en el último año 540.000 ciudadanos consumieron marihuana. Cerca de 140.000, cocaína. Basuco: 34.000. Éxtasis: 55.000.

Carlos Gaviria (C.G.):

Hay que hacer una observación. No se despenaliza para que se consuma menos. Se despenaliza, justamente, para que la gente tenga conciencia de los daños que produce. El consumo hay que desestimularlo por otros medios... Para eso no encuentro una respuesta satisfactoria. No hay ningún motivo para penalizar el consumo de la dosis mínima. Por varias razones: está de por medio la autonomía de la persona, la libertad humana. Si se considera que la dosis personal hace daño, ese es problema del consumidor. El Estado no puede injerir en las decisiones que el consumidor tome... A esas estadísticas no hay que prestarles mucha atención por la siguiente razón: cuando el consumo de drogas está prohibido, la gente niega que consuma. No obstante, si el consumo no está penalizado, las personas contestan libremente que sí usan la dosis mínima. Por lo anterior, es posible que las estadísticas de años pasados hayan estado erradas.

A.F.A.: La despenalización de la dosis personal está siendo aprovechada por los traficantes de drogas de nuestro país, que trafican libremente por dosis personales. Por ejemplo, el expendedor de basuco guarda en una alcantarilla su cargamento y lo vende por dosis mínimas. Si la Policía lo captura, el juez de garantías lo tiene que soltar inmediatamente, ya que el delincuente reclama su derecho a portar la dosis personal.

C.G.:  Si se piensa que la persona que consume drogas puede atentar contra la integridad de los demás, tengo una noticia: a las personas hay que sancionarlas por lo que hacen, no por lo que puedan llegar a hacer. La penalización es una política peligrosa, terrible, que atenta contra la libertad humana y la autonomía. Comparemos el consumo de drogas con el de licor, por ejemplo. Tomar licor es tan dañino, sin embargo nunca se ha considerado como algo delictivo, entre otras cosas, porque el Estado ha derivado de ahí recursos.

A.F.A.: Mi tercera razón para penalizar es filosófica: no puede ser que Colombia sea el país que ha hecho el sacrificio más grande en la lucha contra el narcotráfico. Todo para que en la calle se permita la venta dosificada de drogas.

C.G.: Si fuéramos a penalizar el consumo de ciertas sustancias, en razón de que afectan la salud de quien las ingiere, entonces debería estar penalizado el consumo de grasas. Habría que fijar una dosis de chicharrón para todos los ciudadanos. La democracia es fundamentalmente un sistema de gobierno amable, que persuade, que educa. Los padres que piensan que el rejo es bueno para sus hijos están equivocados. Esos mismos personajes son los que, siendo gobernantes, creen que lo mejor es el encierro en las cárceles.

¿Qué opina de los tribunales de tratamiento que propone el Gobierno?

A.F.A.: El proyecto del Gobierno es muy bueno. Sucede que el libre desarrollo de la personalidad, argumento que se invoca para defender la despenalización del consumo mínimo de drogas, tiene límites en el respeto al ordenamiento jurídico colombiano, en los derechos de los demás.

C.G.: No hay nada más peligroso que el paternalismo. Es un autoritarismo disfrazado con un rostro amable. Paternalismo es decirle a una persona: “Mire, yo conozco mejor que usted sus intereses, déjeme protegerlo”. Al ciudadano no se le puede tratar como a un incapaz. Eso es propio de las dictaduras. Los tribunales de tratamiento fueron propios de los regímenes detrás de la cortina de hierro y en la Alemania nazi. Son medidas terribles.

No todo el que consume drogas es un enfermo...

A.F.A.: Correcto. Por eso las sanciones que plantea la iniciativa son variadas. Pueden ir desde la pedagogía o educación hasta las sanciones terapéuticas, en las que sí podría haber una limitación al derecho a la libertad en instituciones adaptadas para eso. También puede haber casos en los que un drogadicto puede ser mandado a la cárcel si comete una infracción al código penal.

C.G.: Un consumidor no es un enfermo. Una persona puede consumir drogas simplemente porque éstas lo satisfacen.

Hay quienes dicen que cada persona está en libertad de tratar su cuerpo como mejor le parezca...

