Publicidad

El fin del psicoanálisis

El psicoanálisis es un espécimen cultural casi extinto. En palabras del premio Nobel de medicina Peter Medawar, “un producto terminal como un dinosaurio o un zeppelín, y uno de los hitos más tristes y extraños del pensamiento del siglo XX”.

Klaus Ziegler
28 de mayo de 2008 - 07:37 p. m.

En Europa, excepto en Francia, casi no se enseña y se estima que en E.U. sólo un porcentaje despreciable de la población lo sigue usando como terapia.

Desde sus comienzos, el psicoanálisis fue objeto de serias críticas por parte de psiquiatras y psicólogos. A medida que aumentaban los ataques y se cuestionaba su validez como ciencia, sus seguidores, en vez de confrontar a los detractores, optaron por seguir la tradición escolástica de aislarse y crear institutos privados en el seno de los cuales sus doctrinas podían enseñarse de modo dogmático.

 De esta forma el psicoanálisis pasó a ser lo que es hoy: la práctica sectaria de una seudociencia. Pero, ¿cómo explicar su extraordinario prestigio? Una constelación de factores configuró el espacio histórico propicio para su nacimiento y desarrollo, en el que se conjugaron el talento literario de Freud, su personalidad mesiánica, la falta de terapias competidoras y un terreno abonado para teorías extravagantes, propio de la revolución cultural de comienzos del siglo XX.

Además, las fantasías inventadas por Freud gravitan en su mayoría alrededor del sexo, lo que las hace atractivas y seductoras. El psicoanálisis prometía ser una vía privilegiada para explorar el alma y el analista una especie de guía capaz de orientar al paciente y hacer que descubriera el contenido “latente” que yace bajo la superficie de lo perceptible o lo que se esconde arropado en simbolismos en la bruma de los sueños, o en un inofensivo lapsus verbal, o en un acto fallido.

 Al igual que una religión o que cualquier seudociencia, el psicoanálisis es una doctrina cerrada y completa que ofrece respuestas a cualquier pregunta, y hasta explica por qué sus contradictores no creen en él. Freud fue un genio para inventar hipótesis atrevidas y extravagantes, pero no pasó de ser un chapucero engreído cuando se trató de ponerlas a prueba.

De los veintitantos volúmenes que forman su obra es poco lo que puede rescatarse, salvo su innegable valor histórico. Como expresó el escritor norteamericano Tom Wolfe: “El psicoanálisis, con sus libidos, complejos de Edipo y todo lo demás son hoy considerados un historicismo risible, del tipo de la melancolía y el flematismo, y el propio Freud, un charlatán sin ningún sentido del humor”.

Por Klaus Ziegler

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar