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Carl Honoré, promotor del movimiento Slow, visitó Colombia

Después de publicar el libro ‘Elogio a la lentitud’, su filosofía de vida ha contagiado a cientos de personas alrededor del mundo.

Mariana Suárez Rueda
07 de abril de 2010 - 11:38 p. m.

a premura de las noticias no le permitía siquiera al periodista canadiense Carl Honoré leerle a su hijo un cuento completo antes de dormir. A la historia de Blanca Nieves le suprimía hasta el número de enanos con tal de no perder tiempo y poder continuar enchufado a su computador. Incluso llegó a comprarse una colección de libros infantiles para leer en tan sólo 60 segundos. Pero los constantes reclamos de su pequeño hijo, quien quería disfrutar más ratos junto a su padre, lo llevaron hace casi diez años a transformar radicalmente su estilo de vida.

“Descubrí que me había dejado contagiar por el virus de la rapidez, que tenía que bajar el ritmo y recuperar el equilibrio entre la velocidad y la lentitud. De lo contrario, estaría condenado a la infelicidad”. Con estas palabras Honoré resume su inmersión en la cultura de lo slow, de la cual es uno de los principales promotores. No ha sido una tarea fácil, “convertirse en tortuga después de haber sido una libre fue un proceso bastante largo”, confiesa este reconocido periodista, cuya labor ha sido destacada en repetidas ocasiones por la revista Time.

Aunque desde finales de la década de los años 80 apareció en el mundo un movimiento llamado Slow Food, que promovía una alimentación más balanceada junto con la necesidad de recuperar el placer de cocinar y de tomarse el tiempo justo para disfrutar cada bocado de comida, solamente fue con el lanzamiento del libro de Honoré que la filosofía de la lentitud o de lo slow comenzó a cobrar importancia y a salir de los círculos académicos.

Al principio Honoré se centró solamente en promover la idea de bajarle el ritmo al estilo de vida, pero en la medida en que su propuesta comenzó a tener mayor acogida decidió incursionar en campos como la educación y el sexo, temas sobre los cuales dicta conferencias en distintas ciudades del mundo.

Esta semana estuvo de visita por primera vez en nuestro país para presidir una charla dirigida a rectores de colegio y padres de familia en el Gun Club de Bogotá. Su intención, además de dar a conocer las propuestas de su más reciente libro, Bajo presión, era cuestionar a los educadores y abrir la discusión en torno a la necesidad de darles a los estudiantes la posibilidad de explorar más el mundo, de no enfocarse únicamente en los resultados académicos, sino tener la posibilidad de gozarse su niñez y adolescencia. “Es hora de reinventar la infancia”, concluyó ayer durante su conferencia, a la que asistieron cerca de 150 rectores, profesores, jefes del departamento de psicología de distintos colegios y padres.

Luis Enrique García, educador de la Universidad de Harvard y fundador de Off Bound Adventures, una institución que promueve la educación no formal a través de excursiones y actividades extracurriculares, confesó que desde que leyó los libros de Honoré supo que debía traerlo a Colombia, “pues vemos cómo cada vez hay una mayor hiperpaternidad. Los padres no son capaces de despegarse de sus hijos, de dejar de controlarlos en cada momento y cuando crezcan esto los perjudicará enormemente”.

Durante su paso por Bogotá, Honoré se reunió con El Espectador  para compartir sus reflexiones acerca de la cultura de la inmediatez, de la necesidad de comenzar a programar tiempos no programados para no enloquecer del estrés por cuenta de las obligaciones laborales o escolares, y de la importancia de desacelerar nuestro ritmo de vida en aras de ser más felices, saludables y de sentirnos mucho más tranquilos.

¿Cómo logró vivir sin prisa?

Fue un proceso largo, que creo continuará toda la vida. El reflejo automático de vivir demasiado rápido forma parte del ser humano, de la vida moderna. Estamos sometidos a tantas presiones que es inevitable que de vez en cuando caigamos en la trampa de la velocidad. Pero una vez se logra bajar el ritmo, los beneficios se perciben casi de inmediato (Ver recuadro con recomendaciones).

¿Qué tan difícil fue contagiar a las personas que lo rodean de la filosofía de lo slow?

Mucho. Al principio la gente quedó un poco sorprendida, porque era periodista y estaba acostumbrado a un ritmo muy rápido de vida. Lo cierto es que no se puede declarar la lentitud de manera unilateral, es una decisión que se debe dialogar porque no es fácil para alguien comprender que de la noche a la mañana uno deje de asistir a cuanta reunión lo invitan o apague el celular los domingos.

