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Mandalas para curar la tristeza

Diana Cadena creó hace poco en Bogotá Om Shanti, un lugar para fortalecer el espíritu.

Redacción Vivir
13 de mayo de 2009 - 10:42 p. m.

Hace tres años la vida de Diana Cadena, una joven financista de 30 años, se derrumbó. Su prometido tuvo un accidente de tránsito faltando tan sólo unos cuantos días para el matrimonio y falleció. Un profundo dolor embargó su alma, no tenía ganas ni siquiera de levantarse de la cama. Todas las noches soñaba con él, parecía que iba a ser imposible superar esta pérdida.

Desesperada comenzó a buscar alternativas para salir de la crisis. Después de viajar a Estados Unidos y a la India en busca de respuestas encontró en los mandalas la fórmula perfecta para calmar su sufrimiento y dejar descansar a quien había sido el gran amor de si vida. Se trata de una técnica oriental que nació hace cientos de años y que consiste en elaborar figuras con arena de colores, conchas o piedras. Para que un mandala (que en sánscrito significa círculo) realmente sea efectivo, se debe tener una intención en el momento en que se hace.

El procedimiento es muy sencillo. La persona tiene que estar sola, en silencio y en un ambiente tranquilo. Con la mente en blanco y sobre un pliego de cartón o si se quiere sobre el mismo suelo, la idea es que comience a esparcir la arena o el elemento con el que vaya a hacer su mandala, sin pensar en una figura o forma, simplemente dejando que sus dedos se relajen. Hay quienes prefieren hacer este ejercicio ayudándose con un colador o simplemente coloreando figuras que ya estaban previamente hechas en una hoja de papel.

El centro del mandala, explica Diana, significa lo que cada ser humano tiene en su corazón, sus tristezas, alegrías, miedos o desilusiones. Y las figuras de los bordes, al interpretarse, le permiten a la persona entender qué es lo que debe hacer para que su intención se cumpla. Pero además el mandala se ha convertido en una técnica para liberarse del estrés y las tensiones. “Es una manera de sanar el alma”, cuenta Diana.

A raíz de esta experiencia, Diana decidió crear en Bogotá Om Shanti, un centro de relajación en el que mediante los mandalas ayuda a las personas a fortalecer su espíritu y superar las pérdidas. Las consultas son individuales, pero cada quince días realiza una sesión en grupo en la que máximo diez personas se reúnen para elaborar mandalas. Una vez los terminan y develan su significado, arrojan al viento la arena, las conchas o las piedras que utilizaron. “De esta forma se van las tristezas”, explica Diana.

Desde que descubrió esta práctica oriental  Diana cambió radicalmente. No sólo pudo superar el dolor que la embargaba, sino que volvió a rehacer su vida. Se casó y  cambió de profesión, pues dejó a un lado su labor en el sector financiero y decidió dedicarse completamente a su centro Om Shanti. De vez en cuando, si siente que necesita recargarse de energías, se encierra en su cuarto, saca los tarros de arena hindú que trajo en su último viaje y comienza a liberar sus pensamientos y emociones, a construir su mandala.

Por Redacción Vivir

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