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Las sotanas de Camilo Torres

Una entrañable amiga del sacerdote revolucionario desempolvó sus recuerdos y donó al Alma Máter las emblemáticas sotanas del cura  Camilo Torres Restrepo.

Redacción Política
21 de noviembre de 2009 - 09:58 p. m.

A las seis de la mañana del 27 de junio de 1965, en la iglesia de San Diego, en Bogotá, con la presencia de algunos amigos y un puñado de madrugadores, el sacerdote Camilo Torres Restrepo ofició su última misa. “Lo hizo llorando, con una profunda tristeza que se asomaba en su rostro”, recuerda su amiga Leonor Muñoz, quien estuvo en la Eucaristía y horas más tarde lo recibió en su casa porque el religioso llegó para entregarle un preciado bien: la sotana negra que lo caracterizó durante su vida pública.

Esta semana, 44 años y cinco meses después, la microbióloga Leonor Muñoz sacó del cofre de sus recuerdos la simbólica prenda, la sumó a otra sotana blanca del cura Camilo que también en los años 60 le obsequió la madre del sacerdote, Isabel Restrepo Gaviria, y junto a algunos libros y algunas cartas las donó a la División de Archivo y Correspondencia de la Universidad Nacional, para que formen parte del patrimonio del Alma Máter, donde Camilo Torres edificó su obra evangélica y revolucionaria.

“Ya era hora de hacerlo”, expresa Leonor Muñoz desde su casa, ubicada en la vereda La Moya del vecino municipio de Cota (Cundinamarca). Rodeada de sus hijos y sus nietos, dedicada al cuidado de sus plantas y a un cultivo de feijoa, revive entre sus recuerdos su cercana amistad con el cura Camilo Torres. “Lo conocí cuando era capellán de la Universidad Nacional. Yo era estudiante y después fui profesora, y en ambas condiciones nunca dejé de acompañarlo en su indeclinable compromiso con los pobres”.

Sin apartarse de su profesión, compartieron tareas en un movimiento de acción comunal en el populoso barrio Tunjuelito, al sur de la ciudad; lo acompañó muchas veces en su trajinar en la Facultad de Sociología que el sacerdote fundó con Orlando Fals Borda; pasaron veladas de música y debate con los amigos comunes o las familias. A nadie extrañó que ese junio de 1965 el cura Camilo le dijera emocionado: “Cebollita —así le decía porque lloraba mucho—, esto es tuyo”.

Cuatro meses después el cura Camilo Torres decidió enrolarse con la guerrilla del Eln, a principios de 1966 difundió desde las montañas de Colombia una proclama convocando a los colombianos a empuñar las armas contra el poder establecido, pero el 15 de febrero de 1966 encontró la muerte en Patio Cemento, área rural de San Vicente de Chucurí (Santander). Se ha dicho que murió al intentar ganar el arma de un compañero abatido. Leonor Muñoz sostiene que lo hizo “porque quiso auxiliar al herido”.

Esos y otros recuerdos los compartió también esta semana con el jefe de la División de Archivo y Correspondencia de la Universidad Nacional, Ramón García, quien recibió la donación de las sotanas admitiendo con entusiasmo que serán restauradas debidamente, “porque constituye un honor para la universidad que entren a formar parte de su patrimonio, que es el de los estudiantes y de la sociedad colombiana, que así podrán rendir homenaje a la memoria de uno de sus más destacados formadores”.

El arquitecto y maestro en conservación de patrimonio, Ramón García, agrega que se trata de dos bienes esenciales para la universidad que pronto serán exhibidos y que le han producido tanta satisfacción como en su momento sucedió con el hallazgo en una bolsa de basura de un mapa original del geógrafo Agustín Codazzi o una litografía del médico personal de Napoleón Bonaparte. “Es un legado extraordinario y una oportunidad de reencontrar a la Universidad Nacional con las enseñanzas de Camilo Torres”.

Las dos sotanas quedaron en manos de la conservadora y restauradora de bienes Ángela Erazo, una talentosa profesional que a sus 27 años ya ha participado en la recuperación de lienzos de los maestros Epifanio Garay o Ricardo Gómez Campuzano y que ahora tiene la opción de lucirse con dos prendas que también han sido acogidas con singular entusiasmo en el Área de Restauración del Sistema de Patrimonio y Museos y, por supuesto, en el claustro de San Agustín, donde ya empezó el trabajo.

“Aparte del deterioro lógico por el uso y el desgaste de la tela de algodón, las sotanas están en muy buen estado. La negra tiene su cleriman perfecto y con la blanca, que el padre usaba en clima cálido, hay que hacer un trabajo especial, porque algunos broches metálicos causaron óxido y existen algunas manchas en la tela. Eso sí, voy a esforzarme y, con vitrinas especiales y otros elementos, van a quedar idóneas para que sean observadas por todos aquellos que quieran recordar al cura Camilo Torres”.

El trabajo de restauración de las sotanas llevará entre dos y cuatro meses. Seguramente el año entrante podrán ser exhibidas. Por lo pronto cabe recordar la última respuesta que Camilo Torres Restrepo le dio a El Espectador sobre su vestuario: “Recibí la dispensa del cardenal Concha Córdoba para no obligarme con la disciplina clerical, es decir, que no tendré que celebrar la misa ni administrar los sacramentos ni usar sotana. Seguiré usando vestidos de color negro”.

Una vida de revolución por los marginados

Camilo Torres Restrepo nació el 3 de febrero de 1929 en Bogotá. Hijo del reconocido médico pediatra Calixto Torres Umaña y de Isabel Restrepo. Tras graduarse en el Liceo de Cervantes en 1946, comenzó a estudiar Derecho en la Universidad Nacional, pero después optó por el sacerdocio. Se ordenó en 1954.

Después viajó al Bélgica y tras su regreso, en 1959, fue nombrado capellán en la Universidad Nacional. Posteriormente ayudó a crear la Facultad de Sociología. Desde esos días empezó a intervenir en política y años más tarde creó el movimiento Frente Unido, para defender los intereses de los marginados.

Esta postura lo llevó a confrontar con la Iglesia, hasta que aceptó su reducción al estado laico. A finales de 1965 ingresó al Eln y el 15 de febrero murió abatido por el Ejército. En secreto fue enterrado. Hace dos años, el general (r) Álvaro Valencia dijo que entregó sus restos. Leonor Muñoz expresa que no es cierto. Nadie sabe dónde lo sepultaron.

Por Redacción Política

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