El cerebro es un órgano asombroso capaz de almacenar toda la información que recibimos durante la vida y de clasificarla por áreas temáticas para que la recordemos sin confundirnos. Sólo con pensar en una palabra, como clima, trabajo o amor, nuestra mente evoca los sucesos relacionados con esos temas; las conversaciones que hemos sostenido sobre los mismos, las personas que nos han creado alguna impresión de éstos y los lugares que hemos visitado y con los cuales los asociamos.
De la misma misteriosa y mágica manera funcionan los buscadores de las páginas de internet como Google o Yahoo. Así lo descubrió el biofísico uruguayo Eduardo Mizraji, quien realizó una investigación sobre cómo la memoria es la encargada de clasificar la información en nuestro cerebro y la relación que existe entre sus funciones y las de los buscadores en la web.
Mizraji explica que un buscador captura documentos en función de lo que el usuario quiera saber “y el desafío de los ingenieros es emparentar palabras que son sinónimos, como ser humano o persona, para que los datos vinculados a una y otra sean similares, a pesar de que las letras que componen ambas palabras son distintas”.
La investigación de Mizraji culminó cuando comprobó que existe una interacción, más allá de la teoría, entre las ciencias básicas y el diseño de buscadores, y comprendió que científicos, médicos e ingenieros deben trabajar de la mano para que las herramientas de la internet, que se han vuelto tan indispensables en el mundo moderno, sean cada vez más eficaces.