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“Estamos dentro de los 10 mejores”

Cerca de 13 millones de dólares recibirá el grupo de investigación del colombiano Sócrates Herrera para avanzar en el conocimiento de la malaria, una enfermedad que causa 850.000 muertes cada año en todo el mundo.

Pablo Correa
15 de julio de 2010 - 12:16 a. m.

A la primera pregunta, Sócrates Herrera saca del bolsillo un lapicero y comienza a escribir sobre el individual de papel que el mesero de un pequeño restaurante bogotano acaba de colocar frente a él. “No soy capaz de hablar sin escribir”, se excusa. Es la costumbre que le ha dejado la docencia durante más de 30 años.

Lo primero que apunta son las siglas del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID), que hace parte de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos. Se trata de la institución que acaba de elegir al grupo que dirige el colombiano como uno de los 10 mejores del mundo en la investigación de la malaria.

Es un gran día para un científico que se ha dedicado a descifrar una enfermedad que causa unos 240 millones de casos anuales en todo el mundo y más de 850.000 muertes cada año. Con los cerca de 13 millones de dólares que los norteamericanos aportarán durante siete años, Sócrates Herrera y sus colaboradores podrán crear un Centro Internacional de Excelencia para la Investigación de Malaria y abrir camino para pensar en una campaña mundial contra la eliminación de la enfermedad.

Los tiempos de vacas flacas parecen haber llegado a su fin. A partir de ahora incluso podrán trabajar en colaboración con más de 60 investigadores, incluyendo científicos en Panamá, Guatemala, Perú y eventualmente Haití, Honduras y Ecuador. También, como él mismo los describe, junto a “la mejor gente de Colombia”: científicos de la Universidad del Valle, Universidad Nacional, U. de Antioquia, Fundación FES, un grupo de la Fundación Santa Fe, de la Fundación Valle de Lili, la U. de Córdoba, el Instituto Nacional de Salud y el Ministerio de la Protección Social. “Es muy difícil competir a nivel mundial si no se tiene este concepto de cooperación regional y nacional”, dice.

Otro colombiano con una vacuna

Cuando los colombianos escuchan hablar de malaria, la mayoría recuerda de inmediato el nombre de Manuel Elkin Patarroyo. Muy pocos saben de los esfuerzos de Sócrates Herrera por conseguir una vacuna y conocer diversos aspectos de la enfermedad. En el plano internacional sin embargo, el científico tolimense es considerado uno de los mejores.

En 1979, luego de terminar su carrera como médico en la Universidad de Caldas, Herrera viajó a Villavicencio para cumplir con el requisito de las prácticas médicas. Los pacientes enfermos de malaria que llegaban al hospital despertaron su interés. Fue entonces cuando contactó a Manuel Elkin Patarroyo, quien en el Hospital San Juan de Dios en Bogotá había creado un grupo que trabajaba en esta área.

Sólo permaneció dos años al lado de Patarroyo. Respaldado por una beca, viajó a Suiza para estudiar inmunología. Luego de vincularse a la Organización Mundial de la Salud, le ofrecieron hacerse cargo de un proyecto de 1,5 millones de dólares de la época para investigar malaria en la Universidad del Valle.

Junto a su esposa, Myriam Arévalo, bacterióloga y quien también realizó sus estudios de posgrado en Suiza, Herrera regresó al país y se estableció en Cali. La carrera por conseguir una vacuna contra la malaria había comenzado y él quería estar en ella. El silencio en que trabajaba fue interrumpido por una noticia mundial a mediados de los años 90: Patarroyo decía haber logrado una vacuna con una alta eficacia.

El ejército de Estados Unidos, que ha perdido más soldados por malaria que en combate, se interesó al instante por la vacuna, pero luego de realizar unas pruebas preliminares concluyó que no servía. Entonces estalló un debate internacional. ¿Quién podía mediar en la disputa? Los ojos apuntaron a Herrera, el otro colombiano que trabajaba en malaria.

No era una tarea fácil. Se establecieron unos compromisos. Primero, se seguiría la metodología sugerida por Patarroyo. Segundo, el proceso tendría veedores de los dos grupos (el de Patarroyo y los norteamericanos). Tercero, la financiación correría por cuenta de un tercero, la OMS. Cuarto: independientemente del resultado, se publicarían las conclusiones.

El distanciamiento y ruptura con su antiguo tutor vendría cuando las pruebas demostraron que la vacuna no tenía la efectividad de la que hablaba Patarroyo y éste se opuso a que se publicaran los resultados.

El incidente se convirtió en un lastre para otros investigadores. “En el exterior perdieron la fe. La gente decía: ¿otro colombiano con una vacuna?”, recuerda Herrera.

Cambio de rumbo

De vuelta al laboratorio, continuó con sus proyectos. Más tarde creó el Centro de Investigación Científica Caucaseco, en Cali, para avanzar en el desarrollo de la vacuna contra el Plasmodium vivax, una de las dos variedades de parásitos que causan la malaria.

¿Qué tan lejos está el mundo de conseguir una vacuna? Herrera comienza a llenar de números una esquina del papel y dice: “El problema es que este parásito tiene 5.000 genes aproximadamente. Estos 5.000 genes pueden dar lugar a cientos de proteínas que son el objetivo de las vacunas”. Cita el caso del investigador español Pedro Alonso, quien en estos momentos tiene la más prometedora de las cerca de 80 vacunas que hay en experimentación en el mundo. A lo largo de 25 años ha invertido millones de dólares para atacar una sola de todas esas proteínas.

La dificultad en encontrar la vacuna ha obligado a repensar la estrategia. La idea de crear el centro de excelencia apunta a conocer mucho mejor al enemigo: los mosquitos que transmiten el parásito y el propio parásito. También la evolución de la enfermedad en los pacientes y las características epidemiológicas.

La enorme tarea de ayudar a eliminar la malaria del mundo no lo desanima. “La he pasado muy bien. Hemos aprendido muchísimo —dice con algo de humor poco antes de acabar la conversación—. Un día llegará alguien más inteligente o mas desocupado, toma toda esta información y dice aquí está la respuesta. El problema es que trabajamos mucho, no nos queda tiempo para pensar. Tendríamos que tomar más cervecita, pensar más, estar más relajados y de pronto solucionamos el problema”.

Por Pablo Correa

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