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Larga vida al steampunk

Este tendencia sigue ganando seguidores con su estética y el amor que profesa por las máquinas y la ciencia ficción.

Gabriela Supelano
03 de noviembre de 2010 - 11:46 p. m.

En el momento en que fallecía un rey, los ingleses gritaban con fuerza “El Rey está muerto, larga vida a la Reina”. Seguramente este grito se oyó el 20 de junio de 1837, cuando Victoria I asumió el poder. En ese momento nadie creyó que su reinado sería duradero, pero desde ese año hasta 1901 la reina Victoria dirigió una sociedad de gran crecimiento y prosperidad económica.

Aproximadamente 90 años después del fin de la era victoriana, un grupo de amantes e impulsores del steampunk, genero literario, cinematográfico y estilo de moda, convencidos de la similitud de esa época con el momento que vive la sociedad actual, decidieron regresar en el tiempo a través de sus pintas, accesorios, libros y películas. No sólo quieren exaltar la grandeza de un tiempo que miran con nostalgia, sino también hacer evidente los excesos que trae el progreso.

El primero en apropiarse de la palabra fue el escritor de ciencia ficción estadounidense K.W. Jeter, quien autobautizó su obra como steampunk en una carta a la revista Locus en abril de 1987. Otros autores contemporáneos de Jeter se unieron a este movimiento, que comenzó a expandirse a la moda, al cine y a la televisión. Hoy no es tan difícil encontrar en las calles de Londres, Ámsterdam o Leipzig a personas con atuendos que evocan la época de esplendor de la Corte inglesa.

La idea que los une es revisar los objetos usados por las sociedades modernas, como los computadores, electrodomésticos, instrumentos musicales, ropa y accesorios, y transformarlos hasta hacerlos encajar en el canon estético de la Inglaterra victoriana.

Su obsesión con el vapor no es gratuita. Además del nombre (steam significa ‘vapor’ en inglés), este elemento simboliza una revolución en los métodos de transporte en la industria del siglo XIX. El vapor transformó de forma radical la manera como las personas se movilizaban y comunicaban, lo cual conllevó la expansión significativa de ferrocarriles y de la industria naval.

El cambio de velocidades que se experimentó durante este momento histórico llevó a que varios aspectos de esa sociedad comenzaran a mutar de forma más rápida y continua. Por ejemplo, la moda en el vestir llegó a renovarse ya no cada década sino en periodos de un año. Fue un momento de muchos cambios parecido al actual. Los seguidores del steampunk ven en las nuevas tecnologías y la velocidad con que viaja la información un paralelo con aquella transformación.

Un genuino gusto por la estética victoriana y el placer de construir llevan a los simpatizantes del steampunk a tomar los elaborados corsés, sombreros de copa y gafas de aviador, típicas del siglo XIX, para modernizarlos. Además, modifican computadores y demás aparatos con metal, oro y tornillos. Es común verlos con cascos o máscaras de diseños metálicos que simulan viejas máquinas.

En Colombia ya hay algunos adeptos a la estética steampunk. Augusto Moreno estudia ingeniería industrial, tiene 18 años, hace dos conoció el steampunk y se dejó cautivar. Ahora tiene la intención de elaborar un proyecto académico en el cual “rediseñaría elementos de uso cotidiano, mejorando su estética con base en el género”. El grupo de Facebook que creó, llamado “Steampunk Colombia”, ya tiene más de 100 seguidores.

En Brasil, Bruno Accioly, uno de los fundadores del Consejo Steampunk, una logia dedicada a la creación y divulgación de objetos de este género, ha logrado fortalecer mucho el movimiento utilizando tres elementos: la fascinación, la semejanza y la marginalidad.

La fascinación es el sentimiento que despierta en niños y adultos la ciencia ficción y sus mundos maravillosos. La semejanza con el mundo actual, “de gran evolución tecnológica y degradación de la ética y la moral”. La marginalidad, que representa no estar ligado a ninguna industria, ese “hágalo usted mismo” que los steampunk aplican a sus creaciones.

Por Gabriela Supelano

 

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