El olfato, nuevo integrante de la diversión

La vanguardia en la industria del entretenimiento electrónico incluye olores para  satisfacer a los jugadores.

Redacción Vivir
13 de agosto de 2008 - 08:58 p. m.

Los cables parecen ya una reliquia de anticuario y un control que no vibre cada vez más se acerca al aburrimiento. La vanguardia tecnológica no se cansa de abrir puertas y los videojuegos habitan un mundo virtual en constante revolución. Los alcances de la ciencia para el entretenimiento alargan sus tentáculos a diario y los límites parecen desdibujarse. Ahora un nuevo elemento surge para los amantes de la diversión: el olor ha sido incluido en el juego.

El olfato entró en el mundo de la simulación. Si se tiene mando sobre un soldado virtual proyectado en la pantalla, y para preservar la vida se debe entrar en combate armado contra tropas enemigas, resulta razonable pensar que en caso de que la escena fuera real un olor a pólvora quemada invadiría el ambiente. O, ¿qué otro aroma diferente al del caucho derretido podría percibirse cuando en la pista de carreras un carro patina y emana humo de sus ruedas?

Ante la casi obvia lógica olfativa y el objetivo de dar un paso más en el camino de aproximar a los usuarios a una realidad sustituta, un grupo de empresarios españoles creó la llamada “Sala G” de Cinegames en Madrid, una sala de cine adecuada para no sólo ver los videojuegos,  también olerlos en pantalla gigante.

Quizá el olor pase como una simple anécdota si se nombra toda la lista que este complejo tecnológico ofrece: 6 proyectores digitales llenan de imagen la unión de cuatro pantallas de cine convertidas en una única gigante. Cada silla, equipada con un computador instalado para ver el juego a escala normal, tiene un movimiento independiente que vibra y gira de acuerdo con la forma como se muevan los personajes dentro del juego. Finalmente, un sistema de conductos de aire se encarga de esparcir los aromas.

El asiento también lleva incluido en su interior cuatro sistemas integrados de sonido que prometen envolver a la persona casi que en una cuarta dimensión. Todos los computadores están conectados en red para librar batallas o carreras conjuntas, y por si no bastara, además de olor, la sala se llena de humo en caso de que la escena lo amerite y varía la luz ambiente.

La inversión de tanta maravilla estuvo cercana a los 250.000 euros, algo así como 700 millones de pesos colombianos. Los asistentes deben pagar 3.80 euros para jugar durante una hora los días viernes, sábado y domingo, debido a que el resto del tiempo, la sala brinda el servicio de un cine convencional, con proyecciones de películas de animación digital principalmente.

Hasta el momento, la variedad de juegos es un poco reducida. El ya casi clásico de la estrategia militar Call of Duty en su cuarta versión es el más solicitado, Trakmanía United junto a GTR2 satisfacen los deseos de los amantes del volante, y Kung fu Panda es el atractivo principal para los públicos más jóvenes.

Los eslóganes que invitan a que los usuarios se acerquen al escenario saben muy bien cuáles son sus fuertes. “¡Nunca has visto un videojuego tan grande!”, “¡Nunca has oído nada parecido!”, “¡Nunca has sentido nada igual!”, tal y como se lee en la página web de la empresa Cinegames. Con sus últimas innovaciones, no demorará en aparecer algo parecido a “¡Nunca has olido algo similar!”. 

El giro que ha tenido la industria de los videojuegos en su esfuerzo por imitar la realidad no da tregua, se trata de acaparar todos los sentidos en una sola actividad. No obstante, hay uno que hasta el momento se mantiene al margen: el gusto. Es asunto complicado satisfacerlo, pero que por lo visto está lejos de sonar descabellado. De hecho, no faltarán los que sostienen que con los alimentos que se venden antes de entrar a la “Sala G”, todo para el buen video jugador está a pedir de boca.

Por Redacción Vivir

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