A.F.A.:  La diferencia es que con el cáncer, por poner un ejemplo, uno no les está generando un riesgo a las demás personas. Con la droga sí. Lo que está buscando el Gobierno es, precisamente, ejercer una protección coactiva para proteger a la sociedad y al consumidor mismo de los efectos de la droga.

C.G.:  Una persona que sale a atentar contra la vida de otra debe ser detenida por las autoridades. Pero una persona que se fuma un pucho de marihuana no está atentando contra la salud de los otros. Atenta contra la salud de los otros el que se fuma, por ejemplo, un cigarrillo en un espacio cerrado.

¿La penalización de la dosis mínima ayuda en la lucha contra los grandes carteles?

A.F.A.: Cada kilogramo de cocaína destruye cuatro hectáreas de bosque natural en nuestro país. Eso equivale a ocho canchas de fútbol. Cada kilogramo de cocaína implica muerte, implica terrorismo, implica flujo de caja para los criminales. La dosis mínima alimenta los carteles que de pronto no están especializados en mandar droga al exterior, sino que la envían para el mercado doméstico. La despenalización le permite al expendedor continuar campante por la calle.

C.G.: Cuando en la Corte dictamos la famosa Sentencia 221 de mayo de 1994, éramos conscientes de que la persecución coactiva contra las drogas ha fracasado. La prohibición lo que hace es que en una democracia las personas oculten un comportamiento que no debería estar oculto. En la medida en que el consumo, la producción y el expendio de drogas se oculten, se encarecerá el producto y se impulsará el narcotráfico. Porque si el narcotráfico no rindiera las ganancias que rinde, no existiría. Por eso hay que empezar a pensar, con mucha tranquilidad, en la descriminalización de la producción de drogas. La humanidad en ocasiones divisa soluciones a los problemas, pero se tarda en tomar esas decisiones. Sin embargo, tengo la certeza de que para allá vamos.

¿Cómo ve la marcha de hoy?

A.F.A.:  Me parece que esta marcha distorsiona el debate, es irrespetuosa con la mayoría de familias colombianas que quiere penalizar no para mandar a la cárcel al enfermo, sino para arrestar al expendedor. Es un irrespeto con los muertos que dejaron narcotraficantes como Pablo Escobar.

C.G.: La marcha es magnífica. Es en contra de las políticas equivocadas y autoritarias. Si mañana estuviera en el país, asistiría portando mi dosis mínima, puede ser de marihuana.

¿Alguna vez ha consumido drogas?

A.F.A.: Afortunadamente tuve la oportunidad de crecer en un hogar en el que recibí de mis padres un ejemplo de verticalidad. Mi familia me enseñó que la droga hace mucho daño. No sólo sobre quien la consume, sino sobre el resto de la sociedad. Me siento intimidado frente a una persona bajo los efectos de la droga. Nunca pensé en consumir, ni tampoco tuve la oportunidad.

C.G.:  Muchos de mis amigos han consumido. Yo nunca lo hecho, pero no porque lo considere criminal. En mi casa a mis hijos jamás les he prohibido que consuman alcohol o drogas. El resultado: el más vicioso de mi casa soy yo, que de vez en cuando me tomo un whisky.

¿Qué opina de la posición de su contrincante?

A.F.A.: Me parece que uno de los errores más grandes de la Corte en los últimos años fue haber atendido la ponencia del doctor Gaviria. Gaviria utiliza el sofisma del libre desarrollo de la personalidad para permitir la dosis personal. Su argumento es equivocado. La penalización no va en contra ni del pluralismo ni de la autonomía ni de la dignidad.

C.G.: Esa es una posición muy del doctor Arias, que se presenta como portador de las banderas del doctor Uribe.

“Porta tu dosis de personalidad”

La marcha del día de hoy, a las 6 de la tarde en la Plaza de Bolívar de Bogotá, está concebida como una gran concentración en la que cada persona podrá portar “su dosis personal de lo que más le guste”. No es una invitación a consumir drogas, aclara Daniel Pacheco, uno de los organizadores, sino la oportunidad de manifestarse a favor del libre desarrollo de la personalidad.

Para ver el video de la entrevista a Andrés Felipe Arias y Carlos Gaviria haga clic AQUÍ

Por Laura Ardila Arrieta

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