¿En qué consiste su propuesta de ‘slow parenting’?

En recuperar la alegría y el equilibrio de la infancia. La paternidad pasó a ser una mezcla entre el desarrollo de un producto y un deporte competitivo. Los niños hoy no tienen tiempo ni espacio para explorar el mundo a su propio ritmo o para jugar sin que los adultos estén presionándolos.

¿Cómo criar sin presionar?

El gran problema es que tenemos una relación neurótica con el tiempo. No podemos ver un hueco en la agenda y no llenarlo con alguna actividad. Los niños necesitan menos tiempos programados, más horas para jugar en el parque y no estar enfrente de una pantalla. Hoy estamos sufriendo de hiperpaternidad y creemos que cualquier problema con los hijos se resuelve acudiendo a algún gurú o libro de crianza, cuando lo que como padres debemos hacer es recuperar la confianza en nosotros mismos, buscar la fórmula más adecuada para el bienestar de nuestra familia.


¿Qué mensaje quiere promover ahora con su nuevo libro ‘Bajo presión’?

Muchas veces, con los niños, menos es más. Podemos lograr cosas maravillosas con menos presión, menos actividades, menos tecnología. Somos víctimas de una cultura perfeccionista. Queremos la casa perfecta, el cuerpo perfecto e hijos perfectos. Por eso, nos sentimos tan agobiados por darles a nuestros niños lo mejor y a veces esto no es lo ideal, pues debemos enseñarles a vivir en un mundo imperfecto. Con este libro quiero quitarles a los padres la angustia, el pánico y el miedo que cargan sobre sus hombros.

¿Qué tanto siente que han calado sus ideas?

Tenía miedo porque creo que este tema de lo slow es polémico y toca fibras sensibles. Pero por lo que he logrado a nivel personal y por los comentarios de los lectores, me siento satisfecho.

¿Se cumplieron sus expectativas durante esta primera visita a nuestro país?

Sí. Aunque en Colombia se ven indicios de hiperpaternidad, de sobreprotección y mucha presión porque los estudiantes obtengan logros académicos, el virus de la rapidez aún no se ha consolidado en este sector y mi intención era advertir a la comunidad educativa y a los padres sobre un fenómeno que no ha dado resultado en Europa, Japón ni EE.UU. y que por lo tanto hay que evitar que se extienda en Colombia.

Pijao, la ciudad de la calma

El movimiento que promueve un estilo de vida lento, en el que el reloj deje de ser el protagonista de la cotidianidad, no sólo ha contagiado la gastronomía, la educación y el sexo, también se ha trasladado a las ciudades para convertirlas en escenarios de calma. Actualmente, 80 urbes en el mundo se han certificado como miembros de la red de origen italiano Citta Slow o Ciudades Sin Prisa.

Dentro de esta exclusiva lista se encuentra Pijao, un municipio colombiano ubicado en el departamento del Quindío, que gracias a la labor de la comunicadora social Mónica Flórez, logró cumplir todos los requisitos para certificarse como la primera Ciudad Sin Prisa de América Latina. Allí sus habitantes disfrutan de zonas verdes, utilizan la bicicleta como principal medio de transporte y tienen niveles de ruido muy bajos para preservar la tranquilidad.

Cómo combatir la adicción a la rapidez

Carl Honore, autor del ‘best seller’  ‘Elogio a la lentitud’, recomienda una serie de prácticas para adoptar un estilo de vida más calmado en el que no predomine el afán por hacer la mayor cantidad de tareas en el menor tiempo posible, sino en el que impere la filosofía de lo ‘slow’, menos significa mayor calidad.

Acortar la agenda: en vez de programar citas, reuniones y eventos para llenar todas las horas de cada día de la semana, priorice lo importante y deje espacios para disfrutar del tiempo libre.

Desenchufarse: aprenda a desconectarse del celular y del computador por lo menos los fines de semana, pues estos aparatos aceleran, distraen e hiperestimulan a sus usuarios.

Descansar del e-mail: en vez de consultar el correo electrónico varias veces por minuto, haga el ejercicio de revisarlo dos o tres veces al día. 

Sin horarios: deje de programar las horas libres con actividades, fiestas o encuentros sociales.

A relajarse: practique una actividad que lo obligue a frenar su ritmo de vida como hacer yoga, leer poesía o cocinar.

Por Mariana Suárez Rueda

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